Mi regalo navideño, tú

CAPITULO 4

Han pasado más de tres semanas y mi relación con Eric, aunque quiere parecer que es la misma, ha cambiado. Deseaba de todo corazón que esto no pasara, que no me hiciera a un lado después de lo que pasó entre nosotros pero por desgracia no ha sido así, Eric me evita.

Si llego pronto a la perfumería el se sube a la planta de hombre, si estoy tomando café en la sala, me habla solo de trabajo, bebe rápido su café y se marcha.

Lo he visto muy sonriente con una de las nuevas, puede que ese sea el motivo de su alejamiento.

He venido a pasar la tarde a casa de Eva y a compartir con Emma. Estos días necesito estar acompañada cada vez se acerca más la navidad, supongo que eso hace que esté más susceptible.

—Maía, ¿pedes contame ota vez el cuento pofi? —pregunta nuestra princesita.

—Pero si te lo he contado dos veces Emma —protestó encantada. 

Emma se sienta en mis piernas en el sofá con su cabecita en mi pecho y me dedico a leerle por tercera vez el cuento de Rapunzel. A medias de contar le hago señas a Eva para que vea como a su hija se le cierran los ojos encima de mi y hace el esfuerzo por volverlos abrir.

—No, muchachita, no. Toca que te vayas a la cama, no  encima  de María, tienes que dormir un poco la siesta, ella por la tarde seguirá aquí con nosotras —interviene  Eva cuando  se le van a cerrar de nuevo. La alza en brazos y se la lleva.

—¡Prepara un café María! —grita desde la habitación de la niña. —Dalia me dio galletas de jengibre.

En la cocina con la cafetera ya en marcha, apoyo mi trasero en sus cómodas sillas. Mi amiga regresó al poco rato y  sirve los cafés, también coloca encima de la isla las que son  mis galletas  favoritas de jengibre.

—María, todo son suposiciones tuyas, Eric es  el mismo de  siempre  solo que estamos cerca de Navidad y sabes que está estresado —explica tranquila—, solo se irá  unos días antes de lo acordado, es normal que tenga ganas de estar con su familia. 

—No, se lo que te digo, desde esa noche ni siquiera me mira —contesto triste al tiempo que muerdo una galleta de jengibre—. Al principio no era así, pero… que asco. ¿Qué tienen estas galletas? —exclamó escupiendo los trozos de mi boca en una servilleta y prosigo hablando—. Con los días la cosas han cambiado, ayer mismo subí a la planta de hombres estaba con un cliente, me miró y siguió hablando. —Eva me mira muy seria, Eric ha decidido marcharse una semana antes a su casa para celebrar navidades supuestamente, según mi amiga, claro está. Yo sólo pienso que quiere tomar distancias conmigo. 

—María estás galletas están riquísimas como siempre —menciona comiendo una.

—Quizás solo era esa, dame otra. —Pido estirando mi mano. Vuelvo a masticar otra galleta con un sabor malísimo, tanto que empiezan a darme arcadas.

No sé como se ha revuelto mi estómago de esta manera. Salgo corriendo literalmente hacía el baño, vomitando toda la comida. Eva me sigue de cerca, me ayuda a levantarme y me hace una pregunta que cambiará mi vida.

—María ¿Puede ser que estés embarazada? —Mi mundo se acaba de venir abajo, no puede ser, la noche que pase con Eric no nos cuidamos, tan solo no lo previmos. Estábamos bebidos, nadie pensó en  lo  que en un futuro podría pasar. No bpuedo  estar embarazada ahora. Mil preguntas sin respuesta me atacan—. María imagino que tu silencio significa que podrías estar embarazada. ¿Me equivoco?

—No lo sé —susurro dejándome caer en el sanitario de nuevo—. ¿Qué voy hacer? —En este momento el miedo recorre mi cuerpo a mil por hora, «necesito una farmacia de guardia», pienso.

—María no estás sola, nos tienes a nosotras y estoy segura que si hablas con Eric, él te apoyará. Pero antes de ponerte nerviosa piensa que puede ser un virus de estómago —explica mi amiga.

No pierdo el tiempo y salgo en busca de una farmacia, Eva quería acompañarme pero Emma está dormida y no puede dejarla sola, le he prometido que volvería a su casa a hacerme el test así. 

Una vez en la farmacia y compro tres test para asegurarme que no existan fallas. De camino a me doy cuenta que estoy temblando.

¿Cómo afrontaría este embarazo? Es una pregunta que no me gusta tener que hacerme.

Llego al piso de Eva, mi amiga me ayuda con el abrigo y me acompaña hasta el baño, nota claramente mi ansiedad cuando toca mi brazo alentándome.

—Pase lo que pase estaremos aquí como siempre, no estás sola. —Me meto en el baño y hago las tres pruebas a la vez, al salir cierro la puerta a toda prisa no sé si prefiero mirar o no mirar lo que me depara el futuro.

Mi amiga me abraza y me mantiene pegada a su pecho, no quiere que me separe es su forma de darme ánimos. Pasan cinco minutos cuando decido que es hora de entrar, ya en la puerta desisto y con una mirada le pido  que lo mire. Cuando ella se gira a mirarme en sus ojos veo la respuesta.

 




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