Pipipipiii Pipipipiii Pipipipiii…
—¡Maldito cacharro!—maldijo Alma mientras intentaba apagar su viejo despertador.
Observó que sólo eran las ocho de la mañana y, que ella recordara, no puso el reloj para que sonara. Renegada de la vida y de su despertador se levantó de la cama y se arrastró con más sueño que vergüenza hacia el baño.
—¡Vaya cara que tienes hija!—soltó nada más mirarse al espejo—¿Y esos pelos de loca? ¡Por Dios Almita, asustas al miedo!
Mientras seguía hablando sola, abrió el grifo del agua caliente de su ducha, ya que tardaba bastante en llegar. Después de una ducha medio normal, se envolvió en una toalla y se dispuso a desenredar su oscura melena, pero como siempre más que desenredar, aquello parecía una batalla campal. Justo en ese instante, sonó su teléfono. Salió disparada para cogerlo y como no, se dio un golpe en el meñique de su pie.
—¿Ho…Hola?—respondió mientras se retorcía de dolor.
—Hola cariño, ¿Qué tal?—la voz de Eric al otro lado de la línea le hizo olvidar el pésimo día que llevaba hasta el momento.
—Muy bien, echándote de menos, en cuanto pueda subo a verte ¡Te lo prometo!
—¿Vas a venir a Barcelona?—preguntó sorprendido.
—Sí ¿No quieres que vaya?—su euforia se vino un poco abajo.
—No, no es eso, puedes venir si quieres…otra cosa es que me encuentres.
—¡¿Cómo?!—era la última respuesta que esperaba.
—¿Recuerdas lo que te dije hace meses? ¿Lo de las pruebas?
—Ajá.
—Pues me llamaron ayer, me quieren hacer una prueba y si la supero… ¡Podré competir en el mundial!
—¿En serio? ¡Enhorabuena cariño! Es la oportunidad que siempre has estado esperando, me alegro por ti, de verdad—chilló emocionada.
—Tengo que hacerte una proposición y espero que tu respuesta sea afirmativa.
—¡Ains no me seas antiguo! No me voy a casar contigo—bromeó Alma.
—No es eso lista, quiero pedirte que aceptes venir conmigo a esa prueba y si todo sale bien que me acompañes a las carreras y también quiero que seas una especie de maestra mentora, nadie mejor que tú conoce el mundo de las motos y sobre todo a mí, ¿Qué dices, aceptas?
—¡Guau! Es que no sé qué decir. Es una responsabilidad muy grande ¿Tanto confías en mí?
—Plenamente, por favor dime que sí—le suplicó.
—¡Sí quiero!—le respondió a grito pelado.
—¡Esa es mi chica! Entonces te mandaré el billete para Barcelona para dentro de dos días y ya desde aquí nos vamos a Donington, allí es la prueba.
—De acuerdo, lo haremos como tú quieras, no te imaginas la ilusión que me hace todo esto ¡Mi novio podría ser el próximo campeón del mundo!—bromeó.
—No sé si yo seré el próximo campeón del mundo, pero allí sí que tendremos ocasión de codearnos con un tetracampeón del mundo, Yahir Nowak ¡Estoy deseando conocerle! Si todo sale bien, seremos compañeros de equipo ¿No es genial?
—¡Estupendo!—exclamó con poco entusiasmo—Bueno tengo que dejarte, voy a ir a darle la noticia a mi padre y a preparar el equipaje, pase lo que pase me quedaré unos días contigo.
Mientras terminaba de vestirse y desayunar, se estaba acordando de las ganas que tenía Eric de conocer al tal Nowak. Aún sin conocerle no le gustaba ese hombre, era prepotente y creía ser mejor que nadie, siempre aparecía con gafas de sol y gesto altivo, aunque tenía que reconocer que como piloto era un maestro, nadie lo podía igualar.
Echaba la vista hacia sus fotografías y sus premios, e inmediatamente después, sintió que no había pasado el tiempo desde aquellos desoladores días, rápidamente cogió su bolso y salió de su casa para no terminar pensando en cosas que ya no tenían remedio. Media hora después, estaba en el taller de motos que su padre tenía y en el que ella se había criado.
—Hola papá ¿Cómo vais hoy?—no le importaba que su padre estuviera manchado de grasa, lo abrazaba y besaba igualmente.
—Bien, mi vida ¿Y qué me dices de ti? No hay quién te vea, cada día llevo peor eso de que vivas en otro lado.
—¡Ay papi, que sentimental!—lo volvió a abrazar—Venía a verte y decirte algo, espero que te lo tomes bien, yo me acabo de enterar y estoy un poco hecha un lío, todavía no sé qué hacer.
—¡No me digas que el catalino ese, te ha dejado embarazada!—Tomás empezó a ponerse más rojo que la luz del semáforo—¡Te juro que cuando lo pille lo mato! ¡Al catalino yo lo mato!
—¡Papá, que cosas dices! Cualquiera que te oiga pensará que soy una guarrillla, y no llames a Eric así—riñó a su padre—No vas a ser abuelo, tranquilo.
—¡Ofú menos mal hija! Por un momento pensé lo peor. Entonces cuéntame Almita—se limpió el sudor de la frente y de sus entradas con una mano.
—Me voy con Eric a Inglaterra, le han propuesto hacer una prueba y si les gusta competirá en el mundial el próximo año, me ha pedido que lo acompañe—la cara del pobre Tomás se tornó de rojo a blanco en décimas de segundo—¿Papá? Dime algo que me estás asustando.