El mejor regalo que la vida me ha dado fue a mi Cleta, ella me enseñó que la fuerza de una madre es inigualable. Luego mi segundo regalo llegó esa noche en la que me encontraba desconsolada buscando a mi niña, Ilan se arriesgó a salvar a mi hija de las manos de su propio padre y me la devolvió. Hoy, veinticinco de diciembre, una personita más me da la dicha de agrandar mi familia convirtiéndose en el tercer regalito.
Recostada en la cama del hospital junto a mi beba preciosa, mi Cleta, Ilan, Doña Ceci y su hijo, puedo decir que soy completamente feliz.
—Ma, ya sé que papá Noel no existe, aunque todavía tengo mis dudas, pues… —decreta mi hija mayor desanimada, pues le tuvimos que decir la verdad una tarde en la que llegó de la escuela llorando porque unos de sus compañeros le afirmó que éramos nosotros los que le hacíamos los regalos que ella obtenía en cada navidad—; los deseos que le he pedido me los ha cumplido.
—¿Y se puede saber cuáles fueron esos deseos? —le pregunta Ilan.
—Que nunca nos separemos y que esa peque sea nena para poder pintarla y enseñarle todo lo que ambos me han enseñado —le responde ella.
—Preciosa, si deseas algo desde el fondo de tu corazón, estoy segura de que se te cumplirá, y si no pasa, tienes que hacer todo lo posible para que suceda —siseo al acariciar sus cabellos, ya que está recostada a mi lado.
—Yo digo que Papá Noel sí existe, así como Diosito, pues no podemos verlos, pero sabemos que nos cuidan desde donde están —reafirma.
—La hora de visita se ha acabado, por favor, retírense —nos avisa la enfermera por quinta vez.
—Yo no voy a irme. Si es necesario me escondo en el baño para que no me vea. No voy a perderme la primera noche de mi hermanita —refunfuña Cleta.
—Nosotros sí nos vamos. Debemos regresar al pueblo, ya que sacamos los pasajes. Se suponía que esta niñita nacería en unos días más, pero se adelantó —dice Ceci al dejar un beso en la frente de cada una de nosotras tres, se despide de Ilan, al igual que su hijo, y se marchan prometiéndonos que volverán.
El parto se me adelantó cuando en la mañana leí un mensaje de Oscar disculpándose de todo lo que me hizo y prometiéndome que cuando esté completamente curado volvería para intentar una relación con nuestra hija. Eso me puso nerviosa y al sentir el líquido caliente recorrer por mis piernas, Ilan me trajo rápidamente hasta aquí.
—Amor, tengo que contarte algo —comenta mi esposo al tapar a Cleta que se ha quedado dormida.
—¿Qué pasa?, no me asustes —menciono al ver su rostro preocupado.
—He llamado a tu ex para advertirle que no voy a permitir que las lastime. Pero me llevé una gran sorpresa al oírlo —él se sienta a mi lado y me toma de la mano mientras que carga a nuestra hija con su otro brazo.
»Ese hombre me juró entre llantos que lo único que desea es ser parte de la vida de Cleta y que va a esperar el tiempo que sea necesario para que se lo permitas. Deberías hablarlo con Cletita y que ella decida, sea como sea es su padre. Eso no lo podemos negar —me recomienda.
—Es verdad, pero tengo miedo a que quiera alejarla de nosotros —le digo.
—Ya sabes que no lo va a poder hacer, no se lo voy a permitir y si tengo que ir con ella para que pasen tiempo juntos, lo hago —Ilan me acaricia la mejilla.
—Mañana, se lo decimos y como dices, que ella elija —enuncio soltando un suspiro profundo.
Un año más después…
Todos estos acontecimientos me hacen amar esta fecha, pues las mejores cosas me han ocurrido el veinticinco de diciembre. Me reencontré con mi Cleta al sentir que mi vida se apagaba por perderla, también he conocido al hombre más maravilloso y para no ser menos, he sido nuevamente mamá.
Recién terminamos de despedir a nuestros amigos y a los amigos de Cleta, pues le festejamos el cumpleaños a ambas, pues mi hija mayor así lo quiso. Fue lindo ver el rostro de ella al iluminarse cuando divisó a su padre con sus abuelos ingresando a casa.
Ella desde hace unos meses mantenía largas charlas por teléfono con Oscar, aunque cuando él le pidió que se juntaran para poder abrazarla, Cleta se rehusó, pues temía que yo le dijera algo malo o que me enojara si cedía. Eso es lo que me comentó hace unos días y con prontitud me puse en contacto con Oscar para que viniese a festejar su cumple.
La navidad me ha regalado todo lo que siempre he querido. Una familia hermosa y considero que mi Cletita tiene razón.
Papá Noel sí existe, él no nos da regalos materiales, él no regala estos momentos de alegría al adornar un árbol o nuestros hogares con luces y colores, está presente en la cena familiar que compartimos y la emoción al hacer la cuenta regresiva para que lleguen las doce de la noche.
Eso para mí es la navidad, un hermoso festejo familiar en donde uno lima asperezas y deja atrás el rencor al reconciliarse con esos seres amados que han tenido algún pleito.
Navidad es amor y bendición.
Fin.