Agradezco a DiegoPumero por la edición a unas cuantas cosas venezolanas.
Era un día normal, la gente estaba arrecha por los apagones frecuentes. Casualmente estaban reunidos, y apartados de una manifestación, un grupo de 4 personas: Francisco de Miranda, María Lionza, Jose Antonio Páez y Luisa Cáceres de Arismendi. Ellos hablaban de lo pobre que se había vuelto su amado país, pero sintiendo mucha pena porque no podían hacer mucho.
—Lo malo es que ese tipo que llaman "Presidente" —hizo énfasis con sus dedos la palabra la joven María Lionza, mostrando ironía también —no se acerca a una parte donde haya agua, ahí sí que me lo llevo.
—Yo me retorcería en mi tumba al ver estas estupideces, no luché por la libertad para que este gafo lo arruine —se enojó Francisco de Miranda, viendo a la gente oprimida.
—Yo lo arrestaría por baboso —expuso José Antonio Páez, quien dejó perplejos a los demás.
—Mi esposo también lo hubiera hecho, general Páez, —aseguró Luisa Cáceres de Arismendi, dando la razón y aguantando una pequeña risa.
El grupo vio cómo la gente hacia marchas organizadas, buscando sacar al actual presidente, aquel hombre que les oprimía su libertad y recursos: Nicolás Maduro.
Se escuchaba también una frase que hizo estallar al grupo, haciendo que ellos siguieran gritando eso.
— ¡¡MADURO!! —Exclamaron al mismo tiempo los dos hombres y ambas mujeres, conteniendo una carcajada luego de decirlo seriamente.
— ¡¡COÑO E' TU MADREEEEEE!! —Completó el pueblo entre protestas y caminatas.
Luego de un ataque por las tropas del presidente corrupto, protegiendo al pueblo principalmente, decidieron ver el estado de cada persona, notando a todos sanos y salvos.
Luego de hacer que la gente volviera a sus respectivos hogares, el pequeño grupo decidió ir buscando a más personas que quisieran unirse a ellos.
Pasadas las horas y llegando con eso el crepúsculo, decidieron ir a una pequeña casa donde viven, cada uno en una habitación simple y usando unas lámparas a base de vela o aceite.
Se acercaron a cenar lo poco que consiguieron y se retiraron a descansar, excepto Miranda. Se quedó pensativo y distante por la situación del país, inquieto y lleno de problemas más allá del eléctrico, pensando en una solución viable sin violencia que resolviera todo.
Un silbido llamó su atención, sacándolo del trance dirigido por su pensar. Sin dudarlo, se dirigió a la calle para ver un hombre cargando sobre su hombro un saco con huesos. Al lado de este, estaba un lobo con la mirada fiera en Francisco, dando a entender que iban tras su cabeza y/o vida.
—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? —Se inclinó hacia el militar, dejando ver unos ojos vacíos.
—Es un hombre al cual podremos castigar, Silbón —comentó una voz, haciendo que Francisco desviará su mirada de Silbón.
— ¿De dónde ha venido esa voz? —Se extrañó el hombre, hasta que vio aquel lobo "desdoblarse" y volverse una mujer.
—Fui yo, ¿Algún problema? —Cuestionó con molestia.
—Ninguno, hermosa dama.
—Mi nombre es Casilda, —se presentó la azabache, cubriendo su pelo con el sayal—maldecida como Sayona por mi madre cuando la asesiné junto a él.
Ambos hombres estaban en shock, Silbón no imagino que esa delicada mujer fuera maldecida, mientras Miranda estaba incrédulo por ver a quién asesinara dos personas cercanas.
—Señorita Casilda, joven Silbón, quisiera solicitarles un favor —miró fijo a ambas figuras delante suyo, notando un asentimiento de ellos para escucharle. —Me gustaría nos ayudaran a deshacernos del ñuesumadre Maduro.
Ambos pensaron la propuesta. Sabían que el desgraciado de Maduro les andaba robando su trabajo, por lo que aceptaron sin dudarlo, sobre todo para hacerle pagar.
Al siguiente día, los acompañantes de Francisco se quedaron helados al ver dos nuevos integrantes, pero no los esperaban a ellos exactamente.
—Miranda... —Murmuró enfadada Lionza, conteniendo darle un coñazo al hombre.
—Ya sé, piensan que me volví loco por esto —aclaró antes de que los demás hablaran en protesta. —Creo que soy el único viendo el lado bueno de ellos dos.
Explicó el motivo de ellos dos, especialmente el robo de su trabajo, por lo que se integraron buscando darle un susto a Maduro. Todos se miraron entre sí y llegaron a la decisión de darle el mejor susto de su vida a Maduro para arreglar todo o dejar entrar al otro presidente.
El grupo estaba enterado sobre Juan Guaidó, el presidente interino. Estaban decididos por un plan trazado entre los dos militares: alertarían por medio de Silbón a Maduro, pero estaría oculta Sayona cerca para el momento en que saliera el "coño e' su madre". En caso de fallar esa primera parte, entraría en acción la segunda.
Los cuatro adultos entrarían in fraganti en la casa para hacer que diera una declaración al día siguiente, dando a entender que tendría en opciones obligatorias dejar el cargo o remediar sus metidas de pata.
Una vez acordado todo, prepararon lo necesario para pasar desapercibidos en la noche. Miranda y Páez tomaron a cada mujer con ellos, dando una guardia cercana a la puerta, y Sayona estaba ubicada en una calle frente a la entrada.
El plan iba perfecto, pero olvidaron un simple y problemático detalle: la guardia que asistía como seguridad en aquella casa.
Casilda notó el fallo de cálculo, por lo que decidió adelantar un poco todo. Se mostró como una mujer asustada, aparentemente perseguida por El Silbón, captando la atención de todos.
Al momento en que entró, Casilda se mostró como aquella mujer que mató, sin problemas, a su esposo y madre; al momento de arrebatar una pistola a un guardia y dispararle en la cabeza.
—Debes desconfiar de una mujer, no todas podemos ser un ángel tras una cara bonita —sentenció para proceder a un tiroteo contra todos, dejando sangre derramada a su paso.
— ¡Es ahora o nunca! —Dictó Luisa, haciendo que entraran inmediatamente a la casa y encontrar a Maduro, costara lo que fuera.