Hace varias horas que estoy buscando a mi niña con desesperación, pues unas horas atrás estábamos felices las dos por pasar todas esas horas juntas, ya que desde que me he separado de mi ex no he parado de trabajar para intentar darle un hogar digno a Cleta, así he llamado a la luz de mis ojos desde que me enteré de que habitaba en mi barriguita.
Oscar nunca quiso ser padre y tuve que esconder mi embarazo por miedo, pero todo se arruinó cuando me descubrió fajándome a los cuatro meses de gestación y a pesar de que puso el grito en el cielo, no le permití que me lastimara.
Cuando mi bebé nació, los celos de él eran cada vez peor, argumentaba que ya no teníamos tiempo para nosotros, que solo me ocupaba de ella dejándolo abandonado y que esa cosa, como él la nombraba, me impedía amarlo.
Sé que un niño te demanda tiempo, pero mi princesa era muy buena, si lloraba era porque estaba sucia o tenía hambre, después no se le escuchaba para nada.
Calculo que era su curiosidad la que la distraía, pues en varias ocasiones la encontraba riéndose solita y sus carcajadas eran lo que me reconfortaba.
Oscar, nunca le interesó pasar tiempo de calidad con nuestra niña, pero el amor que yo le brindaba era más que suficiente o eso es lo que quería creer para no reprocharle a mi esposo por su abandono.
Cleta era una chiquita adorable, sus mejillas rosas más su piel sumamente blanca sumado a sus grandes ojos café no pasaban desaparecidas, ella llamaba la atención por dónde pasaba y si oían su dulce tono de voz, derretía corazones.
En su cumpleaños número cinco, decidí festejar ese acontecimiento a lo grande e invité a todos sus compañeritos de jardín a casa para que disfrutara de ello. Pero mi sorpresa fue catastrófica al encontrar a la persona que supuestamente me adoraba junto a una de las madres que acompañaba a su hijo a la fiesta, manteniendo intimidad en nuestro despacho.
Desde ese momento, me separé de Oscar, él me culpó por no cumplir como mujer, cosa que era mentira, aunque para no seguir discutiendo, esa misma tarde, armé dos maletas con mis pertenencias junto a las de Cleta y me fui del que por años fue mi hogar. Compré ambos boletos de colectivo hacia mi ciudad natal y nos marchamos.
La nostalgia me abrazó al llegar a la vivienda en la que no había venido desde hace muchísimos años, pues después de la muerte de mis padres no quise volver y Oscar estaba feliz por ello.
Me puse manos a la obra y con ayuda de mi pequeña dejamos el espacio pulcro para que podamos habitarlo. Con alegría, usé mis ahorros en comprar un arbolito de navidad más su decoración para esperar ese acontecimiento que nos alegraba a ambas.
Conseguí un empleo de mañana y otro de noche para poder mantenernos y la primera semana contacté a un abogado para que me desligara del matrimonio que me absorbía por completo. Ahora comprendo que le permití a Oscar encerrarme en su burbuja para que solo dependiera de él por más de diez años, cosa que no veía mal, ya que el miedo a estar sola me atormentaba.
Tuve que bloquear el número de mi ex cuando comenzó a atosigarme en el instante que le llegó la demanda de divorcio, pues sus innumerables mensajes insultándome me llenaban de inseguridad y temor. Gracias a los consejos de doña Cecilia, mi vecina, la cual cuidaba de mi niña cuando yo trabajaba, comprendí que él quería intimidarme para que volviera a su lado, pues en el último texto que leí de él mencionó que si me deshacía de Cleta, los dos volveríamos a ser felices como antes, desquiciado.