Ahora en vez de trabajar después del medio día, Dante había conseguido cambiar su horario para terminar su trabajo en el Call Center de la Línea de Crisis y Acceso de New York al marcar las 12:00 pm. Acordó con Adam reunirse el lunes de la siguiente semana, después del todo, llevaban un gran rato sin verse las caras y hablar con normalidad. Por mensajes el secretario solía ser más cortante al conversar sobre temas cotidianos que no tuvieran que ver con Harry y eso solía ser poco frecuente.
Aprovechando que el secretario estaba en su horario de receso y que, Harry comería en la cafetería de la compañía, decidieron visitar el restaurante de comida rápida en donde alguna vez trabajó el poeta. Casi enseguida de haber tomado asiento, se les acercó ese amigo que le había conseguido un trabajo ahí. Este mostró una bondadosa sonrisa.
—¡Dan! Cuánto tiempo sin verte por aquí. ¿Qué tal van las cosas?
—Las cosas van bien. Ahora trabajo en el Call Center de la Línea de Crisis y Acceso de New York.
El muchacho volteó a ver a Adam.
—¿Y él es?
—Adam. Soy amigo del señor Roller.
—¿Amigo? —volteó a ver a Dante y señaló a Adam— ¿Es tu amigo?
—Claro que lo es. Sí te confunde su forma de hablar, debo aclarar que así está acostumbrado a dirigirse con todos. Que no te sorprenda.
—¿Cuándo estará nuestra orden?
—¡Oh!, en un momento.
Tras dejar la mesa del par de amigos, Adam observó con detenimiento las facciones de Dante. El poeta acostumbraba a mostrar pequeñas sonrisas o serenidad la mayoría del tiempo, sin embargo, a pesar de verse así en esta ocasión, había algo más en su rostro, como si su rostro dijera “¡Adivina! Algo muy bueno me ha pasado”. La curiosidad en el secretario creció y esa expresión en Dante se desbordó antes de que su compañero pudiera preguntar.
—Me prometí a mí mismo no decirte nada sobre esto, pero tengo que decírtelo.
—¿De qué hablas?
—El domingo de la semana pasada salí a pasear con Harry, en uno de sus hermosos autos y la pasé genial, no tienes idea de cuán divertido puede ser salir con él. Tengo que admitir que siempre tuve una idea errónea del tipo de persona que podía ser.
—¿Estás diciendo que…?
—No, no estoy diciendo que me guste, ¿o tal vez sí? Quizá estoy interesado en él, no en su dinero como en un principio. Hubo un momento en el que me permitió hablarle de mí y casi todas esas heridas que procuré ocultar a toda costa, salieron a la intemperie. Por primera vez en la vida me sentí escuchado y que había encontrado a alguien con quien pudiera tener conversaciones profundas…
—Sí, claro…
—¿Ocurre algo?
—¡Ocurre de todo! Él dijo que saldría con un amigo del trabajo y me hizo pensar en quién más podría ser si yo soy el único con el que hablaba sin necesidad de cuidar su educada imagen y luego creí que tal vez pudo haber salido con ese viejo que se encargaba de la limpieza de su piso en Feumansel Company, pero no. ¿Adivina qué? Esa persona con la que salió fuiste tú ¡y todo el día! Harry me mintió después de conocerlo por más de una década, ¡nos mintió! Tuve que salir con su esposa a un horrendo parque de diversiones porque se sentía sola y aburrida. ¿Acaso no piensa en su felicidad?
—Bien, estuvo mal que él distorsionara la verdad, perro… ¿te preguntaste por qué lo hizo? Estás siendo egoísta y posesivo. No vas a conseguir nada diferente a lo que ahora tienes con él, por más que intentes cuidarlo y complacerlo.
Dante estando a nada de abandonar la mesa, su nombre fue pronunciado por su antiguo amigo; se encaminó a él y solo tomó su orden, así dejando la de Adam en el mostrador. Sin despedirse salió del restaurante y caminó de vuelta a casa, no obstante, esa decisión la terminó abandonando cuando un ardor surgió en las plantas de sus pies, por lo que abordó un taxi.
Al entrar en el elevador y cerrar las puertas, estas volvieron a abrirse por Harriet, quien venía de tirar la basura. Ambos se saludaron y el mal humor del poeta fue tan evidente que la vecina no pudo evitar preguntar por su estado. Dante le explicó únicamente lo que ocurrió con Adam durante su tiempo dentro del elevador, después caminaron hacia el departamento de él para conversar sobre esa salida luego de haber transcurrido una semana. A comparación de la espontánea conversación sobre esa anécdota que tuvo con el secretario, el poeta se extendió tanto, así como si estuviera narrando el capítulo de una novela.
Harriet se sentía feliz por él y también un tanto enfadada por la falta de valor que su vecino tuvo para poder decirle la verdad, así que una vez más volvió a insistirle y como la última vez, el coraje de Dante resurgió.
Para no perder la clásica costumbre con la que aparentemente se conocieron, Dante decidió escribir una para reunirse y decírselo en persona. Tal como la última vez, le rogó a la recepcionista que se la entregara —al día siguiente— y cuando la carta llegó a las manos del director de la empresa, su necesidad de llegar a su oficina y leerla se hizo cada vez tan intensa que, la velocidad con la que el ascensor subía era eterna. Tras abrirse las puertas, su secretario lo esperaba cual perro entrenado para realizar determinada tarea; le recordó todo lo que debía hacer en el día, no obstante, Harry prestó poca atención y ni siquiera le dijo que D. Roller había enviado una carta, aunque Adam se enteró de inmediato.