Mi mama me miraba con ojos llorosos y yo solo miraba al suelo. Mi avión salía en minutos y aunque ella me había pedido que me fuera, parecía no querer dejarme ir.
—No quiero te vayas pero es lo mejor.—se limpio las lagrimas y yo suspire.
—Lo que digas mama.—bese su mejilla por ultima vez, tome fuerte mi mochila y fui hacia la fila.
No mire atrás y tampoco me importo que mi mama llorara, ella había elegido quedarse con su novio y decidió que yo era una molestia e impedimento para ella, no le importo que yo dejara todo una vez por irme con ella y ahora tampoco le importo que tuviera que irme y dejar todo otra vez.
Cuando salí fuera del aeropuerto a buscar un taxi respire aire americano por primera vez en seis años, sonreí porque me sentía mas en casa que en todo el tiempo que estuve en Italia. Aquí no fingía nada, aquí era invisible y me gustaba de esa forma. Cuando llegue a casa, apenas baje del taxi mire la casa en la que nací y un sentimiento de nostalgia me invadió, mama nunca me había dejado venir a ver a papa, aunque hablaba con el todos los días y el fue a verme dos veces, ella no me dejo venir porque dijo me arruinaría, pensándolo bien yo creo ella tenia miedo que yo me quisiera quedar, aunque ahora no le importaba tanto. Papa salió y al verme una sonrisa se planto en su rostro, mi estomago hizo cosquillas y lo abrace, la sensación de seguridad que solo el abrazo de un padre te daba era algo increíble.
—Te extrañe tanto papi.—el me levanto del suelo y rei.
—Ya no nos vamos a extrañar mas.—beso mi frente y cuando miro hacia enfrente una sonrisa, notablemente, falsa estaba en su cara.
—Buen día señor.—mire hacia donde miraba papa y lo vi, era Matthew, lo recordaba, tenia una foto de nosotros de niños colgada en la pared en donde era mi habitación. Recordarlo y la forma en que me sonrió me hizo sonrojarme, le sonreí y baje la mirada.
—Buen día Matthew.—papa me volvió a mirar y me dio una sonrisa sincera.—Entremos.—el tomo mi maleta y mochila y yo lo agarre del brazo.
Cuando entre a la casa, vi a Mugroso mirándome desde el sillón con las orejas paradas, la ultima vez que lo vi y lo acaricie fue antes de irme y ahora estaba enorme, corrió hacia mi y yo pegue un grito cuando me salto y ambos caímos a el suelo, el encima mío mientras me lamia la cara, yo estaba entre asqueada y feliz de que no quisiera comerme y si me reconociera.
—Parece que Mugroso también te extraño.—reí otra vez y me levante, el perro no dejaba de olerme y caminar alrededor mío moviendo la cola.
—Por lo menos no me quiso comer.—papa rio y asintió.
—Deje tus cosas en tu antigua habitación, la limpie pero seguro vas a querer remodelarla.—le sonreí a papa en agradecimiento y fui hacia la habitación con Mugroso siguiéndome.
El perro salto a la cama y se acostó observándome. Cajas con mis otras cosas y parte de mi ropa ya estaban aquí, la había mandado hace unos días, solo estaba la cama sin sabanas y un pequeño sillón de dos cuerpos y una cajonera muy pequeña. Probablemente papa me compraría un escritorio y quizá estantes, abrí una caja y vi mi pizarra de corcho, la saque y la colgué, ahí también habían algunos libros de la escuela y que me gustaban pero eso no lo podía acomodar. Abrí otra caja y vi mis sabanas y toallas, olían a mi antigua casa, olían a Italia, suspire con nostalgia y saque las sabanas, llame a mugroso e hice mi cama, papa entro con un plato y algunos sándwiches.
—Hay que comprarte un escritorio o puedes elegir uno de la tienda si quieres.—asentí y tome uno de los sándwiches.-y te hare unas repisas.
—Gracias papa y como que no me entra toda la ropa en esa cajonera, creo ahí solo meto mi ropa interior.—el rio.
—Lo suponía, ya me estoy encargando de eso, tu no te preocupes.
—También debo ir a la universidad, algunos tramites los hice por internet antes de venir pero hay cosas que no y quiero arreglar eso así empezar lo antes posible.
—Puedes llevarte el auto ¿Sabes manejar?—reí y asentí.
—Papa tenia mi propio auto y también se manejar motocicletas.—papa me miro con el ceño fruncido.
—Mi nov...mi ex novio, tenia una y me enseño pero no me gustan, para nada.—me miro analizándome y yo le sonreí.
—Esta bien. Debo ir a trabajar, iré caminando, las llaves están encima de la mesa de la cocina, te dejo dinero y le echas gasolina.—asentí y seguí comiendo.—y cuando termines pasa por la tienda, así veremos lo de tus muebles.—volví a asentir y el me beso la frente y se fue.