Mi segundo nombre es desastre.

Prólogo.

"Eres como un elefantito en una cristalería" es lo que siempre decía mi mamá mientras me curaba las heridas producidas por uno de mis accidentes, pues desde que tengo uso de razón he aprendido, dominado y mejorado el arte de tropezar con cualquier cosa y caer al suelo; y es que si a mí torpeza natural le agregamos el ser increíblemente despistada obtenemos una fuente bastante frecuente de accidentes y desastres.

Al principio mis accidentes tendían a preocupar a mis padres y hermanas, pero a medida que fui creciendo (y mis accidentes se volvían cada vez más vergonzosos) fueron aprendiendo a tomarle cada vez menos importancia hasta llegar al punto en el que simplemente estos eran parte de lo que me hacía ser quien era.

Déjenme decirles algo, ser torpe y distraída siendo niña suele ser tierno y algo gracioso; Pero ser torpe y distraída siendo adulta es vergonzoso y en muchos casos nada atractivo (como evidencia esta mi tristemente nula vida amorosa). Ya me había acostumbrado a ser invisible o material para friendzone del sexo masculino, por eso nunca paso por mi mente que la llegada de ese individuo cuya misión personal parecía ser volverme loca, iba a terminar poniendo todo mi mundo de cabeza.




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