Poco a poco, los padres van viendo todo lo que sus hijos progresan a medida de su crecimiento, y cómo pasan a otras etapas.
—Tú puedes, cariño. Solo concéntrate y no pienses en ellos. Siente que aún tienes las rueditas.
—¿Y si me caigo?
—Yo estaré atrás de ti, no te preocupes. Solo concéntrate y maneja lentamente. No hay apuros. Si te vas de lado, estoy aquí para atraparte justo a tiempo.
—Está bien, papá. Confío en ti. Entonces...
Gregorio le colocó el casco por si acaso y luego le dio un suave empujón. Cloe suspiró y puso sus pies en los pedales.
—Sin miedo, cariño. No dejes que tus inseguridades te controlen.
Cloe suspiró y luego pedaleó. Al principio, se balanceó, pero después continuó hasta que por fin pudo mantener el equilibrio. Gregorio la miró con orgullo y lágrimas en los ojos.
Un nuevo logro más de mi niña. Ahora sí... ¡Manejemos bicicleta!