Mi vecino infernal

5...

Capitulo 5: Enemiga publica.

POV Sienna

La clase de Sociología era como lanzarse a un lago helado: el primer impacto me dejaba sin aire, pero después las ideas empezaban a moverse solas en mi cabeza. La profesora, con su tono firme y calculado, cerró la carpeta de golpe.
—Para el módulo final quiero un ensayo en parejas. Tema libre, siempre que esté vinculado a política y sociedad. Dos semanas de plazo.

Un susurro recorrió el aula. Bajé la mirada a mis apuntes, rogando en silencio que alguien, quien fuera, me hablara.
—¿Quieres hacerlo conmigo? —preguntó Clara desde atrás.
Iba a asentir, pero otra voz me cortó.
—Sienna, ¿te apuntas conmigo?

Era Andrés. Buen chico, callado, de esos que nunca dan el primer paso. Y ahí estaba, sonriéndome.
—Eh… sí, claro —balbuceé.
—Perfecto, nos vemos el sábado para trabajar entonces.

Mi estómago se encogió. El sábado trabajaba todo el día. Pero no podía volver a suspender Sociología. Tragué saliva.
—Está bien.

Cuando sonó el timbre recogí mis cosas y salí disparada. El aire se me quedó atrapado en los pulmones; el pecho subía y bajaba sin control. Maldije a Mick mentalmente, como si todo el caos de mi vida llevara su nombre escrito.

En el cristal del bus vi mi reflejo: despeinada, redonda, agotada. La voz de mi madre reverberó en mi cabeza como un eco indeseado. Cerré los ojos con fuerza.

El trabajo esperaba. Caminé directa a la trattoria con un plan: pedir el domingo a cambio de librar el sábado.

Pero en lugar de don David, me encontré con una chica de labios rojos, postura impecable y mirada afilada.
—¿Tú eres Sienna? —preguntó.
—Sí, mucho gusto —extendí la mano.

No la tomó. En cambio, dejó escapar una risita contenida, como si supiera algo que yo ignoraba. Luego me recorrió de arriba abajo con un gesto de desprecio que me erizó la piel.
—Tú y yo somos enemigas públicas desde ahora.

Me quedé helada. Entonces entró don David.
—Sienna, te presento a mi hija, Maddie. Ella se quedará a cargo del café este verano. Yo me voy mañana de vacaciones.

Tragué saliva, forzando una sonrisa.
—Don David, sobre mañana… ¿cree que podría cambiarme el turno? Necesito estudiar para un ensayo.
—Por supuesto que no —interrumpió Maddie con frialdad—. Esto es un trabajo, no un capricho.
—Maddie… —suspiró su padre—. Tranquila. Carlos cubrirá mañana. Sienna, quédate en casa y vienes el domingo.
—Gracias, don David.
—No agradezcas. Atiende la mesa cinco: quieren un espresso.

Me giré rápidamente, sintiendo la mirada de Maddie quemándome la espalda.

Mesa cinco.

Y ahí estaba. Mick Lennon, con su sonrisa de imbécil tatuada en la cara.
—Vecina —se burló—. ¿No te pagan extra por seguirme a todos lados?
—Si me pagaran por aguantarte, ya sería millonaria.

Dejé el café sobre la mesa con brusquedad. Y entonces su sonrisa se borró. Su rostro se congeló, los ojos abiertos en terror. Me giré para entender por qué.

Maddie venía hacia nosotros. Cada paso retumbaba en mis nervios como un trueno cercano.
—Mierda —susurró Mick, levantándose.

Lo empujé de nuevo al asiento con una sonrisa venenosa.
—Ni lo sueñes, Lennon. Te quedas.

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POV Mick

Estaba atrapado.

El golpe llegó seco, ardiente. La bofetada de Maddie resonó en toda la trattoria. El silencio cayó como una manta: una cuchara tintineó al caer, alguien dejó de masticar, y hasta la cafetera pareció callarse.
—¡Maddie! —protesté, llevándome la mano a la mejilla ardiendo.

No me dejó hablar. Sus manos cortaban el aire, sus gritos chocaban contra los platos y cubiertos. Era la misma furia de siempre, la que antes me parecía fascinante y ahora solo me daba ganas de saltar por la ventana.

Y entonces la vi.

Sienna. Sentada en la barra, café en mano, grabando todo con el móvil. Su sonrisa era cruel, como si estuviera en primera fila del teatro del desastre.
—¿Cómo pudiste desaparecer después de aquella noche maravillosa? —escupió Maddie.

Cerré los ojos. Claro que iba a sacarlo.
—Fui claro desde el principio. Nada de compromisos.

Ella se rió con desdén.
—¿Y qué hay de ella? —señaló hacia la barra—. Todo TikTok dice que son pareja. ¿Me cambias por eso?

El estómago se me encogió.
—No es lo que parece.

Maddie no se calmó.
—¿Cómo me cambias por ese cero a la izquierda?

Las palabras me atravesaron.
—Ya basta. No tienes que ser cruel —murmuré.

Entonces noté que la sonrisa de Sienna había desaparecido. Seguía con el móvil en la mano, pero sus ojos ya no brillaban de burla. Estaban heridos. Las palabras de Maddie habían dado justo en el blanco.

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POV Sienna

El silencio se rompió cuando Maddie giró la cabeza hacia mí.
—Tú —dijo, señalándome con un dedo afilado como un cuchillo—. Lárgate. Aquí no trabajas más.

Un murmullo recorrió la sala. Sonreí despacio y me quité el delantal.
—Perfecto —dije, lanzándoselo sobre la mesa con un golpe seco—. Suerte con tu turno: tienes cincuenta reservas y ahora solo tres meseros… porque acabas de echar al cuarto por un capricho con labios rojos y cero neuronas.

Incliné la cabeza hacia Mick, que me miraba como un niño perdido.
—Buena suerte, genia.

Me di la vuelta, pero Maddie no había terminado.
—Desaparece, círculo.

El mundo se detuvo.

Círculo. La palabra me perforó. Las risas del colegio volvieron como un eco insoportable: pasillos interminables, dedos señalando, el apodo que me seguía como una sombra. Durante un instante tuve nueve años otra vez, con las mejillas ardiendo y las lágrimas prohibidas.

No sé cómo salí de allí. Solo recuerdo un tirón, pasos rápidos, el aire helado. Antes de darme cuenta, estaba en la calle.

Mick seguía a mi lado, respirando agitado, y aún sostenía mi mano.
—Vamos, Bitters —murmuró, firme—. No tienes que escuchar esto.




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