Una semana desde que desperté y sigo sin comprender nada, todo me es desconocido. Hoy me dieron de alta y entregaron a las personas que desde que desperté no se separaron de mí.
-Este es nuestro barrio, hijo - dice el hombre manejando.
Estoy mirando por la ventana desde que salimos y todo sigue siendo desconocido. ¿Cómo puedo estar seguro de que esta no es la primera vez de que estoy aquí? No puedo: llego a la conclusión pasando las manos por la cara.
El carro se estacionó y salí, miro la casa que no es nada especial y no me produce nada.
-Vamos, entra - dice, descasando la mano en su hombro y llevando en la bolsa las pocas cosas que le llevaron en el hospital.
Entro y miro a todos lados... Nada, sigo teniendo la mente en blanco.
-Bienvenido a casa - dice la mujer, abrazándome.
El próximo es el chico que levanta la mano, supongo que espera la mía lo imito y cuando las choca toca con su hombro el mío.
No tengo menor idea que es eso.
-Mira, aquí te tengo tus cosas favoritas y en la cocina la comida - dice ilusionada.
-Por el momento solo quiero ir a mi cuarto, ¿me pueden decir donde está?
La sonrisa se le borra y el que dicen que es papá la agarro por los hombros.
Suspirando, el chico dice:
-Yo te llevo, ven - agarro su bolsa y comenzó subir la escalera.
Vinieron al largo pasillo con varias puertas.
-Esta es la mía - le dice, enseñando la primera puerta. - Es la de ellos - dice para la de derecha del otro lado del muro.
Abriendo la que está a lado de la de él, entra y dice dejando la maleta.
-Si algo necesitas, llama. Ahí tienes tus fotos - dice enseñando a la mesa. - No te quedes ahí, es tu cuarto - le dijo, porque se quedó en la entrada, contemplando.
Cuando entre, él salió cerrando la puerta. Quede aquí en medio del cuarto sin saber, ¿qué ahora?
Paso una semana más, desde que estoy en este estado. Todo me es desconocido y las personas apenas me hablan y cuando lo hacen es para recordarme a algo o para consolarme, que termina en lágrimas para ellos.
-Ve esto - dijo el hombre, acercándoseme con un álbum. - Esto estamos en las vacaciones de campamento, era la peor - dice, rompiendo a reír.
Mientras yo lo miro como si fuera idiota. Cuando se dio cuenta aclaro la garganta y paso a otro. Y así varias veces hasta que no se nos unieron los otros dos y los tres reían y recordaban lo que hizo que a mí se me quebré la paciencia.
-¡Ya basta! - grité, levantándome.
Se callaron y me miraron desde sus lugares.
-¡No me ayudan, ¿ok?! ¡Todo que me enseñan no lleva a nada, ni la comida y lo que dicen, nada!
-Hijo - dice la señora, poniéndome la mano en el hombro y yo me alejo.
-Yo no soy su hijo, no siento nada por ustedes - les digo en un arrebató.
-Eeey. Mejor cállate - me advierte el chico porque los padres son demasiado afectados.
-¿Y quién va a ustedes? Me siente horrible de estar aquí sin recordar nada. Los veo intentar de todos modos y no va, ya dense por vencidos.
-¡No podemos, ¿cómo no lo entiendes?! Eres nuestro hijo - dice señor.
-¡No soy! De él no queda nada, no recuerdo nada de él. Lo único que tengo es su cuerpo y nada más.
-No digas eso o... - dice el chico deteniéndose con la mano echa puño en aire.
En cambio, de golpearme se fue por la puerta.
-Hijo, solo queremos ayudar - dijo hombre.
-Me hacen sentir más mal, eso es lo único que logran.
-¿De verdad no hay nada en tu mente? - pregunta mujer.
-Nada. No tengo ningún recuerdo de lo que ustedes me enseñaron y contaron. El único recuerdo que tengo es de una voz, una voz suave y alejada, creo que es de una chica. Seguro alguna enfermera - dije descartando cualquiera ilusión y me fui a mi cuarto.
-Por dios, recuerda a Nisa - dijo Verónica.
-¿A Nisa, como es posible eso? - pregunta Rodrigo, sorprendido y confundido.
-Ella pasaba mucho tiempo a su lado en el hospital. Le leyó, le contaba el día, lo trato como un diario.