Mi segundo nombre es desastre.

Capítulo 3: Gran espécimen.

La cena en casa de Verónica no salió tan mal como esperaba y aunque durante la misma mi hermana se encargó de señalarme en reiteradas ocasiones que debo ser más firme con mis sobrinos, luego de varios minutos finalmente prometió no volver a hablar del tema siempre y cuando estuviese completamente disponible como niñera por el próximo mes, realmente ese acuerdo no me molestó en lo absoluto pues me encanta pasar tiempo con mis sobrinos.

Luego de cenar con ellos me dirigí al departamento que comparto con mi mejor amigo y después de pasar un rato hablando decidimos que era hora de acostarnos pues ambos teníamos que trabajar temprano al día siguiente.

En este preciso momento me encuentro en mi oficina mientras envío unos correos electrónicos y espero que mi mejor amiga llegue para irnos a almorzar, ya se convirtió en una costumbre que mis tres mejores amigos y yo nos reunamos al menos dos veces a la semana para comer juntos. Eso sumado al hecho de que hasta ahora no he visto ni una sola vez al rubio presumido de Sebastian, me hace estar de un muy buen humor.

Mirando la hora en mi reloj me doy cuenta de que ya Rissa debe estar por llegar por lo que tomo mi bolso y salgo de la oficina quedándome recostada en la puerta mientras espero que comience el espectáculo que me gusta llamar “El efecto Rissa”.

Para los que no saben, el efecto Rissa se produce cada vez que mi mejor amiga Marissa Fernández entra a una habitación. Este comienza con el sonido de sus inconfundibles tacones resonando por el piso, y antes de darte cuenta todos los hombres del lugar se encuentran enmudecidos y prácticamente babeando. Hoy no es la excepción y es que con su cabello negro azulado completamente liso cortado a la perfección a la altura de sus hombros, sus ojos grises, su figura de reloj de arena y ese aire de superioridad que posee, Rissa acapara todas las miradas donde sea que vaya.

—Andie que bueno que ya estas lista, los chicos ya nos están esperando y me estoy muriendo de hambre —es lo primero que dice Rissa al llegar donde estoy.

—Hola Rissa ¿Cómo estás? Yo estoy muy bien, gracias por preguntar tan amablemente—le respondo mientras camino junto a ella hacia el ascensor.

—Hola Andie, me alegra que estés bien —dice sonriéndome falsamente.

Nos montamos en el ascensor y bajamos hasta la recepción, salimos de la editorial y caminando un par de calles llegamos al mismo restaurante donde siempre nos reunimos a comer. Ya esperándonos en la mesa se encuentran Henry y Elías así que nos apresuramos a sentarnos.

—Hola Andie, siglos sin verte —dice Henry bromeando pues la última vez que nos vimos fue esta mañana en la cocina de nuestro departamento.

—Hola linda Andie ¿Cómo estás? —dice Elías sonriendo.

—Ves eso —le digo a Rissa mientras señalo a Elías—, así es como se deben saludar a las personas. Yo estoy muy bien Elías gracias por preguntar ¿Cómo estás tú?

—Excelente —responde sonriendo.

Luego de ordenar comenzamos a hablar mientras esperamos que traigan la comida. Henry comienza a contarnos sobre el estudiante nuevo que tiene en la academia de música en la que trabaja y como este está sacándolo de quicio, luego es el turno de Elías y el comienza a explicar cosas que no entendemos sobre el laboratorio en el que trabaja como ingeniero químico. Nos traen la comida y mientras me deleito con mi deliciosa ensalada cesar comienzo a hablarles de los últimos acontecimientos de la editorial y lo mucho que Sebastian está enloqueciéndome.

—Me encantaría desquitarme por lo del café ¿Alguna idea? —le pregunto a mis mejores amigos.

—Si necesitas ayuda recuerda que yo tengo acceso a químicos peligrosos —dice Elías guiñándome el ojo.

—Y si haces algo ilegal o te acusan de asesinato no te preocupes, yo te defiendo gratis —dice Rissa haciendo alusión a su trabajo como abogada.

— ¿Se están escuchando? —Pregunta Henry mirándonos como si estuviésemos locos—. Nadie va a usar químicos ni ir a la cárcel por asesinato.

—Es obvio que nadie ira a la cárcel, sabes que soy muy buena en mi trabajo —dice Rissa.

—Como sea —responde Henry y me mira fijamente—, no vas a hacerle nada a ese Sebastian, tú eres una adulta y se supone que los adultos no hacemos esas cosas.

—Si lo conocieras no pensarías lo mismo —replico.

—Pero como no lo conozco, no puedo decir otra cosa al respecto —dice Henry zanjando la conversación.

Terminamos de comer mientras hablamos del último capítulo de la serie que comenzamos a ver todos juntos y antes de darme cuenta ya es momento de volver al trabajo por lo que nos despedimos y cada uno emprende su camino.

— ¿Te molestaría si me quedo contigo por un rato? —Pregunta Rissa caminando a mi lado—, tengo 2 horas libres antes de tener que ir a la corte.

—Claro, no hay problema —le respondo mientras caminamos de vuelta a la editorial.

Una vez en mi oficina me dedico a terminar de enviar los correos mientras que Rissa comienza a leer uno de los muchos libros que tengo en la biblioteca detrás de mi escritorio, después de varios minutos se levanta y diciéndome que va al baño sale de mi oficina. Me encuentro tan concentrada en la computadora que no me doy cuenta que alguien entra en mi oficina hasta que comienzan a toser para llamar mi atención, levanto la mirada para ver de quien se trata y de inmediato me arrepiento de haberlo hecho.




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