Desperté primera, así que me tomé unos minutos para observarlo dormir. Él estaba dándome la espalda y yo tenía mi brazo rodeando su cintura, pero se volteó entre sueños cuando me senté sobre la cama. Luego de quedarme a verlo, tomé un cambio de ropa y me di una ducha. Para cuando golpearon la puerta trayendo el desayuno, ya había ordenado la ropa que dejamos tirada y atendí un par de mensajes pendientes. Zachary despertó completamente exaltado cuando mi mano fría se posó en su pecho, lo que me hizo retroceder ante el susto repentino.
- Lo siento, no quería despertarte de esa forma -sonrío ante la imagen de verlo medio adormilado y con el cabello revuelto.
Él niega despacio, sacudiéndose el sueño de encima y sonriendo como niño pequeño. Me contagia su sonrisa, aunque no sepa el motivo de la suya.
- ¿Por qué sonríes así? -le pregunto suavemente mientras quito lo cabellos que cubren su frente.
- Porque fue una noche estupenda. Dormí mejor que nunca y desperté igual de bien -se restriega el ojo izquierdo, sujetando mi mano y llevándola a sus labios para besarla-. Además, la primera cosa que veo al despertar no es nada fea.-yo sonrío aún más, pero él señala la bandeja de comida que traigo en el regazo.
- Eres un tonto -lo empujo levemente, logrando que él caiga entre risas sobre las almohadas.
- Lo siento -susurra desde su cómoda posición, jalando las sábanas para cubrir su torso desnudo-. ¿Podemos quedarnos en la cama unos minutos más? Es tan cómoda que siento que podría tragarme en cualquier momento; no me molestaría, pero sólo lo digo para dejar en claro que no quiero que me rescaten.
- Pues, yo lo siento, pero tu teléfono lleva sonando un par de minutos con las notificaciones de tu itinerario. También te enviaron mensajes, así que deberías revisarlo antes de que crean que te he asesinado -le doy un par de palmadas a su pierna y me levanto con la bandeja en manos-. Te esperaré para desayunar, así que apúrate que llevo un rato de haberme levantado y apenas lo trajeron.
Él da una vuelta en la cama, se estira lo más que puede y termina sentándose en el borde. No tengo pudor alguno, así que lo observo recoger la ropa que le he dejado en una silla cercana, colocarse sus zapatillas, buscar su cepillo de dientes y marchar lentamente al baño. Antes de cerrar la puerta me sonríe, así que le hago un pequeño saludo y vuelvo a enfocarme en mi teléfono. Estoy terminando de actualizar mi perfil de Mi Deseo para cuando Zachary se sienta en el otro lado de la mesa.
- Así que... -alarga la última vocal mientras revuelve su plato, decidiendo qué comer primero.
- ¿Qué? -volteo a verlo con la tostada a medio camino de alcanzar mi boca.
- Lo de anoche... -muerde su labio inferior y se sonroja, mirando desde la piscina hasta sus panqueques- quiero decir, la parte sobre enamorarme de ti.
Y ahí llegó la bomba. Mamá dijo que no podía evitar que esto pasara, que no depende de mí lo que él hiciera. Zachary podía sentir lo que quisiese, en la intensidad que fuese y de la forma que le apeteciera. Y aquí está, sonrojado y picando un par de panqueques por tratar de hablar de una noche de pasión con una chica. No quiero esto. No quiero que duela el hecho de ver tan claramente lo que significó para él y pretender lastimarlo con tal de mantener dibujadas líneas imaginarias que, supuestamente, mantendrán a las personas a salvo del dolor de mi muerte.
- Zachary, no -él levanta la mirada cuando escucha el dolor en mi voz, observando cómo las lágrimas se acumulan en mis ojos-. No puedes hacerlo, no puedes tener sentimientos por mí, porque me iré más pronto de lo que seguramente debes estar pensando. No necesito... mejor dicho, no quiero que estés dentro de ése círculo de dolor. Estoy tratando de reducir el número de personas dañadas y tú no me ayudas.
- Abigail, aun no te amo -remarca el "aun" con énfasis, como si fuera la etiqueta de un envase que advierte los riesgos de quitarle la tapa; la mayoría irá a abrirlo por pura curiosidad o morbo-. Sí, me gustas de cierta forma, me encanta tu manera de ser y adoro el tiempo y las experiencias que estamos compartiendo. Abigail, aún no te amo, pero no significa que no pueda hacerlo en algún momento o que ya no te quiero. No lo sé, los sentimientos son extraños y el tiempo relativo, así que sólo puedo asegurarte que ya es muy tarde como para evitarlo.
Olvido mi desayuno, ya no tengo hambre, así que me levanto de mi lugar y trato de alejarme. Pero, ¿hacia dónde? Zachary también se levanta, caminando detrás de mí y gesticulando con sus manos.
- Abigail, no puedes evitarlo. No depende de ti, ni tampoco permitiría que me alejaras sólo para evitarme el dolor. ¿Quién dice que no moriré antes que tú? -su pregunta me detiene en mi sitio con brusquedad, logrando que él se acerque y sujete mis brazos con suavidad.
- ¿De qué estás hablando? -volteo a verlo y sólo me encuentro con sus ventanas siendo indescifrables para mí.
- Digo que no tengo todo el tiempo del mundo ni tampoco algo que me asegure que viviré el promedio de vida estimado. Mañana mismo puedo sufrir algún accidente, en unas horas puedo morir asfixiado e incluso en minutos puede ocurrir un desastre natural que nos afecte y mate a ambos al mismo tiempo -él sujeta mis manos con firmeza, invitándome a mirarlo a los ojos-. Deja de pensar en que te irás primero, porque eso no lo sabemos. Por favor, déjame disfrutar al máximo nuestro tiempo juntos. Por favor, Abigail, aún hay mucho que podemos hacer dentro del tiempo que nos queda.
Lo peor del cáncer no es el dolor físico que te produce o las consecuencias y secuelas que consigues al superarlo. Los medicamentos, las operaciones, los trasplantes y los efectos colaterales tarde o temprano desaparecen o se vuelven parte de tu rutina natural. Lo peor de todo es el dolor que le produce a tus seres queridos. Los ves, aguantando las lágrimas, haciendo números que aumentan sus deudas por cada nueva dosis de morfina que recibes y como no dejan de tener fe en que, algún día, todo mejorará. Tu dolor puedes soportarlo y fingir que estás bien, que eres fuerte, pero la verdad es que sólo luchas por quitarles peso de encima.