Siento que hay demasiada luz, incluso con los ojos cerrados. Olvidé cerrar las cortinas anoche. La resaca se hace presente con martilleos en mi cabeza, presiono mis manos en ella para aliviar el dolor y tanteo la mesa junto a la cama para buscar la tableta de aspirina que dejo todos los viernes. Pero no está, gruño buscando de nuevo, pero me detengo al sentir algo de vidrio. Toco con detalle y reconozco un vaso. Yo nunca dejo vasos en mi habitación.
Abro los ojos un poco aturdida, pero vuelvo a cerrarlos al sentir una puntada en mi cabeza por tanta luz. Parpadeo un poco para adaptarme a la luz y lo primero que veo son las sábanas. Rayas. Las sábanas tienen rayas, yo no tengo sábanas con rayas. Miro la mesa junto a la cama y es negra, la mía es roja. Observo la ventana, las cortinas son blancas y las paredes azul cielo.
Esta no es mi habitación. Intento recordar en dónde diablos me encuentro, porque tampoco es alguna de las habitaciones de mis amigas. No recuerdo nada más haber bebido un poco y luego bailar. Un bostezo a mi lado pone en alerta mis sentidos y ahora soy consciente de que un brazo rodea mi cadera. Con lentitud me doy vuelta y me encuentro con unos ojos verdes que me ven sonrientes. Un grito escapa de mi boca mientras me alejo con rapidez de él, tanta rapidez que acabo en el suelo y oyéndolo reír.
-Vaya despertar -comenta acercándose al borde de la cama con una sonrisa en sus labios. Sus ojos se deslizan por mi cuerpo y es entonces cuando me percato que estoy completamente desnuda.
-¡Deja de mirar! -ordeno cubriéndome con la sábana.
-He visto mucho más de lo que me muestras ahora -presume sonriente. Abro la boca indignada y ruedo los ojos, pero la acción incrementa mi dolor de cabeza-. ¿Quieres un analgésico? -ofrece y lo miro con desconfianza, a la que responde con una sonrisa ladeada-. Te dejé dormir aquí, podría haberte drogado por la noche, hay menos testigos.
-Bien.
Se levanta de la cama y veo sus piernas frente a mí, su mano me ofrece ayuda para levantarme del suelo. Alzo la mirada pero está desnudo en su totalidad, así que la aparto.
-¿Quieres vestirte? -pido incómoda.
-No es nada que no hayas visto antes... o con lo que no hayas jugado.
-Eres un pervertido -mascullo poniéndome en pie. Se acerca más a mí y yo presiono las sábanas contra mi cuerpo.
-He sido testigo de que tú eres igual -susurra observando mis labios. Contengo la respiración a medida que se va acercando y detallo su boca. Nuestros labios se rozan, pero escucho mi móvil sonar y me aparto para buscarlo en la habitación-. En el baño -comenta tirándose en la gran cama sin preocuparle su desnudez. Voy hacia la puerta pero es la de salida, pruebo en la otra y es el armario. El móvil no para de sonar y lastima mi cabeza.
Maldita resaca, no volveré a beber.
La tercera puerta es el baño. Encuentro el aparato detrás del retrete. Lo saco en el preciso momento en que deja de sonar. Bufo irritada y busco en el registro de llamadas para devolverla.
-¡Ari! ¿Qué demonios? ¿Dónde estás? -cuestiona Selene al otro lado y yo pongo los ojos en blanco.
-Ni preguntes -murmuro levantándome del suelo y mirando mi aspecto en el espejo-. ¿Dónde estás tú?
-En casa con Drew, queríamos asegurarnos de que estabas bien.
-Sí, lo estoy -respondo acomodando la sábana en mi torso para que funcione de vestido.
-¿Nos vemos para cenar?
-Hoy no puedo, tengo que arreglar detalles de la fiesta, pero podemos desayunar mañana.
-Bien, cualquier cosa, avísanos.
-Sí, las quiero -cuelgo con una sonrisa.
-Las rechazaste para almorzar conmigo, encantador -Su voz me hace cerrar los ojos para armarme de paciencia.
-¿Es mucho pedirte un poco de privacidad? -inquiero y él sonríe-. ¿Y utilizar ropa en mi presencia?
-Ayer me pedías todo lo contrario.
-Estaba ebria -justifico moviéndome incómoda-. Te agradecería que dejaras de recordarme lo que hice y dije ayer.
-No recuerdas, ¿verdad? -cuestiona apartándose para dejarme pasar.
-Estaba muy ebria, ni siquiera recuerdo cuándo nos encontramos.
-En la barra, me acerqué a donde estabas y me sacaste a bailar.
Sí, era muy probable. Me comentaron que al estar borracha me gusta bailar y arrastro a cualquiera que esté cerca a bailar. Comienzo a buscar por la habitación mi ropa.
-Por favor, dime que nos cuidamos.
Me pongo mi ropa interior intentando no mostrar mucho y luego mi vestido.
-Nos cuidamos, tranquila -responde acercándose. Volteo hacia él y me tiende una pastilla junto con un vaso de agua. La tomo con rapidez porque mi cabeza me está matando y veo que esta vez lleva puestos unos calzoncillos azules-. ¿Quieres esperar un poco más y comemos juntos?
Abro la agenda de mi celular y veo que estoy libre hasta la noche en que debo probar platillos para la fiesta.
-Si sabes cocinar... -murmuro y él sonríe de lado empujando mi rostro.
-Arregla tu cara y hablamos -se burla antes de salir de la habitación.
Ruedo los ojos mientras niego y vuelvo al baño. Lo primero que hago es desenredar mi cabello, realmente es un desastre. Luego lo recojo con una liga y me limpio el rostro eliminando todo el maquillaje que ha quedado. Lavo mis dientes con un cepillo nuevo que encuentro en uno de los cajones de abajo. Decido no ponerme los tacones porque prefiero dejar mis pies con libertad un poco más de tiempo.