Capítulo 17: Compras
Pasó una semana desde la fiesta y se suponía que Evan debía marcharse en la noche. Estaba por ayudarlo a preparar su maleta cuando me dijo que le dieron otra semana. Me resultó un poco extraño, pero no dije nada. Me alegré por él y lo invité a salir, pero curiosamente tenía planes.
Las cosas marcharon bien, Drew y Kyle están saliendo como pareja, pero aún no son tan oficiales. Kate y Dylan van lento, pero al menos están saliendo. Amber me contó que las cosas con su vecino acabaron no de buena forma. El imbécil no quería ser exclusivo con ella y las cosas terminaron tan rápido como empezaron.
No he visto a Selene en toda la semana, su trabajo la mantenía ocupada y sospecho que algo más también. Así que conseguí que me acompañara a comprar cosas para la próxima fiesta que daré. Llena el carrito de vasos plásticos mientras no dejo de verla. Está hablando por teléfono y tiene una gran sonrisa, incluso ríe. La veo muy risueña y río por lo bajo.
—Será una intoxicación segura —dice riendo. Pasamos a la parte del licor y comienzo a tomar varias botellas—. No sabes nada sobre comidas vegetarianas… Mejor déjame cocinar a mí y tú te ocupas del postre —Observo las fechas de caducidad antes de meter las botellas al carrito—. Nos veremos luego —Cuelga e inspecciona las botellas de vino.
—¿Cuánto alcohol debemos llevar?
—Una botella de cada tipo estará bien, igual pedí que trajeran alguna bebida al menos —comento tomando el vino blanco me gusta—. Este es el mejor —Hace una mueca antes de tomar otra marca del tinto.
—A mí me gusta ese en tinto. Esa cosecha no es tan buena como la del año siguiente, sólo quedan sobras ya.
—Uhm, tienes razón. Además puedo sentir que el alcohol y las uvas no se complementaron muy bien.
—El sabor a alcohol está por encima del de la uva.
Asiento de acuerdo con ella y miramos qué más comprar.
—¿Es muy pronto para llamarte cuñada? —murmuro tomando un Jack Daniels. Clásico y seguro. La miro de reojo y podría jurar que está un poco ruborizada.
—Creo que no es la palabra adecuada —dice mientras caminamos por el pasillo dejando los licores—. Salimos un par de veces, nada más. Sabes que no podría ser algo serio.
Eso es cierto. Evan vive en New York y Selene tiene su vida en Los Angeles. Es un poco difícil mantener una relación a distancia y no querrán mudarse porque ellos tienen su trabajo y su vida ya organizada. Me siento terrible de no haberlo pensado bien antes.
—Es mi culpa, lo siento —murmuro acariciando su hombro antes de ver los precios de los fideos.
—No te disculpes, gracias a ti pude sacarme las ganas de besarlo —Nos reímos y elijo llevar unos espagueti—. Ambos sabemos que cuando él se vaya, todo acabará. Pero al menos será un bonito recuerdo.
—Supe que se pidió una semana más de vacaciones.
—Sí, dijo que extrañaba Los Angeles y que una semana no era suficiente para ver todos aquellos lugares que antes veía a diario.
—No me digas que te está llevando a esa aburridas guías turísticas —Selene desvía la mirada y yo bufo buscando algunas legumbres—. Mi hermano es tan aburrido a veces. No puedo creer que esa sea su idea de una cita con su amor de la adolescencia.
—Sería bueno que alguien le diera algunas sugerencias… —comenta eligiendo otros tipos de fideos.
—Por supuesto que se las daré —afirmo con el ceño fruncido—. Guías turísticas… ¿Quién en su sano juicio lleva a un local a recorrer su ciudad? ¡No hay nada que no hayas visto de Los Angeles!
—Pienso que pueden ser los nervios… ¿Recuerdas cuando nos dijiste que éramos pareja para tu fiesta? ¡Se atragantó con vino!
—La ciudad lo volvió más torpe —Selene ríe mientras pasamos por la góndola de lácteos—. El otro día estaba cocinando y se quemó cuando quiso probar la comida a escondidas. La verdad es que esperaba más del editor en jefe del New York Times.
—¿Has notado que parece más relajado? Creo que su trabajo no lo deja descansar bien —dice y agrega yogures al carrito—. ¿Dónde está la leche de almendras?
—Aquí, seño… —Ambas nos quedamos en silencio al ver a Jordan en la otra punta de la góndola—. Aria…
Estoy bastante sorprendida de verlo aquí, asumo que estará un tiempo en la ciudad y por eso está de compras en el supermercado que sueño frecuentar desde niña. Se acerca a nosotras con una pequeña sonrisa y le tiende un envase de cartón de leche de almendras a mi amiga.
—Gracias —musita la morena sin dejar de evaluarlo con la mirada. No digo nada, espero que él lo haga o que se vaya.
—Vaya sorpresa, nena —Creo estoy sintiendo unos ligeros pinchazos en el pecho, pero trato de ignorarlos. No voy a darle a alguien el poder de destrozarme de nuevo.
—Lo mismo digo.