¿Pensar dos veces en su respuesta cuando estaba más que clara? ¡Para nada! Necesitaba a Hamilton devuelta tanto como necesitaba oxígeno para vivir. En un mensaje breve, le avisó al secretario lo que Harry planeaba hacer con él esta noche. Adam no actuó como si estuviera sorprendido, puesto que el jefe le avisó sobre esto tan rápido como despegó su vista del teléfono. Preguntar si estaban sobresaltados por la reunión tan repentina estaba de más, sin embargo, más que temor, Dante estaba feliz.
Después de que su turno terminó, el poeta se apresuró en llegar a casa, más bien, a la casa de su vecina. Tocó la puerta con una fuerza y desesperación que fue atendido rápido. La chica que parecía ser un poco más joven que él, lucía asustada.
—Cielos, ¿qué es lo que te pasa?
—Ayúdame, por favor. Necesito volver a verme como una chica.
La mujer se recargó sobre el marco de la puerta y levantó una ceja, después cruzó sus brazos y su mirada se quedó fija en él.
—¿Tan siquiera recuerdas mi nombre? El cartero siempre confunde nuestras correspondencias, Roller.
—¡Oh!, Bueno… eso… ¿Hamnet Sabino?
—Sí de verdad quieres que te siga ayudando con lo mismo en un futuro no muy lejano, deberías aprenderte bien mi nombre. No me llamo Hamnet, soy Harriet. Pasa.
Harriet descubrió la puerta y entró antes que él. Le ordenó pasar a su baño a lavarse la cara y dejar sus gafas sobre la mesa, para poder comenzar con el maquillaje de manera más cómoda y segura y que la ropa que le prestara no se mojara.
Quizá el cartero los confundía por su similitud, ese fue el primer tema que flotó en el aire mientras era transformado en su alter ego —y ni tanto—. Ambos llevaban el cabello de una forma similar, sin embargo, Harriet lo tenía un poco más moreno y lo llevaba amarrado en una coleta floja casi todo el tiempo; sus ojos eran verde azulado y de vez en cuando usaba lentes de descanso; en cuanto a su estatura, era la misma, ambos eran altos y en ocasiones formales, la vecina se veía más alta por sus empolvados zapatos de tacón que le prestaría a Dante.
El segundo tema fue corto, espontáneo por el tiempo que sobró. Como era de esperarse conversaron sobre esa extraña situación en la que el poeta se veía envuelto. La explicación fue demasiado general, sin embargo, prometió contarle bien las cosas cuando volviera, ya que planeaba que la devolución de su preciado Hamilton fuera rápida y sin drama.
Desacostumbrado a andar en tacones, llegó a rastras al lugar citado. Para la hora y el muy notorio retraso que llevaba Dante, el director de la empresa seguía aguardando ahí y a lo lejos, escondido entre la naturaleza moderada que trataba de ver a Feumansel Company más atractiva, estaba Adam escondido. Nadie lo notó.
—Tenía la certeza de que no cancelaría y vendría.
—Oh, eso… Lo lamento mucho. El trabajo me queda lejos y el tráfico nocturno hace más complicado las cosas.
—Sin problemas.
Harry le entregó el disco dentro de una estética bolsa desechable que su apariencia hacía querer no tirarla nunca; era de color azul marino, con detalles dorados y el nombre de Harry escrito en un costado, igualmente dorado. Aunque quisiera no demostrar su gran conmoción por esa bolsa tan bonita, Harry lo notó enseguida y le ofreció una sonrisa.
—¿Qué te pareció el disco?
—No sé por dónde empezar… todo fue tan… wow. Le seré honesto: no soy un experto en el mundo del teatro, porque nunca me sumergí en él como usted, sin embargo, puedo decir que, con tan solo escucharlo, fue excepcional, porque a pesar de todo lo que acabo de aclarar, en ningún momento me sentí fuera del lugar.
—¿Eso significa que te gustó…?
—Mentiría si dijera que no.
Ambos sonrieron y Dante cerró sus manos, feliz.
—¡Por un momento pensé que no iba a interesarle! Por parecer anticuado y tener varias cosas que no van acorde a la historia…
—Pero al final de cuentas logra atraparte.
Dante aplaudió levemente, apenas podía escucharse la formación de sus dos aplausos y a su vez, asintió con la cabeza, acomodando sus lentes al final.
—¡Eso es tan cierto! Mi personaje favorito es King George III.
—¡Es bueno el personaje! —Harry sonrió— Y supongo que ver al sujeto que lo interpreta, personificado como él, debe ser espectacular. Me agradó Alexander Hamilton, pero también me atrapó Thomas Jefferson.
—¿Y qué hay de las canciones? ¿Hubo alguna que te gustara?
Harry llevó su dedo índice hacia sus labios, los golpeó con levedad y sus ojos surcaron bajo el cielo estrellado por cuestión de segundos, ya que su vista terminó aterrizando en Dante y sus miradas se cruzaron.
—I may not live to see our glory.
—But I've seen wonders great and small.
Hubo un momento de silencio entre los dos, donde el intercambio de miradas tan fijas que nuevamente hubo, fue la única respuesta. Antes de que cualquiera expresara de manera oral algo, Harry llevó su mano hacia su nuca y observó las zapatillas de D. Roller, notando que sus pies eran delgados, no obstante, no tan delgados como los de una mujer. Se extrañó. Dante se percató hacia donde se dirigía su atención visual, por lo que retrocedió.