La luz que entraba a raudales por mi ventana calentó mi rostro y fue sacándome poco a poco de mi sueño mientras que las aves me deleitaban con su canto mañanero… ¿A qué suena lindo verdad? Que lástima que no sea cierto pues lo que en realidad me sacó de mi sueño —de manera muy abrupta debo decir— fue mi mejor amigo y compañero de apartamento Henry tocando la puerta de mi cuarto cómo si fuera a acabarse el mundo mientras gritaba que iba a llegar tarde al trabajo y que me despertara rápido, es necesario aclarar que sus gritos además de despertarme lograron que me cayera de la cama y me golpeara el brazo —otra vez— contra el suelo, al oír el alboroto Henry abre la puerta de mi cuarto y encontrándome en el piso pregunta:
— ¿Qué haces ahí abajo?
—Es que vi que el piso necesitaba un abrazo y yo amablemente decidí dárselo —le respondo mientras me levanto.
—Pero que tierna eres, aunque no deberías preocuparte por el piso sino en alistarte pues vas a llegar tarde al trabajo.
—Enseguida me levanto, gracias por despertarme Henry.
—De nada, realmente no sé qué sería de tu vida sin mí.
—Tampoco exageres tanto —digo mientras me encamino al baño.
Luego de tomar lo que a mi parecer es la ducha más corta en la historia de la humanidad comienzo a vestirme y para ahorrar tiempo decido usar un simple vestido negro con flores blancas, unas zapatillas rojas y una chaqueta blanca. Una vez vestida, me acerco a la cocina donde Henry me entrega mí preciado café en un vaso plástico para llevar mientras que su novio Tomas me saluda y me entrega un muffin, me despido de ellos y rápidamente salgo del departamento rumbo a mi auto.
Una vez que llego a él, coloco la llave en el contacto y cuando voy a encenderlo nada ocurre, lo intento varias veces más y al obtener el mismo resultado salgo del auto frustrada caminando hacia el vestíbulo para pedirle al conserje que llame al mecánico para que revise mi auto. Después de una mirada rápida al reloj en mi muñeca decido no perder más tiempo y salgo frenéticamente a la entrada del edificio para tomar un taxi pero ninguno se encuentra a la vista.
Tengo la teoría de que a los taxistas les encanta jugar con las personas pues cuando no necesitas de sus servicios aparecen como moscas, pero al momento de que en realidad los necesitas desaparecen sin dejar rastro alguno.
Finalmente un taxista parece apiadarse de mi miseria y se detiene, me apresuro a montarme y al momento en el que doy la dirección de la editorial siento que puedo respirar con alivio cosa que dura solo hasta que ojeo de nuevo la hora en mi reloj y me doy cuenta de que voy más tarde de lo que pensaba.
Aquí va otra teoría: Sé que los taxistas saben cuándo vas realmente apurado y necesitas llegar rápidamente a un lugar así que en su infinita maldad deciden tomar el camino más largo y con más atascos que conocen.
Así que aquí me tienen, al borde de un ataque de ansiedad mientras entro a la editorial Camaleón 40 minutos más tarde de lo que acostumbro y solo a escasos minutos de que comience la reunión semanal de editores en jefe, camino lo más rápido que puedo hasta el ascensor y cuando estoy a punto de llegar alguien aparece de la nada y tropieza conmigo derramándome encima el poco café que me quedaba en el vaso.
—Simplemente genial —murmuro mirando el desastre que hay en mi ropa.
—Para la próxima fíjate por donde vas —dice una voz que no conozco y que le pertenece a un hombre rubio con impresionantes ojos azules con una mirada de suficiencia surcando su perfecto rostro.
—No sé de qué hablas, si yo no fui la que se apareció de la nada y ensucio tu ropa —reclamo señalando la mancha de café que ahora adorna mi chaqueta.
—No sé por qué te molestas si hasta te hice un favor, esa chaqueta es horrible.
—Oye yo sé que no todos son fanáticos de los lunes, pero eso no te da derecho a ser grosero conmigo.
—No estoy siendo grosero, estoy siendo honesto y eso no tiene nada que ver con que sea lunes.
—Mira rubiecito —le digo cada vez más enfadada pues este día solo parece empeorar—, no sé quién demonios te crees que eres pero no puedes venir a ensuciarme y luego…
—Sabes que, tengo cosas más importantes que hacer que escucharte —me interrumpe y luego se aleja.
Cierro mis ojos y comienzo a respirar profundamente para calmarme antes de subir al ascensor, me tomo un momento para pasar rápidamente por mi oficina y entregarle la chaqueta manchada de café a mi asistente Karah para que la lleve a la tintorería mientras que yo me encuentro en la reunión.
Subo hasta el último piso del edificio y al llegar a la sala de reuniones suspiro aliviada pues aún no ha comenzado la reunión, me siento en una de las pocas sillas desocupadas y converso un poco con mis compañeros mientras espero que mi jefa llegue. A los pocos minutos la directora general de la editorial Camaleón, Grecia Michaels se acerca seguida del rubio grosero que me tiro el café encima.
—Buenos días a todos, espero que hayan tenido un buen fin de semana —dice Grecia sonriendo—. El principal motivo de la reunión de hoy es para recibir a un nuevo compañero, como recordarán nuestro editor en jefe de ciencia ficción el señor Reyes decidió retirarse así que después de muchas entrevistas a posibles candidatos, finalmente encontré a alguien —señala al rubio despreciable y continua—, les presento a nuestro nuevo editor en jefe del área de ciencia ficción el señor Sebastian Ferrer.