Nos atrasamos un par de días en nuestra siguiente aventura por mí. Comencé a sentir un pequeño dolor en mi pierna, algo insignificante al principio. Para el final del día, poco antes de que tomáramos el rumbo a nuestra próxima meta, todo empeoró. Los calmantes ayudaron un poco, pero no podía abusar de las dosis y el dolor no se iba, sólo se intensificaba. Me pasé toda la noche llorando, retorciéndome bajo la sensación de que me habían arrancado la pierna derecha.
Zachary corrió preocupado y llamó a quienes pudo, buscando alguna manera de ayudarme. Sólo pudo obligarme a mantener una dosis correcta de medicamentos, tratar de distraerme con cualquier cosa y soportar mis lágrimas. Llamé a mi familia, porque necesitaba sentirlos cerca y quitarme al dolor de la mente. Un cuadro de fiebre invadió mi cuerpo en mitad de la llamada, elevando la preocupación en mis padres. Quisieron tomar el autobús más cercano o pagar a algún taxi que los trajera a ésta ciudad, pero me negué. Les prometí que mejoraría y más pronto de lo que creen volvería con ellos.
-Papá -digo entre temblores, sintiendo como mi cuerpo no puede dejar de sacudirse.
-¿Si, cariño? -escucho que pregunta sorbiendo la nariz y tratando de mantener la calma, evitando el llanto.
-Encendí una fogata como me enseñaste, excepto por la parte donde quemamos la mitad del jardín. Ésta salió más que bien, porque conservo mis cejas y manos intactas. -Él ríe en medio del mar de lágrimas que se le escapan, alejando el teléfono por unos segundos.
Zachary sonríe a pesar de traer la preocupación pintada en el rostro y coloca un paño frío y húmedo en mi frente, lo que me alivia más de lo que cree. Siento como si mi cerebro se relajara y dejara de estar en alerta, apagando las luces de emergencia y la alarma que no dejaba de sonar. Todo queda en calma en mi cráneo, logrando erizarme la piel de los brazos y calmar gradualmente los temblores de mi cuerpo. Mi novio sonríe emocionado al comprobar estos hechos.
-Algo más -digo, esperando a que él haga un sonido afirmativo al otro lado para poder continuar hablando-. Estoy bien cuidada por mi novio, no te preocupes. No me ha quitado un ojo de encima y está tanto o más preocupado que ustedes. Podrás agradecerle cuando vuelva y lo conozcas en persona.
-¿Debo abrazarlo primero o amenazarlo con matarlo si hace algo que te lastime? -No puedo evitar reír ante sus ocurrencias, algo que seguramente estaba tratando de lograr-. Descansa, yo resolveré eso con tu madre y sabrás la respuesta cuando vuelvas.
El resto de la noche fue delirar entre sueños, despertando exaltada un par de veces y sintiendo como si un camión me hubiera pasado por encima. Para Zachary no fue mejor, ya que cargó con ojeras más que evidentes por un par de días. Al ser tan pálido, las marcas de esa noche se mantuvieron incluso antes de comenzar a movilizarnos nuevamente, así que yo tomé el primer turno al volante. Él durmió por horas; incluso llegué a pensar que no despertaría más, porque no daba ninguna señal o respuesta y permaneció en la misma posición mucho tiempo. Si no fuera por el leve movimiento de su pecho al respirar, hubiera entrado en verdadero pánico.
Mientras conducía y tarareaba las canciones de la radio, me puse a pensar en cómo podría ser su vida diaria luego de que yo muriera. ¿Acaso estaría de luto, culpándose como lo hizo en su infancia por el amigo que perdió? Tal vez creería que no hizo lo suficiente para ayudarme a ser feliz, a cumplir mis sueños o para que pudiera vivir plenamente en el tiempo que me quedaba. Podría afectar su trabajo, incluso su vida diaria. No quiero eso. No deseo que él se martirice todos los días, pensando que no hizo lo correcto o lo necesario. Pero, si no se lo recuerdo todos los días, ¿cómo saber que mantendrá mis palabras en mente?
Él se remueve, soltando un quejido por lo bajo y adoptando otra posición. Lo veo frotarse la espalda con una mueca dolorosa, como si sus huesos se quejaran por haber estado mucho tiempo boca arriba y necesitaran un respiro. Zachary murmura un par de cosas inentendibles, termina de acomodarse de lado y continúa durmiendo. Yo decido estacionar un momento el auto, colocando las luces intermitentes para no provocar algún accidente en medio de la noche y me quito el cinturón. Estiro mi cuerpo hacia atrás, buscando una cobija y un par de almohadas. Aunque la calefacción está encendida y los asientos son acolchonados, no siempre es suficiente.
-Gracias -murmura adormilado mientras acomodo las almohadas contra la puerta y le coloco la manta encima.
-Descansa tranquilo. No falta mucho para llegar a nuestro hotel. -Beso su frente antes de tomar mi puesto y seguir manejando hacia nuestra primera parada en ésta ciudad.
Hoy se realizará una caminata en memoria de los fallecidos por el VIH, recorriendo las calles principales de la ciudad de Corrientes Claras. Las personas se aglomeran en las calles, portando sus velas en mano, fotos, pañuelos rojos y carteles. Ha comenzado a correr una brisa fresca y húmeda, lo que provocó que todos nos vistiéramos con las prendas más abrigadas que tenemos. Zachary y yo procuramos abrigarnos más que bien, temiendo pescar un resfriado que empeore mi situación. Yo aproveché para usar una bufanda roja y él un gorrito, sumándonos a la causa.
Me siento embargada por las emociones de las personas. Algunas charlan naturalmente, tal vez rememorando a las personas que perdieron o con la etapa de luto más que asumida. Hay quienes permanecen sentadas en cualquier lugar, con la mirada nublada de recuerdos y una expresión de soledad más que notoria. Incluso hay quienes lloran en silencio, ocultándose detrás de sus abrigos o las fotos que traen consigo. Jamás perdí o conocí a alguien con dicha enfermedad, pero no está muy lejos de los estragos que deja detrás el maldito cáncer.
Una chica me distrae de mis pensamientos, apareciendo frente a mí y regalándome un panfleto. Le sonrío como agradecimiento antes de que siga caminando, saludando a algunas personas y consolando a otras tantas. Es un papel con una portada colorida, dividido en varias secciones donde explica un poco sobre la enfermedad y cómo inició ésta conmemoración. "Memorial a la luz de las velas" reza el encabezado, seguido de un par de centros de apoyo para familiares y otros que reciben donaciones para quienes padecen ésta enfermedad. Decido guardarlo, tal vez mis padres quieran saber de esto o concurrir alguna vez al evento.