Me quedé en el umbral de lo que fuimos,
con el alma hecha jirones de silencios,
nadie volvió, ni tú, ni el viento,
ni una palabra, ni un intento.
Abandonada, como flor sin agua,
como carta sin remitente en la madrugada,
con el pecho lleno de preguntas mudas
y los ojos buscando alguna ayuda.
Me dolió hasta lo que no viví contigo,
me dolió quedarme, me dolió el abrigo
que un día ofreciste y después quitaste,
como si nunca realmente me abrazaste.
No encontré salida en ningún rincón,
ni en el tiempo, ni en el perdón,
solo muros, y más paredes,
y mi reflejo pidiendo que no cedas.
Pero cedí. Me dejé caer sin prisa,
porque a veces el alma ya no avisa
cuando decide rendirse en silencio,
cuando solo quiere cerrar el intento.
Y aquí estoy, vacía y callada,
como una nota rota, desafinada.
No hay salida, no hay mañana,
solo esta pena...
abandonada.
#4410 en Otros
#1207 en Relatos cortos
#337 en No ficción
amor, amor juvenil rencuentros de la vida, poemas cartas y un poco de tristeza
Editado: 22.07.2025