Mi segundo nombre es desastre.

Capítulo 23: A escondidas.

Cuando me despierto el viernes decido que ya es momento de volver al trabajo, y no, no tiene nada que ver con lo que paso ayer entre Sebastian y yo… está bien, puede que esa sea una de las razones por las que finalmente saldré del departamento después de casi una semana encerrada en él.

Me levanto de la cama con muy buen humor y como veo que Henry aún no se ha levantado a hacer el desayuno comienzo a hacerlo por él. Mientras me encuentro haciendo los panqueques comienzo a cantar alegremente y cuando ya tengo todo listo me siento en la isla de la cocina a comer mientras Henry sale de su cuarto seguido por Tomas.

—Buenos días chicos —digo alegremente tomando un poco de café.

—Buenos días Andie —responde Tomas sentándose frente a mi luego de servirse el desayuno—, veo que te sientes mucho mejor hoy.

—La verdad es que si —digo sonriendo pues soy tan buena actriz que Tomas nunca se dio cuenta de que en realidad no estaba enferma.

—Claro, te curaste milagrosamente de la noche a la mañana —dice Henry sarcásticamente.

Henry por el contrario estuvo al tanto desde el principio que yo estaba fingiendo.

Termino de comer mientras hablamos animadamente, y mientras ellos se quedan sentados terminando de comer yo me dirijo a mi cuarto para comenzar a alistarme para ir al trabajo. Luego de ducharme me quedo mirando mi armario por un rato decidiendo que ponerme, sé que puede ser un poco absurdo pero realmente quiero verme muy bien hoy.

Finalmente me decido por un suéter tejido manga larga con cuello en v de color rosa pastel metido dentro de una falta alta de cuero negra por encima de mis rodillas y unos botines con tacón negro. Mi cabello lo peino hasta que queda brillante y lo dejo suelto, y mi maquillaje lo mantengo bastante sutil y natural.

Me despido de mi pequeño Hades que se encuentra acostado en mi cama y cuando salgo de mi cuarto rumbo a la puerta soy detenida por los silbidos apreciativos de Henry y Tomas, sonrío ampliamente y besando a ambos en la mejilla salgo del departamento. El camino hacia la editorial transcurre rápidamente pues sorpresivamente no hay casi tráfico por lo que al poco tiempo me estoy bajando de mi auto y entrando al edificio donde se encuentra la editorial Camaleón, cuando entro a la recepción saludo con una sonrisa a Vicente para luego dirigirme a donde están los ascensores y tomar uno hasta mi piso.

Al bajarme en el piso que me corresponde y comenzar a caminar hasta mi oficina soy detenida varias veces por mis compañeros de trabajo que me preguntan por mi salud, les respondo que estoy bastante mejor aunque me siento un poco mal por mentirles pues en realidad nunca estuve enferma. Cuando finalmente llego a mi oficina y me siento tras mi escritorio, suspiro pues no recordaba lo mucho que extrañaba mi hermosa oficina.

— ¿Cómo te fue en tus pequeñas vacaciones? —Pregunta Karah entrando en la oficina y sentándose en una de las sillas frente a mí—. Porque ambas sabemos que no estabas enferma.

— ¿Por qué dices que no estaba enferma? —pregunto con curiosidad.

—Porque el estar enferma nunca te ha impedido venir a trabajar —responde encogiéndose de hombros—, recuerdo que más de una vez has venido volando en fiebre y con una gripe realmente fuerte.

—Bueno, necesitaba unos días para mí —admito pues no tiene caso mentirle a Karah, ella me conoce demasiado bien.

— ¿Y qué hiciste durante esos días? —pregunta Karah curiosamente.

—Horneé un poco, tejí un suéter y vi unas cuantas películas pero sobre todo adelante bastante mi libro, de hecho está casi terminado —respondo alegremente.

—Genial —dice Karah—. Supongo que me dejaras leerlo antes de que se lo envíes a Grecia.

—Tal vez lo haga —respondo simplemente.

— ¡Tengo algo muy genial que decirte! —exclama Karah de pronto—. Durante estos días que no estuviste aquí, David almorzó todos los días conmigo y con Faith.

—Qué bueno —respondo sonriendo—. ¿Ya te invitó a salir?

—Aún no —responde cabizbaja—, no entiendo que otra señal necesita ese hombre.

—Recuerda que a veces el género masculino tiende a ser un poco lento para captar las señales —digo riendo—, pero si no quieres esperar porque no lo invitas tú a salir.

—Esa no es una mala idea —dice Karah alegremente—, le daré 2 semanas más, y si para ese entonces él no me ha invitado a salir entonces lo haré yo.

—Eso está muy bien —exclamo feliz.

Continuamos hablando animadamente por unos minutos de lo que paso durante la semana que no estuve aquí cuando de pronto a mi teléfono le llega un mensaje así que lo tomo para revisarlo.

 

Sebastian: Me dijeron que viniste a trabajar hoy. ¿Ya te sientes mejor?

 

Andie: Si, sorpresivamente amanecí muchísimo mejor hoy así que decidí venir a trabajar.

 

Sebastian: Genial, me muero por verte. Invéntale una excusa a Karah y no vayas a almorzar con ella hoy.




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