A Lucy no le gustaban las fiestas. No solía salir a bailar. Había ido un par de veces con algunas de sus antiguas amigas de instituto, pero sí tenía que elegir prefería ir a un cantobar o al cine. Además no era muy buena bailando, y mucho menos coqueteando. Tampoco tomaba alcohol y en las fiestas siempre había alcohol. La que sí salía a bailar, e iba a fiestas descontroladas era Esme. Antes la madre de Esme no la dejaba. Pero cuando se mudó a la casa de Lucy empezó a salir más, aunque la madre de Lucy la iba a buscar a todas las discotecas, y a todas las fiestas, en la casa de quien sea.
Esme tenía que ir a una fiesta. Bueno, no tenía. Quería. Era sábado por la noche, y Lucy no tenía nada que hacer. Estaba sentada en la cocina ayudando a su madre a hacer unos rabioles. Las dos hablaban de cualquier cosa, con las manos llenas de harina.
Esme entró en la cocina, y al ver a Lucy le preguntó:
—¿No quieres venir conmigo a la fiesta de Soledad?
—No, gracias. A demás ni siquiera sé quién es Soledad.
—Vino un par de veces. Seguro que la conoces. Además es una fiesta abierta. Podemos llevar amigos— le explicó Esme.
Lucy hizo una mueca. No quería ir.
—Yo creo que deberías ir. Hace mucho que no sales a divertirte— Se entrometió su madre.
—Sí, tú mamá tiene razón. No te va a venir mal salir un rato, te pasas los días yendo de casa a la universidad, de la universidad a la casa— argumentó Esme—, eso es tan deprimente.
Lucy lo pensó. Si su prima y su madre se habían puesto en la cabeza que le iba a hacer bien ir, lo mejor era darles la razón e ir a la bendita fiesta. De igual modo decir que no, no la llevaría a ningún lado.
—Okey ¿A qué hora es? — desistió Lucy.
—A las 11:00 pm, así que comemos y después nos vamos— le respondió Esme, y después agregó dirigiéndose a la madre de Lucy—. Igual tía, yo no voy a comer, porque me puedo hinchar, y no quedará bien andar barriguda ¿Verdad?
—¿No vas a comer? Pero hice un montón— se quejó la madre de Lucy mirando los rabioles caseros esparcidos por la mesa—. Tú sí ¿No?— Le preguntó ahora a Lucy.
—Sí mamá, yo sí— contestó. Volvió su vista a Esme— ¿Cómo hay que ir vestida?
—Como quieras. Es una fiesta, nada más.
Lucy se mordió el labio haciendo un repaso mental de toda la ropa que tenía. Esme le vio la cara de preocupada y dijo:
—Sí quieres yo te presto ropa.
—No, mejor no. A demás tu ropa no me va a entrar.
—¡Ay Lu que dices! ¿Cómo no te va a entrar mi ropa? Sí somos casi del mismo talle.
—Casi— dijo Lucy riendo.
Esme también se río.
—Dale tonta, vamos a mi cuarto a ver que tengo para prestarte.
Esme arrastró a Lucy del brazo, y las dos subieron las escaleras riéndose.
Una remera con muchos brillos de color negro, y un Jean azul súper ajustado, con unas botitas, fue lo que Lucy rescató del guardarropa de Esme. El jean le quedaba muy ajustado, pero era cómodo. Así que Lucy lo uso igual.
—Lucy sácate las gafas. Te vas a ver mejor. O sea las gafas te quedan hermosas, te dan un aire intelectual, pero para una fiesta, lo intelectual no da— le dijo Esme a Lucy cuando ya estaban a punto de salir.
—Está bien— aceptó Lucy sacándose las gafas y guardándolas en un estuche.
Las necesitaba sólo para descansar su vista, pero le gustaba usarlas todo el rato.
—¿Lo ves? Así se luce mejor el maquillaje.
—Aja— contestó Lucy con burla.
—De verdad— replicó Esme—. Bueno, no importa. Vamos que Maxi ya debe estar en la puerta.
Maxi era un amigo de Esme que había quedado en pasar a buscarlas para ir a la fiesta. A Lucy le parecía que Maxi intentaba ser más que un amigo para Esme. Pero Esme no se daba por entendida, aunque bien sabía lo que sentía el chico por ella.
Salieron a la calle, y vieron el auto de Maxi venir a lo lejos.
—Ahí viene— anunció Esme.
El auto frenó, y ellas se subieron.
—Hola— Saludaron las dos.
Maxi se dio la vuelta sorprendido y miró a Lucy atentamente.
—¿Lucy? No te reconocí. Estás distinta— dijo
—¿Viste?—Sonrío Esme—. Parece otra.
Max asintió con la cabeza.
—Sí, es verdad. Deberías vestirte así siempre. Estas muy linda.
Lucy se ruborizó, y Esme la miró elevando las cejas. Ella puso los ojos en blanco. Ya sabía lo que quería decir Esme con aquella miradita. Solo esperaba que no se le ocurra emparejarla con Maxi.
Llegaron a la fiesta. La casa de Soledad estaba atestada de gente y la música estaba muy alta. Un grupo de chicas corrió hasta Esme con gritos y aplausos.
—Hola nena— dijo una chica morena que llevaba un vestido cortito ajustado al cuerpo—. Qué bueno que viniste.
—¿Cómo no iba a venir?- exclamó Esme—. Y díganme ¿Lo vieron a Xavier?
Al escuchar el nombre de Xavier Lucy dio un respingo. ¿Qué? ¿Xavier estaba en la fiesta?
Una chica rubia de pelo muy lacio y cara de ángel le respondió.
—No. Todavía no vino, pero Soledad lo invitó. Así que seguro que viene.
Otra chica también rubia y de rulos le preguntó a Esme.
—¿Y qué pasó entre ustedes al final? El otro día no terminaste de contarme.
—Nada—Se hizo la importante Esme—. Fue a buscarme a casa para disculparse. Me dijo que necesita tiempo.