2da CARTA

Querido...

¿Sabes? Hoy lo vi.

No fue planeado, ni siquiera estaba preparada para ese momento. Solo sucedió, como esas cosas que el destino lanza de golpe, sin aviso. Allí estabas, con su sonrisa intacta, esa que siempre lograba iluminar mis días, pero que ahora era para alguien más.

Reía. Reía con ella, tan despreocupado, tan ajeno al caos que aún llevo dentro. Iban en la misma moto, la nuestra, esa que alguna vez fue testigo de nuestras historias, de nuestras risas, de nuestros silencios. La misma que me enseñó lo que era aferrarme a alguien, confiando en que jamás me soltaría.

Y, ¿sabes qué es lo peor? Por un momento, mientras lo veía, lo amé otra vez. Lo amé con la misma intensidad con la que lo amaba cuando me decía que todo estaría bien. Lo amé a pesar de que estaba tan lejos de mí, tan cerca de ella.

¿Cómo pudo hacerlo? ¿Cómo pudo dejarme y seguir adelante tan rápido, tan fácil? Mientras yo apenas logro respirar sin sentir que el aire me falta, mientras sigo tratando de reconstruirme entre las ruinas de lo que fuimos, él simplemente... reía.

La imagen me persigue, incluso ahora, mientras escribo estas palabras. No es la primera vez que me lo pregunto, pero hoy duele más: ¿Cómo puede alguien que juró amarte tanto aprender a olvidarte tan rápido?

No espero respuestas. No espero que él me mire, me extrañe, o siquiera me piense. Eso ya lo entendí. Pero aún me pregunto si alguna vez fui suficiente, si alguna vez mi amor le pesó tanto como me pesa a mí el suyo.

Hoy, al verlo, comprendí algo que me da miedo aceptar: él ya no me pertenece, y tal vez nunca me perteneció realmente. No hay espacio para mí en su mundo, ni en su risa. Y eso, querido, eso me está matando lentamente.

Me duele escribir esto. Me duele pensar que mientras yo todavía caigo, él ya aprendió a volar. Pero aquí estoy, derramando lágrimas que él nunca verá, por un amor que él ya no siente.

Con el corazón hecho pedazos,

Yo.