Mi segundo nombre es desastre.

Capítulo 11: Infantil.

— ¿Qué te tiene tan de buen humor? —pregunta Henry mientras sale de su habitación y se sienta en la mesa para desayunar.

—Pues estoy de buen humor porque hoy es un día grandioso —respondo mientras termino de colocar la comida en la mesa.

— ¿Hiciste muffins? —pregunta señalando la cesta donde estos se encuentran al lado del plato con el pan tostado.

—Hice pan tostado, huevos revueltos, café y muffins de chispas de chocolate —digo alegremente.

—Supongo que parte de todo este buen humor se debe a que cierto bombero no ha dejado de escribirte.

Sonrío ruborizada pues es cierto, el domingo al mediodía cuando me levante y revise mi teléfono vi que tenía un mensaje de Damon y desde ese entonces no hemos dejado de hablar.

—Es posible —respondo sonriendo enigmáticamente.

—Me alegra, hace mucho no te veía tan feliz —dice Henry sinceramente.

Termino de desayunar para después lavar los platos y dirigirme a mi baño para comenzar a arreglarme. Aunque Henry piensa que todo mi buen humor se debe a Damon, no es así ya que hoy comienza el primer paso de mi venganza contra Sebastian.

Al terminar de ducharme me visto con una falda algo acampanada negra, una camisa blanca con encaje sin mangas y unas zapatillas sin tacón doradas, mi cabello lo amarro en un moño en la parte superior de mi cabeza y sin molestarme en maquillarme me despido de Henry y salgo del departamento. Conduzco rápidamente a la editorial y cuando el ascensor me deja en el piso correspondiente no me sorprendo al ver que una pequeña multitud se encuentra frente a la oficina de Sebastian que si debo ser honesta, huele incluso peor de lo que esperaba.

— ¿Qué está pasando? —le pregunto a Karah fingiendo inocencia.

—Pues esta mañana cuando llegue había un olor realmente desagradable que provenía de la oficina de Sebastian, así que llamaron al conserje a ver que estaba pasando —responde Karah intentando no reírse pues ambas sabemos el origen del olor.

— ¡TU! —Grita Sebastian completamente enfurecido mientras sale de su oficina y se dirige hasta donde yo estoy — ¿Qué demonios está mal contigo?

—No sé de qué estás hablando —digo genuinamente confundida.

—Como se te ocurre esconder un pescado crudo en mi oficina ¿Te has vuelto loca? —dice para luego bufar.

Sé que debería estar seria por su acusación pero no puedo evitar sonreír al notar como todos los trabajadores del piso nos rodean mientras murmuran como si estuviésemos en una pelea de secundaria.

—De verdad no sé de qué estás hablando, es imposible que yo lo hiciera pues el viernes yo me fui antes que tú y recuerda que el edificio permanece cerrado los fines de semana —dije con suficiencia.

—Entonces Karah lo hizo —acusa Sebastian señalándola.

—No pude ser yo pues yo también me fui antes que tú el viernes —dice Karah no mencionando el hecho de que volvió cuando ya todos se habían ido y soborno al vigilante con mis brownies para que la dejara entrar a colocar el pescado.

—No tienes forma alguna de vincularnos con lo que paso —digo sonriendo mientras agradezco tener a la genio del mal Rissa en mi vida.

—Como sea, sé que fuiste tú —dice mirándome encolerizado—, eres una completa infantil y no puedo creer que…

— ¡Disculpa! —lo interrumpo completamente ofendida—. No puedo creerlo, te pasaste toda la semana jugándome bromas absurdas y cuando algo te pasa a ti de inmediato me culpas y me tachas de infantil.

—Porque lo eres —replica.

—Claro que no pedazo de…

— ¿Qué está pasando aquí? —pregunta Grecia mientras se acerca a nosotros.

Todas las personas que se encuentran a nuestro alrededor enmudecen de inmediato para luego comenzar a correr como gallinas sin cabeza hacia sus respectivos puestos de trabajo. Abro mi boca para excusarme pero de esta no llega a salir sonido alguno pues soy interrumpida por Grecia.

—No quiero oír nada en estos momentos, ambos a mi oficina ahora.

A regañadientes seguimos a Grecia hasta el ascensor y subimos hasta el último piso donde se encuentra su oficina, una vez que llegamos nos sentamos mirándola como adolescentes regañados.

—Yo ya sé que es lo que está ocurriendo —dice Grecia mirándonos con los ojos entrecerrados—. Aun así les daré la oportunidad de que se expliquen.

—Pasa que llevo toda la semana siendo víctima de las constantes bromas del señor Ferrer, y aunque en diversas ocasiones le pedí amablemente que cesara sus acciones, el decidió hacer caso omiso de mi petición y continuar molestándome.

—Eso no es cierto —replica Sebastian.

—Y ahora que alguien le jugo una broma a él, piensa que yo tuve algo que ver con eso y no es para nada justo.

Grecia se queda mirándonos en silencio por unos minutos supongo que mientras piensa que hacer.

—En vista de que la oficina de Sebastian se encuentra temporalmente… fuera de servicio, ambos tendrán que compartir la oficina de Andie durante toda la semana a ver si así comienzan a llevarse bien —sentencia Grecia.




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