"Cuando no se siente amor hacia una persona, mascota o un simple objeto, simplemente nos alejamos. Cuando no queremos saber nada de ellos, es lo que hacemos."
Era una mañana tranquila. La casa estaba en silencio, solo interrumpido por la suave respiración de Cloe en la cuna. Creí que Gloria estaría allí, pero como siempre me equivoqué. Gloria no estaba por ninguna parte.
—¿Gloria?
La busqué por toda la casa, pero no había señales de ella. Marqué a su celular, pero Gloria tampoco respondió.
Los llantos de Cloe se hicieron presentes. La cargué y la puse contra mi pecho. Para luego encontrar en la nevera, pegado con uno de los adornos que tienen imán, una pequeña carta que decía "Lo siento". Solo con eso supe lo que significaba, y no me sorprendió. Sabía que Gloria no quería a la niña. Pero me daba tanta lástima... No era culpa de ella, ella no pidió nacer.
—Shhh, papá está aquí, mi estrellita
Nunca le importé... A Gloria nunca le importé...
Me tocó salir a la tienda para intentar buscar una fórmula para bebés. Era mejor su leche materna, pero tenía que alimentarla de alguna forma. Yo sí quería a mi bebé.
—No quiero sacarte, pero no puedo tampoco dejarte sola. Te abrigaré primero
Gregorio le puso la pijama de bebé más abrigada que tenía, las manoplas, el gorro y, obviamente, las medias.
Caminando entre las calles, Gregorio mantenía a su bebé acurrucada con él e intentó sofocar un poco el ruido de los autos que pasaban para no asustarla. Caminó cinco cuadras más abajo hasta que por fin llegó a la tienda.
—Buenos días, doña Felicia... Disculpa, ¿vende fórmulas de bebé? —
Doña Felicia, una señora muy amable y agradable que atendía a sus clientes con el mayor respeto del mundo, me respondió.
—Ah, eres Gregorio. Sí, por supuesto. Son 20 pesos. ¿Cuántos meses tiene esa hermosura?
—Tiene 7 días de nacida...
Doña Felicia hizo una expresión de ternura y un poco de preocupación.
—Ay, virgen santa, no debería sacarla a la calle siendo tan pequeña. Menos con estos climas que cambian de repente —dijo.
—Ay, doña, si le contara... Gloria se fue. Desde un principio, ella no quería ser mamá, y supongo que yo la presioné para que diera a luz...
Doña Felicia me miró con tristeza y luego miró a Cloe, que yacía dormida en los brazos de Gregorio.
—Debe ser difícil ser padre soltero, más cuando es una niña tan pequeña que necesita calor materno
—Un poco, pero no puedo dejarme llevar por ninguna pena, ahora menos que soy... Padre