Mi salvador en navidad

Capítulo 7

La policía no pudo obtener ninguna huella de los malhechores que destrozaron mi casa. Pero la nota que encontré sobre la encimera de la cocina me deja en claro que ha sido Oscar.

“Verte junto a otro hombre de la mano no está bien visto, ya que eres una mujer casada. Recuerda que eres mi esposa hasta que uno de los dos termine debajo de la tierra”

Cómo lo suponía, mi ex no ha querido firmar el divorcio, aunque la buena noticia que me ha dado mi abogado al afirmar que no es necesario que él lo haga para liberarme de sus garras, ya que tenemos las fotos que le había tomado en el despacho junto a esa mujer antes de interrumpirlos y esas imágenes nos sirven para desligarme sin su consentimiento para demostrar su infidelidad.

Ilan no se ha marchado y se lo agradezco, pues entre los dos reconstruimos mi casita, pusimos alarma por las dudas y se ha quedado a vivir aquí.

Por lo que me ha contado, él estaba de vacaciones cuando rescató a mi Cleta, ya que su trabajo le permite viajar, pues se dedica a vender cosas por internet en una página web que ha creado y mientras tenga wifi, puede moverse a dónde desee con soltura.

—Te ves hermosa —mis mejillas se tiñen de rojo al escuchar a Ilan detrás de mí.

—Gracias —respondo nerviosa.

Nos estamos preparando para festejar el Año nuevo junto a doña Cecilia y su hijo. En esta semana, no he ido a trabajar, no quise despegarme de mi hija por temor a que Oscar intente llevársela otra vez. Aparte, al remodelar mi vivienda para hacerle un cuarto a mi compañero, encontramos un maletín con dinero que le pertenecía a mi padre.

Mi viejito no confiaba en los bancos y escondía sus ahorros en los lugares menos pensados.

—Mami, apúrate —me llama Cleta desde el comedor—. La abuela ya vino a avisarnos que la comida se encuentra servida.

—Estoy lista, vamos antes de que se enfríe —vocifero al pasar al lado de Ilan.

—Muy hermosa —decreta ronco y apuro mis pasos.

Desde hace unos días, me he sentido atraída por él, pues se ha desvivido por nosotras y sus atenciones son muy diferentes a las que estaba acostumbrada, cada vez que me mira con intensidad, me acaloro y creo que eso le divierte.

Salimos riéndonos de los chistes malos que Ilan nos ha acostumbrado para distraernos y llegamos a la casa de mi vecina. Golpeo la puerta y al escucharla cuando nos permite pasar ingresamos. Todo se ve delicioso, divino, las luces parpadeantes más las velas que decoran el comedor logran darle al ambiente esa magia de estas fechas.

Comemos como una gran familia, quedan pocos minutos para que se haga la hora del brindis y junto a Ceci nos apuramos para vestir la mesa con garrapiñadas, turrones y confituras sumada a las copas que utilizaremos.

—Adiós, año viejo y feliz año nuevo. —Decimos en voz alta los cinco mientras chocamos nuestras bebidas.

—Mami, sigue con la tradición —me avisa Cleta señalando hacia arriba en el instante que Ilan se para frente a mí para saludarme—. Tienes que darle un besito, el muérdago lo demanda.

—En Argentina no existe esa tradición, hija. Pero para que no te pongas intensa lo voy a hacer —Él me guiña un ojo y niego. Veo que estira sus labios y tomo su rostro corriéndoselo hacia un costado, le doy un sonoro beso en su mejilla y las carcajadas de los presentes explotan.

—Eso es trampa. Lo sabes —expone Ilan cuando me suelto de su agarre.

—Para nada, como dije, no es una tradición nuestra, agradece que lo hice igual —le respondo.

—Me lo voy a cobrar. No es bueno empezar el año con deudas —comenta.

Los fuegos artificiales resuenan y nos dirigimos hacia afuera para verlos, mi hija corre alrededor de nosotros con una de las estrellitas encendidas mientras admiramos como el cielo nocturno se ilumina con los destellos.

—Nos quedamos sin sidra, pensé que las que había comprado nos alcanzaría, pero no me percaté de que es uno de mis líquidos favoritos y lo comencé a beber antes de tiempo —comenta Cecilia haciendo un gracioso puchero.

—No se preocupe, ya le traigo más, en casa tienen que estar las que guardamos en la heladera esperando que algún alma caritativa las deguste —bromeo—. Ya vuelvo.

—¿Quieres que te acompañe? —me pregunta Ilan sin dejar de ver como mi niña le da a unos de los chicos de la casa de enfrente una de las estrellitas.

—No es necesario, cuida de Cleta, no tardo —le aviso.

Camino hasta mi hogar, me extraña que la alarma no se haya disparado al entrar, pero me tranquilizo al pensar que quizás no la prendimos. Me guío por las luces que provienen desde el exterior, saco las botellas y cierro la puerta del refrigerador con uno de mis pies.

—¿Por qué ese mequetrefe vive con ustedes y está ocupando mi lugar? —Me paralizo al oír esa voz. Mis brazos pierden fuerza y se me cae lo que tenía entre ellos.

—La policía te está buscando. Te recomiendo que te vayas antes de que grite y alarme a mi novio —le aviso a Oscar al dar unos pasos hacia atrás.

—¿Novio? —susurra de la mala manera—. Sé que no tienes nada con ese, te he estado vigilando, amor. Recuerdas lo que prometimos en el altar —su parloteo me avisa que lo tengo a escasos metros de mí—. Juntos hasta la eternidad.




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