Mi Unico Amor.

Parte Tres

Concluida la ceremonia, los abrazos, las fotografías, los votos y las firmas de los respectivos padrinos, todos se dirigieron donde sería la fiesta en nada más y nada menos que la mansión Spencer.

Michael, Anika y Stefan fueron los primeros en llegar junto a Jack, Serena y su hija Annie. Por otro lado, Edward, Sophia y Marcus llegaron poco después junto a Frank y Alice. Los novios serían los últimos en aparecer para hacer el brindis con todos los invitados presentes.

La mansión estaba llena de luces y mesas elegantes tanto dentro como fuera de la propiedad. Oliver estaba en un rincón junto a Sabrina y Roger, padres de Sophia, degustando de unas copas del vino más fino de todo París. Conversaban amenamente sobre sus hijos y sus nietos con sonrisas.

Serena y Jack se unieron a Edward y Sophia para charlar un poco, poniéndose al día de lo que han sido sus vidas.

—Entonces… ¿No se casarán?.— preguntó curiosa Serena a la castaña, quien casi se atraganta con el sorbo de vino que acababa de llevar a su boca…

—¿Casarnos?.— cuestionó tratando de no verse nerviosa.

—Bueno, eso aún es muy pronto para responder, pero no digo que no esté en nuestros planes.— respondió Edward dejando caer su mano en el muslo de su novia.

Sophia se quedó en silencio, si bien llevaba un poco más de un año siendo pareja de Edward, jamás se planteó en volverse a casar.

—Ya veo… pues los años no se detienen Sophia, no te darás ni cuenta cuando Marcus se esté casando también o cuando Stefan se esté graduando de la universidad.— agregó Serena muy risueña.

—De todos modos lo único realmente importante es que disfrutes de tus hijos, nosotros estamos luchando con la adolescencia rebelde de Annie.— soltó Jack en medio de un suspiro, abrazando a su esposa y llenándola de mimos.

Sophia los miraba a ambos entre enternecida y nostálgica, recordado con anhelo aquella época donde su matrimonio iba de maravilla, donde lo único que le importaba era estar en casa en brazos de su esposo.

—¿Quieres bailar?.— preguntó Edwar sacándola de su ensoñación y regalándole una sonrisa. Gustosa tomó la mano de su ahora pareja, intentando desviar aquellos recuerdos que siempre atormentaban su cabeza.

Edward rodeó su cintura y ella posó las sus manos sus hombros haciendo un suave balanceo al ritmo de la música. Bailaron en silencio hasta que la música cesó y el sonido de una copa hizo eco en todo el salón captando la atención de los invitados.

 

Sophia se volteó para ver al protagonista de aquella acción encontrando al rubio de ojos verdes con una sonrisa en sus labios.

—Quiero hacer un brindis.— hablo con un nudo en la garganta y Sophia se sorprendió al saber que Michael se atreviera a decir algo en esos momentos.— es el matrimonio de mi pequeña Abigaíl… esto es más difícil de lo que pensaba.— susurro por lo bajo subiendo un par de escalones más para darse altura, los presentes soltaron una suave y contagiosa risa.

—Habla ya hermano, nos hacemos más viejos.— grito Jack causando más risas, risas que le ayudará a Michael a sentirse menos nervioso.

— Si algo me caracteriza como padre es ser muy protector con mi pequeña y no encuentro las palabras adecuadas para decir lo que siento en estos momentos.— dirigió su mirada a la rubia junto al castaño, quienes oían atentos sus palabras.— al principio no quería saber nada sobre su boda, he de admitirlo.— tocó su pecho con una mano expresándose.— tan solo pensar que mi más valioso tesoro fuera a irse con otro hombre me partía el corazón en miles de pedazos.— todos se enternecieron al oír aquello.

—¡Lo que pasa es que eres un celoso, Spencer!.— agregó Frank y todos soltaron una carcajada, Michael lo fulmino con la mirada, haciéndole una seña de que hablaría luego con él.

—Gracias, Frank, por tu segunda interrupción.— aclaró su garganta.— lo que intento decir es qué.— conectó miradas con su hija.— Siempre serás mi pequeña, mi tesoro, la luz de mis ojos, no importa si te casas, no importa si tienes hijos, no importa si yo soy viejo y me haces abuelo… Siempre serás mi niña y yo… quería aprovechar de dar las gracias a Sophia, ¿dónde estás Sophi?.— buscó en el público a la castaña y quien completamente sorprendida y con el corazón latiendo a mil por hora dio un paso adelante.

— Ahí estás.— sonrió al verla.— ¡¿no es hermosa esta mujer?!.— preguntó el público, el cual comenzó a silbar y aplaudir.— en realidad siempre ha sido hermosa, pero bueno.— exclamó haciendo que Sophia riera con sus mejillas sonrosadas, y unos pasos más atrás Anika fulminara al rubio sin ver vista…— quería agradecer a esta hermosa mujer por darme el regalo más preciado de mi vida… mi hija Abigaíl, nuestra hija Abigaíl y también a nuestros otros hermosos hijos, Marcus y Stefan que están aquí presentes acompañando a su hermana. Dios… .— suspiró.— Aún recuerdo cuando me dijo que estaba embarazada, comencé a correr por toda la casa como un loco, ¿lo recuerdas?.—preguntó divertido y ella asintió limpiando las lágrimas que había derramado.

— Lo recuerdo bien.— murmuro recordando aquel momento con nostalgia.

— Papá casi me mata.— soltó una carcajada contagiosa y elevó su copa hacia su padre, quien asintió con una sonrisa.— creo que si no fuera porque el viejo es muy saludable, le hubiese un infarto.— todos rieron con la anécdota.— recuerdo haber pensado… Una hija… Estoy seguro de que será una niña.— miró nuevamente a la novia, su pequeñita, su todo…




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