Mi vecino infernal

6.

Capítulo 6: Filtraciones

POV Sienna

El frío de la acera me calaba hasta los huesos mientras recogía los cuadernos mojados. Cada hoja era un recordatorio de todo lo que estaba perdiendo: trabajo, dignidad, equilibrio.
—No voy a ser tu proyecto —escupí, metiendo los papeles en la mochila empapada.

Mick se agachó, me alcanzó un bolígrafo.
—No dije mi proyecto. Dije nuestro.

Bufé, pero no lo solté. Caminamos en silencio. Cada paso me ardía como si Maddie siguiera gritando “círculo” en mi nuca.

En el semáforo, él insistió:
—Sienna, espera.
—No.
—Espera, por favor.

La palabra por favor me hizo frenar. Rara vez salía de su boca.

—No quiero que pienses que… que me da igual —dijo al fin, frotándose la nuca—. Maddie es un desastre que yo provoqué. Lo siento.
—Demasiado tarde.

Un silencio incómodo. Los taxis pasaban, mojando el asfalto con reflejos amarillos.

—Déjame invitarte a cenar —propuso.
—No necesito caridad.
—Entonces llámalo… inversión de socio.

El estómago me gruñó traidor.
—Un kebab —dije, al fin.
—Trato.

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POV Mick

El local olía a comino y a esa mezcla de salsas que siempre me recuerda a giras baratas. Sienna se sentó frente a mí, todavía con la chaqueta empapada, y atacó su pita con la concentración de una cirujana.
Perfecto.

Deslicé el móvil bajo la mesa, cámara apuntando. Grabé mientras le daba un mordisco enorme al pan.
—Cena juntos —susurré para la cámara, apenas audible—. No me odia tanto como dice… creo que le gustó.

Un destello rojo: grabando. Esto iba directo a TikTok. Nada como un clip clandestino para avivar la guerra.

Cuando terminé, subí el volumen fingiendo normalidad.
—Eres mala —dije de pronto.
Ella levantó la vista, un pedazo de pan a medio camino.
—¿Perdón?
—Subiste el vídeo de Maddie dándome una bofetada. —Le enseñé la pantalla. Las vistas subían en espiral.
Ni una pizca de culpa.
—¿Y? Era demasiado bueno para guardarlo.

Me reí. Tenía más filo que cualquiera de mis bromas.

—Sabes, Bitters, creo que este apodo te queda mejor que nunca.
—¿Por qué Bitters? —frunció el ceño.

Apoyé el codo en la mesa, acercándome.
—Porque eres como un trago con amargos: primero arde, luego deja ese sabor que te hace querer otro. No es dulce, no es simple. Eres… eso.

Sus ojos se abrieron un segundo, sorprendidos, antes de rodarlos con fuerza.
—Eres un estúpido.

Sonreí.
—Sí, pero un estúpido con buen paladar.

Ella masticó, fingiendo indiferencia.
—Pues si yo soy Bitters, tú eres… SugarCrash.
—¿SugarCrash?
—Todo azúcar al principio, pura energía… y después solo cansas.

Solté una carcajada.
—Me gusta. Infernal SugarCrash. Tiene ritmo.

El contador de vistas seguía trepando, pero la mejor parte era verla morder su kebab, sin saber que en ese mismo momento el mundo ya estaba viendo cómo, según mi narración, no me odiaba tanto como decía.

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POV Sienna

La llave apenas giró y ya se escuchaba un gruñido grave, improbable para un pomerania de kilo y medio.
—Shhh, Burbuja, soy yo.
El ladrido aumentó cuando Mick se asomó detrás de mí, sonriendo como si fuera su casa.

—Relájate, que solo la escolto.
—No le hables —le espeté, antes de cerrarle la puerta en la cara.

El portazo resonó por todo el pasillo. Burbuja dio una vuelta victoriosa y corrió a mis pies.

—No somos amigos —le dije a la bola de pelo, mientras ella seguía gruñendo a la puerta—. Tranquila. Solo fue un kebab por necesidad. Tenía hambre.
Burbuja ladeó la cabeza, incrédula.
—Además —susurré, colgando la chaqueta—, sé el tipo de persona que es. Detectable a kilómetros.

El móvil vibró tres veces seguidas. Grupo Ibiza 4ever.

Isla: Bebé, te extraño. Mira este mar. (foto de atardecer rosa).
Kath: Adivina quién nos invitó a un chiringuito privado. 🏝️
Mila: Spoiler: yo tengo crush con el DJ. Isla va por el camarero surfer.
Isla: Y tú, Sienna? ¿Cómo está el vecino guapetón?
Kath: Confiesa yaaa.

Resoplé.
Sienna: Estoy bien. Y no me hablen de ese.

Las notificaciones seguían, emojis de corazones y carcajadas. Colgué antes de que llegara la inevitable: “ya están saliendo, ¿verdad?”

Me duché rápido, me puse el pijama de algodón y me hundí en la cama. Cerré los ojos… y allí estaba él, con esa media sonrisa que parecía un reto.

—No. —Me di la vuelta.
Burbuja saltó a mi almohada, ronroneando como si entendiera el problema.

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POV Mick

—Bro, mira esto —le enseñé el móvil a Marlon, el clip del kebab explotaba en visitas—. La tengo comiendo de mi mano. ¿Viste cómo se quebró con lo del círculo? Yo estuve ahí, la rescaté. Y ahora pum: confianza. Hasta aceptó un kebab.

Marlon me miró serio.
—Mick, estás jugando con fuego. Esa chica no es Maddie ni las demás. Si se ilusiona de verdad, ¿qué harás?

—Nada va a pasar. Ella lo sabe. Solo jugamos. —Encendí el aro de luz, ignorando su cara de advertencia—. Vamos a aprovechar la ventana, ¿sí o qué?

Abrí el live. El contador de espectadores subía como espuma.
Los comentarios ardían:

“¿Dónde está la vecina?”
“¿Son novios?”
“Bitters y SugarCrash, shippeo 100%”
“Cántanos algooo”

Me acomodé la gorra y sonreí a cámara.
—¿Si estamos saliendo? Puede ser… tengo esperanza. Ella no me odia tanto como dice, ¿sabéis? Me aceptó un kebab y ya tenemos nombres de pareja.

El chat estalló en corazones, emojis de fuego y regalos virtuales que se transformaban en diamantes. El contador de dinero subía en la esquina.

—Vamos, Marlon, toca —dije, y él, a regañadientes, rasgueó la guitarra.
Cantamos. Comentarios a toda velocidad. Visualizaciones que trepaban. Un tsunami de rosas, leones y fuegos artificiales digitales inundaba la pantalla.

—Hermano —susurró Marlon al terminar—. En una hora acabamos de ganar lo de un mes.




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