Te lo contaré todo, solo quédate hasta que alguien venga a buscarme, prometo que no será muy largo...
Ya no cuento los días, creo que esa cifra solo sigue subiendo sin detenerse.
Puedo afirmar que esto es realmente un accidente de principio a fin, llegaste una tarde de invierno, de pura casualidad me encontraba en ese mismo lugar y a la hora precisa, salía de una situación repudiada por mis conocidos y llevaba dentro de mí una estaca que no había quitado en años.
Jamás pude ver el alma de una persona pura e inocente con la cual contagiabas la mía, era una mezcla de sinceridad y felicidad. No paso mucho hasta que comencé a sentir los efectos de esta nueva sensación: Incremento de alegría, desinterés por el futuro, escucha activa, y afinación perfecta. El único síntoma que mis cercanos podían percibir era mi sonrisa, no lo sabía aún, pero ya había perdido esa pequeña guerra. Deambulabas sin razón alguna en mis pensamientos, y un viento fresco te sigue como la estela de un cometa, era reconfortante saber que, después de todo, tu presencia no se iba por completo pues quedaban rastros escondidos e imperceptibles por el ojo humano. No puedo pensar claramente como ocurrió todo, aún sigo aturdido por los acontecimientos y mi alma quedó en shock por todo. Día a día iba reconstruyendo mi escenario con cada pieza que al pasar soltabas por el camino, me sentaba frente a mi existencia y me preguntaba diariamente si debería tomar en serio mi situación, después de todo no me enorgullece tener la experiencia que me precede, momentos interminables de mala suerte en esta materia, creía haber aprendido algo por lo menos de cada momento, una tesis sacada desde lo más profundo de mis memorias, pero el tiempo me enseñó que poco o nada he aprendido a fin de cuentas.
La espera se volvió un dolor insufrible, y poco a poco supe aceptar el diagnostico propuesto, comencé a imaginarme dentro de un mundo donde un “tu” y un “yo” pudieran existir en el mismo guion escrito por una mano misteriosa. Me deje llevar por un desconocido y me repetía a mí mismo “esta vez será diferente, sé que así será”, y un día solté aquella frase que marcó en ambos un hito importante, aquel “me gustas” acompañado de una canción con la cual pedía perdón al mismo tiempo, pues me sentía culpable al saber que esa podía ser la última conversación, jamás me imaginé que podrías llegar a decir esas palabras dirigiéndote a mí con una sonrisa armoniosa.
Al desaparecer de mi vista, mi aliento se enfrió de repente, ya no me quemaba la garganta, había saldado mi cuenta finalmente, y por el resto de la noche lo único que surgió en mi después de todo fue una paz interior que calmaba la marea de mis temores. Cada palabra dicha y escrita entre nosotros, allanaba el camino que poco a poco se formaba para encontrarnos, cada “buenos días” era imaginarme tu mano acariciando mi rostro y cada “buenas noches” era sentir la calidez de tus palabras saltando en mis mejillas, no tenía miedo de arriesgarme porque sabía que poco a poco ese miedo que sentía lo ahogabas en lo profundo, tus palabras me recordaban el hablar con una fiel amiga, era sentir un sueño frente a mis ojos, era simplemente tranquilizante.
Al pasar los días me encontré en la posición de decirte lo que poco a poco habías construido sin darte cuenta, y como siempre pedir perdón pues una vez más, tenía miedo de perder aquel tesoro del cual no me sentía merecedor, y creo que escogiste el mejor lugar para poder poner fecha a nuestro inicio como “tú y yo”.
Jamás he de olvidar aquella mirada en la noche, unos ojos que hablan de amor con solo mirar, aquella noche sentí dentro de mí una gran responsabilidad, pues escuché salir de tus labios que no tengo defectos aunque yo re repetía a capa y espada que dentro de mí los defectos me sobrepasan. Soñar día y noche en como mi mano se sintió segura entrelazando la tuya, como nuestros pasos sincronizados marcaban un compás único con la distancia, aquel poema que salió del alma sin necesidad de buscar, sin necesidad de encontrar.
Cada uno de nuestros días eran únicos, tallados por la sorpresa y la felicidad, poco a poco esto me dio miedo, a que pienses en irte de la nada, y así me lo hiciste ver, “de poco a poco” respondí a esa duda que te llenaba el corazón pues la experiencia en este asunto era más grande que mi estatura y un frio corrió por mi espalda al saber que ya a tan corto tiempo la duda invadía nuestros corazones, trate con todo mi ser de que poco a poco eso pase, y tuve miedo cuando solté desde el fondo de mi corazón lo que reafirmaría mis sentimientos por ti, aquella frase que renueva el hilo rojo que separan dos personas, ese día supe que sin importar lo que haga quería que tu estés allí conmigo, y dentro de mi surgió una frase que profesé hasta el cansancio: “ella es”.
No sé cómo pudo pasar esto, si tan solo supieras que mi corazón pierde el ritmo al saber que no te puedo mirar con los mismos ojos, que mis labios se secan a la espera de encontrar los tuyos, la lluvia empapa cada momento de mis días, y aunque no lo muestre sufro al no poder escribirte, llamarte, hablarte, con el mismo amor que en aquellos días, pues te perdí y no sé por qué, trato desesperadamente de revisar los antecedentes de aquel accidente, para poder comprender por qué este dolor post traumático no termina ni por un segundo. Repaso día y noche los archivos que conforman mis recuerdos en busca de justicia para este amor que no acepta de ningún modo que tal historia haya acabado.
Chezco Ojeda