Durante las siguientes semanas, el piloto siguió entrenando desde que amanecía hasta que anochecía en el gimnasio, los fines de semana seguía escapándose a Assen, pero solo. Alma por su parte, seguía ayudando a Marta que se sentía cada vez más contenta, incluso había vuelto al trabajo, pero todo el tiempo libre lo pasaba con ella
Al caer la tarde, Alma salió a dar un paseo con Marta por el parque, hablaban y reían cuando se toparon con un apuesto hombrecito a sus pies.
—Hola primor—se agachó para coger el bebé de mofletes generosos—¡Has crecido un montón Marco!
—¡Oh, que niño más guapo! ¿Lo conoces hija?—preguntó Marta.
—Un poco—respondió su padre—Buenas tardes señora—extendió su mano para saludarla.
—Buenas tardes, señor…—aún no le había dicho su nombre.
—Marco, encantado señora. ¿Es tu madre?—le preguntó a Alma—Os parecéis bastante.
—No, no es mi madre—le aclaró.
—¡Vaya corte!—añadió el doctor—Por lo que veo aún sigues por aquí ¿Te gusta el pueblo?
—La verdad es que me encanta, es muy alegre, nunca imaginé que fuera así. Me lo imaginaba todo más frío, más triste, pero me equivoqué—sonrió a una gracia que hizo el niño.
—Yo pensaba lo mismo, así que te doy la razón—también sonrió—Bueno nosotros nos vamos ya, es la hora de su baño ¿Me lo devuelves?
—Oh sí claro, adiós zalamero—no pudo resistirse a darle un beso al niño—Nos vemos doctor—y después de sonreírse mutuamente, cada uno se fue en una dirección distinta—El bebé es pa comérselo, ¡Enamorá me tiene!
—Oye ¿De dónde os conocéis?
—Es el neurólogo que llevó el caso de tu sobrino, es muy buena gente.
—Pues yo lo que creo es que le gustas—soltó Marta jocosamente—Y aquí entre nosotras, te digo que es muy guapo.
—¿Qué dices Marta?—exclamó avergonzada—No me conoce de nada.
—¿Y qué? Existen los flechazos y tú eres una chica guapa. Blanco y en botella leche, además te hace ojitos.
—¡No creo que me haga ojitos!—estaba cada vez más roja—Imaginaciones tuyas seguro.
—¿Sabes si está casado con la madre del niño o algo?
—La madre del niño murió y no estaban juntos, o eso fue lo que él me contó.
—¡Vaya! Así que resumiendo, es un hombre bueno, guapo, es doctor, está libre y por lo que he podido comprobar es un padrazo ¡Es un gran partido! ¿Por qué no lo invitas a cenar a casa?
—Marta, yo no soy nadie para traer invitados a tu casa, además no tengo sus datos para localizarlo, por no mencionar el pequeño detalle de que no estoy interesada en él.
—Tú déjame a mí, yo lo arreglo, puede cenar con nosotros aunque tú no estés interesada, quizá Alina sí. Esa es otra que falta le hace buena compañía.
—¡Uy! Ella ya está interesada en otra persona…—se le escapó.
—¿Cómo? ¡Cuéntamelo todo!—insistió Marta, y no le quedó más remedio que contárselo, era una mujer muy insistente.
Los días siguieron pasando hasta llegar al mes de Abril, ya llevaba allí más de tres meses, los cuales habían corrido sin darse apenas cuenta, hacía un par de semanas, quiso hablar con la familia de su partida, pero como era de esperar, todos se le echaron encima, le habían cogido mucho cariño, no querían que se fuera, entonces Yahir la presionó como casi siempre, para que se quedara al menos hasta el Gran Premio de allí, la que sería su primera carrera, ella aceptó a regañadientes, ese sería el colofón de su buena obra del año.
Después del empeño de Marta y de las negativas de Alma, el viernes Marco fue a cenar a casa de los Nowak, todos lo recibieron bien, todos menos uno que lo miraba con cara larga.
—Me alegro de que se encuentre recuperado del todo señor Nowak—comentó el doctor.
—Gracias—se limitó a contestarle—Si me disculpa tengo que salir un momento.
Marco no entendía porque de repente le caía tan mal al piloto, cuando todos se sentaron a la mesa, el doctor era quién llevaba la voz cantante, empezaron a hablar de España, de su gastronomía, después se arrancó con unos chistes pésimos pero graciosos. Todos lo pasaban bien, una vez que terminaron de cenar, Yahir se fue, alegando que al día siguiente partiría muy temprano a Assen para seguir con el entrenamiento.
Alina se dio cuenta de cómo le había cambiado el humor a su hermano y un rato después se fue a buscarlo a su cabaña.
—¿Tú no te ibas a dormir porque mañana madrugas?—le preguntó con sarcasmo.
—Así es ¿Qué quieres Alina?—dijo de mal humor.
—Yo nada, venía a darte las buenas noches y… ¿Qué es lo que te ocurre?
—Nada ¿Por qué supones que me pasa algo?
—Pues porque tienes una cara de mala leche que ni en tus peores tiempos, apenas has abierto la boca para hablar y todos hemos notado que has sido bastante borde con Marco.
—¡Ah sí! ¡El maravilloso Marco!—apagó la televisión y tiró el mando al sofá mientras se ponía de pie—¿Le habéis hecho un monumento ya?