Narra Jessica.
Ha pasado dos semanas y las quimioterapias se hacen costumbre para mí, mis padres me recogerán para llevarme a su casa, estoy lista para tomar mi camino a la casa de mi infancia, vive cerca Andrew así que lo podré ver todos los días, aunque solo será dos días, es viernes y me quedare sábado hasta domingo.
Me he colocado unas medias con una falda encima, una blusa para cubrir más mi catéter, los síntomas no han sido mucho desde la primera quimioterapia, pero debo protegerme de cosas que me pueden afectar, me agarro el cabello en un moño para que no me estorbe, tengo una bolsa grande donde llevo la ropa que ocupare, mis padres quieren cuidarme por lo menos estos días, quieren disfrutar a su pequeña hija por miedo de… perderme.
No los culpo, deben sufrir solo de recordar que su única hija está en la cuerda floja, aun siento esa presión de querer correr e huir de todo esta vida, querer empezar y no cometer el mismo error, debí estar segura lo que quería pero ahora ya no está, casi no lo veo, en la cafetería no se asoma y menos lo veo en la empresa, solo cuando pasa con su motocicleta.
Me siento patética, pero es lo correcto si no sería una egoísta.
Después de arreglar todo, oigo la bocina del auto del taxi, seguramente son mis padres, al abrir la puerta me encuentro con dos personas que mis ojos reconocen solo de ver sus sombras, los abrazo a los dos, hablo con mi mamá mientras mi padre agarra mi bolso y se lo lleva abajo, ahí bajo con mi madre y nos metemos al taxi, estoy entre medio de ellos hablando sobre lo que haremos este fin de semana, tardamos quince minutos en llegar, luego bajamos para pagarle al taxista y nos introducimos en la casa, mi ojos se abrieron como platos al ver a mis tíos y mis sobrinos ahí en el sofá de la sala.
Ellos viven en Canadá, ahora entiendo por qué me insistían que fuera a quedarme con ellos, mi tía Felicita y mi tío Guillermo, junto a sus dos hijos gemelos Simón y Raimon que tienen siete años; los abrace con mucha alegría ya que era bastante tiempo que no nos mirábamos.
Nunca pensé en volvernos a ver desde que se fueron, conversamos sobre su estado en el gran país de Canadá, mis padres les comentaron sobre mi enfermedad, cosa que no agrado ya que me dieron dinero para mis quimioterapias y que tal vez la operación que sin duda y dudaba que no podía tener. Les explique que hay muchos casos que los cuerpos rechazan las medulas y temía que yo fuera una.
Me comentaron que orarían por mí, claro a la fuerza acepte el dinero, son buenas personas pero no necesito la lastima, luego almorzamos juntos y mantuvimos una conversación, jugaba con los gemelos quienes son unos angelitos.
Compartimos muchos juegos, los miraba con ternura al pensar que tal vez pudiera tener una familia así pero sería casi imposible.
Imaginaba como me vería como una madre cuidando un bebe junto a un esposo que me amase bastante, me quedo en la casa como una ama de casa mientras cuido a mi hermoso bebe y después a las horas de la tarde venga el padre de mi hijo quien pienso que sería Jacks… pero eso no pasara.
Despejo mis pensamientos para entretenerme con mis sobrinitos; pasamos una bonita tarde.
Narra Jackson.
Estoy aun en la empresa, ahora ningún trabajador vino ya que iba a ver organizaciones de trasfondos con otras empresas, pero eso no significa que no debo trabajar, reviso cada uno de los papeles y las gráficas que están en la computadora, llevo dos tazas de café por el estrés mientras mi padre está en vacaciones con mi madre.
Son pasadas de las siete y debo retirarme, me dirijo al baño de hombre y me cambio como debo de estar, con mi jean negros, camisa blanca y mi chamarra que nunca debe de faltar. Bajo hasta el primer piso para dirigirme a la estación de autos, ahí está mi motocicleta, me subo a ella y me dirijo al bar más cercano donde están Adam y Blake, dos semanas sin ver a Jessica es un martirio que debo desahogarme con licor.
-¿Qué ondas Jackson? – me pregunta Blake palmeándome la espalda.
-¿Qué piensas tú? – le devuelvo la misma pregunta.
-Sigues sufriendo – afirma Adam – ya basta amigo, debes dejarla ir.
-Ese no es un buen consejo – respondo enojado ya que espero algo mejor de ellos – deben apoyarme en las decisiones.
-Lo se bro, pero… - corta la voz para respirar profundamente – ella no piensan lo mismo.
Dejo la conversación hasta ahí, bebo mi cerveza hasta quedarme ebrio del todo, ahora no importa si me da goma al día siguiente ya que duele más adentro que eso.
Mis amigos me llevan a mi departamento para que descanse, no lo pensé tanto y caí en las sabanas para dormirme profundamente.
…