Días más tarde, Alma y Eric hablaron, y por mucho que el chico dijera, ella cortó la «no relación» que tenían. El piloto no se lo tomó muy bien, así que con el corazón destrozado volvió a su casa, dejando a Alma con un gran sentimiento de culpa.
Al día siguiente, llamó a Alina, para saber cómo iban las cosas con su hermano.
—¡No lo soporto! No puedo con él, sé que lo que le está pasando es horrible pero se está dejando morir ¡No sé qué hacer! No quiere que nadie se acerque a él, las enfermeras le tienen miedo, y yo estoy en mi límite—comenzó a llorar por la impotencia que sentía.
—Tranquilízate, por favor. Prometo ir a Cádiz lo antes posible, necesitas despejarte y desconectar del tonto ese que tienes por hermano, déjamelo a mí.
—¿En serio vas a venir?—de repente su llanto triste se convirtió se convirtió en un llanto de esperanza.
—Sí, voy a ayudarte, se me da bien domar leones ¿Lo sabías?
—Gracias, te espero muy pronto.
Bajó un momento al segundo piso y le abrió un adormilado Andy.
—¿Te pasa algo? Son las ocho de la mañana—dijo bostezando.
—¿Tienes algún plan para hoy?—preguntó Alma con una sonrisa de oreja a oreja.
Cuatro horas más tarde se encontraban en el parking del Hospital Universitario de Puerta del Mar.
—¿Por qué estamos en este hospital?—preguntó Andy confuso.
—Créeme es por una buena causa, ven es por aquí—los dos subieron hasta la quinta planta, una vez que se abrieron las puertas del ascensor, caminaron hasta encontrar la habitación 507, tocaron a la puerta y una desanimada Alina abrió la puerta, cuando vio de quién se trataba, salió fuera.
—¡No sabes cuánto me alegro de verte!—se tiró literalmente a sus brazos—¡Andy! ¿Qué haces aquí?—se quedó quieta al lado de su amiga.
—No lo sé muy bien, pero me alegro de haber venido—tenía el corazón desbocado y no sabía por qué.
—He traído a Andy para que te lleve lejos de aquí. Así que, no quiero saber nada de vosotros en muchas horas—los dos la miraban con cara de circunstancia—¡Es una orden!
—No me puedo ir…mi hermano no tolera a nadie más que a mí—intentó defenderse Alina.
—Ya me tolerará, no te preocupes. En peores plazas he toreado, y ahora ¡lLargo!—los empujó hasta el ascensor—¡Cuídala bien Andy!—le guiñó un ojo a su amigo mientras las puertas del ascensor se cerraban.
Una vez que se aseguró que sus amigos se fueron, tomó aire y recordó algo que su padre le decía: «Almita, valor y al toro»— no pudo evitar sonreír a recordar a Tomás. Abrió la puerta, Nowak notó que alguien entraba y cerró los ojos.
—¿Cómo está el abuelillo?—sabía que la única manera de hablar con él era provocándolo.
—¿Qué haces tú aquí otra vez? Seguramente vienes a burlarte de mí ¿No?
—Que poco me conoces, vengo a por mi ración de insultos, sinceramente los echo de menos—soltó su bolso y se sentó en la silla, sería un día muy largo.
—¿Y Alina?—preguntó preocupado.
—Ha dimitido, la tienes harta, así que he venido yo a ponerte los puntos sobre las íes.
—¿Se ha ido y me ha dejado solo?
—Por suerte tienes una hermana que no te mereces y he tenido que venir hasta aquí para obligarla a irse por unas horas, creo que merece un respiro ¿No?—él no contestó—¿Se puede saber que esa tontería de que no te estás medicando? Pensé que eras más listo, creí que querías curarte, yo también te sobreestimé a ti.
—¡Qué sabrás tú! No tienes ni idea de cómo me siento, la competición es mi vida y nunca más voy a volver, no sé porque intentas darme una palmadita en la espalda sin saber de lo que hablas.
—¡Te equivocas!—se levantó de la silla y prácticamente le gritó en la cara—Claro que sé lo que se siente cuando te arrebatan tu sueño, es como si te arrancaran un pedazo de tu cuerpo. Mi sueño se truncó a los quince años…Estaba llena de ilusión, quería ser la primera mujer en ganar un mundial en la máxima categoría, pero una maldita caída me lo quitó todo. ¡Sí! Yo también era piloto, y de la noche a la mañana lo perdí todo. Yo no tenía arreglo, me destrocé todos y cada uno de los ligamentos de mi pierna, cada vez que la miro veo las feas cicatrices, lloro de rabia y de coraje, porque después de eso nadie quiso apostar por mí, sólo mi padre estuvo a mi lado para consolarme y hacerme sentir bien. Yo en ese momento no quería vivir, mis ilusiones se me habían roto. Por eso me indigna que estés así, tú lo tienes más fácil de lo que yo lo tuve. Querías saber porque estoy aquí, muy bien te lo voy a decir, para empezar porque debo ser masoquista, te quiero ayudar ¡Soy así de tonta!—Nowak quiso hablar pero ella no lo dejó—Y también porque puedo entenderte mejor que nadie, por no mencionar que a mí no me asustas ni me das pena, así que no me voy a mover de aquí hasta que vea que te quieres curar.
—¿Por qué a mí, eh? Yo no he hecho nada para que me ayudes ni quiero que lo hagas, no me gusta deberle nada a nadie—respondió con soberbia.
—Pues quizá para realizar mi buena acción del año—bromeó—O tal vez para devolverle a tu familia un poquito de todo el cariño que ellos me dieron. Que tú no los quieras aquí no significa que no estén sufriendo por ti, no sabes lo que tienes.