Mi Unico Amor.

Parte Ocho

—Le vuelves a poner otra mano encima a mi hijo y te mato.— escupió sus palabras con una frialdad que nunca antes  había usado en su vida. Michael estaba destilando rabia por los poros, viendo fijamente a aquel sujeto de penetrantes ojos azules.

Edward se soltó de su agarre con brusquedad soltando una carcajada mientras lo veía fijamente

—¿Papá viene al rescate?.— escupió la sangre de su boca en el piso, muy cerca se Sophie mientras sonreía altanero, causando aún más furia en el rubio— Vamos, dame tu mejor golpe.— animó retando, pero este lo ignoró completamente, centrando su atención en su hijo menor quien se levantó del suelo y corrió rápidamente detrás suyo. luego su vista se clavó en Sophia quien seguía en el suelo llorando desconsolada.— ¡No eres mas que un maldito cobarde!.

Michael, decidió acercarse para ayudar a Sophia, sin embargo, Edward se interpuso dándole un fuerte empujón que hizo que perdiera un poco el equilibrio.

—¿Yo un cobarde?.— preguntó incrédulo.— eres yu el que acaba de golpear a una mujer y a un niño.— lo miró con enojo apuntandolo con la mano.— No pienso pelear contigo Carson, mucho menos en el estado en que estas.— dijo con el ceño fruncido desviando la mirada nuevamente hacia su exesposa.

Michael sabía perfectamente en las condiciones que estaba ese tipo y siempre le enseñaron que antes de irse a golpes hay que hablar como personas civilizadas, pero como no tenía intenciones de discutir con aquel sujeto en ese momento simplemente lo ignoró hasta que abrió la boca nuevamente.

—¿Quieres saber lo que ella y yo hacíamos mientras ustedes estaban casados?.— soltó con una enorme sonrisa en los labios a la vez que se carcajeaba.— ¡te lo puedo decir todo si quieres!, ¡con lujo de detalles!

—¡Mentiroso!, ¡eso no es cierto, nunca hicimos nada!.— exclamó Sophia con la voz quebrada.— ¡no le creas Michael!, ¡está mintiendo!.

—Yo no miento, nena. Tu eras la que se metía en mi cama mientras el señor aquí presente trabajaba en la oficina, ¿ya lo olvidaste?.— fingió un puchero y Michael cerró sus puños con fuerza, apretando su mandíbula.

—¡No es cierto!.— gritó nuevamente Sophia y con dificultad se puso de pie apoyándose en Stefan quien la envolvió con sus brazos ayudándola.

—Michael, créeme por favor, está mintiendo.— dijo con el nudo en su garganta presente y el llanto desbordando de sus ojos, mientras se agarraba del brazo de su exesposo.— por favor.

—Sophia, sueltame.— respondió seriamente y ella sintió como su corazón se rompía nuevamente en mil pedazos.— Stefan, llévala dentro de la casa.— ordenó a su hijo y este tomó a su madre de ambos brazos haciendo que soltara a su padre.

—¡No!, ¡Michael!, ¡créeme por favor!.— suplicó y cuando menos lo esperaba el rubio dio un paso adelante dándole un fuerte golpe al castaño con toda la fuerza que pudo.

Este cayó al piso riendo, mientras posaba su mano en el lugar donde lo habian golpeado

—¿Qué pasa Spencer?, ¿no puedes pegar más fuerte?.— Michael lo tomó de su chaqueta poniéndolo de pie mirandolo fijamente.

—Escúchame bien pedazo de imbecil.— lo levantó un poco frunciendo el ceño de sobremanera.— si vuelves a acercarte a Sophia y a cualquiera de mis hijos no me importa pasar mi vida en prisión con tal de borrar una escoria como tu de este mundo.— Edward tomó los brazos del rubio haciendo fuerza para soltarse sin borrar la sonrisa de sus labios.

—Sophi lo hace muy bien, ahora entiendo porque te casaste con ella, es una delicia en la cama, pero creo que eso ya lo sabías, ¿no?.— Michale no dudó ni un segundo en darle otro golpe, y otro más, estaba completamente molesto e indignado. 

—Michael por favor, ya no sigas.— Sophia se acercó nuevamente para intentar calmarlo, pero él le hizo una seña para que se quedara atrás.

Sophia estaba tan asustada de que Edward le hiciera algo a Michael, que no le importaba lo más mínimo el dolor físico que sentía. Stefan intentaba retenerla y por más que quisiera estar al lado de su padre para darle una lección al castaño no lo hacía porque le dijo que cuidara a su madre.

Los nudillos de Michael estaban ensangrentados por los golpes dados al sujeto en cuestión y aún así ignoraba el dolor que pudiera sentir, ese tipo había golpeado a su Sophia y a su hijo, y definitivamente no saldría bien librado de esta.

Edward logró quitarse a Michael de un empujón y a trompicones se reincorporó nuevamente parpadeando unas cuantas veces al sentirse aturdido, pero volvió a sonreír.

—Vamos, Sophi.— canturreó.— dile al distinguido señor lo bien que la has pasado conmigo en tu casa, todas las noches que te he hecho gemir mi nombre.

Sophia negó con la cabeza frunciendo el ceño sintiendo su sangre hervir por dentro y el asco haciéndose presente por esas palabras.

—¡Yo jamás he estado contigo!, ¡y eso es lo que te arde!.— grito apretando sus puños mientras era sostenida por su hijo.— ¡Que en todo este tiempo no te haya permitido tocarme!.— le gritó hecha una furia por completo.— ¡y no me arrepiento en lo absoluto!, ¡Vete, vete y no vuelvas nunca a mostrarte frente a mi!

Edward frunció el ceño, esa mujer estaba pisoteando su hombría despiadadamente frente a su oponente y lo peor es que tenía razón. Ella jamás permitió que las cosas con él pasarán a más que un simple beso y eso le molestaba de sobremanera, sobretodo estando con los efectos del alcohol frente a su adversario.




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