Mi vecino infernal

10

Capitulo 10.

POV Sienna

Salí del aula sin mirar atrás. El café para Andrés temblaba en mi mano como si fuera dinamita. Caminé hasta el baño, cerré la puerta de un cubículo y me dejé caer en la tapa del váter.
El silencio me golpeó más que los aplausos de la clase.

“Qué idiota…” pensé, tapándome la cara con las manos. “Una quedada para hacer un ensayo, luego una cita improvisada, un mínimo de atención y yo ya estaba regalándole mi primer beso, creyendo que era el inicio de algo real. Ya me veía con vestido blanco…”

Las lágrimas salieron solas. Me mordí el labio para no hacer ruido, pero el llanto me temblaba en el pecho.
“No es culpa de él…” me repetí, casi como un mantra. “No es su culpa que yo sea así. Cualquier migaja que me sueltan la recojo como una mendiga del amor. Es evidente que moriré sola. Nadie se fija en mí realmente. Porque aparte de ‘círculo’, soy intensa. Y ridícula.”

Me limpié las mejillas con el dorso de la mano. Mi reflejo en el espejo parecía una versión empapada de mí misma, con el rimel corrido y el pelo húmedo pegado a la frente.
No podía quedarme ahí. Salí del baño con paso rápido, como si escapar me salvara de mí misma.


Lo primero que hice fue ir a la tiendita de la esquina. Ni pensé. Terminé saliendo con dos bolsas llenas de chocolates, gominolas y una tableta gigante de turrón. Mis armas de destrucción masiva personal.

Con las bolsas en la mano, marqué el número de Isla. Tono, tono, buzón. Probé con Kath. Nada. Mila. Silencio absoluto. Me mordí las uñas, desesperada.
Entonces abrí Instagram. Y ahí estaban: sus historias.

Luces de discoteca, piscina, cocktails fluorescentes, una terraza en Ibiza. Mis mejores amigas bailando, gritando, riendo. Y de repente, un vídeo de Mila inclinada sobre un lavabo, vomitando, mientras Isla le recogía el pelo. Kath, que lo había subido, había escrito en letras fosforescentes:
Modo ebrias: inconsciente (Mila), consciente (Isla) y perra (señalándose a sí misma).

Tragué saliva. La envidia se mezcló con tristeza en el estómago.
—Es obvio que siguen durmiendo… —murmuré en voz baja—. No voy a molestarlas con mis dramas existenciales.

Guardé el móvil en el bolsillo y volví a casa.


En cuanto cerré la puerta del departamento, me tiré en el sofá con Burbuja. Ella me miró como si supiera todo, como si entendiera que estaba rota por dentro.
Abrí las bolsas de dulces y comí sin parar. Chocolate, caramelos, galletas… todo sabía igual: a vacío.

Lloré en silencio, con Burbuja hecha un ovillo sobre mis piernas. Le acariciaba la cabeza con una mano y con la otra devoraba cualquier cosa que tuviera azúcar. No comí nada más. Solo dulces.
El reloj pasó lento, como si disfrutara verme caer en pedazos.

Cuando las manecillas marcaron las nueve, me levanté con el estómago pesado y la cara hinchada de tanto llorar.
Me cambié la camiseta por la primera deportiva que encontré, me até el cabello en una coleta torpe y agarré la mochila.

—Vamos, Burbuja… —le dije con un suspiro—. Hora de entrenar con el insoportable.

Ella ladró como si aprobara el plan.

Con el corazón todavía encogido y el azúcar corriendo por mis venas, salí de casa rumbo al piso de Mick.

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POV Mick

—Cero comentarios ridículos, no me scergueces —gruñí, señalando a Marlon mientras recogía unos discos del suelo.

—Esto será divertido —me respondió, sonriendo con esa mirada que ya me conocía demasiado—. Te ves muy nervioso, ¿te sientes nervioso?

—No estoy nervioso —dije, tratando de sonar firme—. Es solo… Bitters y su gremlin.

El timbre sonó justo en ese momento.

—¡Entren! —dijo Marlon.

Sienna apareció en el umbral, Burbuja en brazos y una sonrisa demasiado fingida, una energía que claramente no era de ella.

—Burbuja… —la llamé con voz severa. La perra, como siempre, me ladró con intensidad.

—No te atrevas a morderme en mi propia casa, eso es ofensivo —gruñí, cruzando los brazos.

Burbuja gruñó un poco más antes de soltar a Sienna.

—Hola, chicas —saludó Marlon con su habitual tranquilidad.

Sienna se apartó un poco, pero esta vez Burbuja dejó que Marlon le hiciera cariño.

La miré con rabia.
—Me odia solo a mí… es personal.

Sienna, sin embargo, sonrió un poco, de verdad esta vez.
—Tienes mala vibes, la presiento —dijo, inclinando la cabeza.

—¿Malas vibes? —arqueé una ceja—. Te haré llorar con los abdominales.

Ella soltó una risita y me desafió:
—Esfuérzate, Lennon.

Suspiré, rodando los ojos, pero dentro de mí sabía que la noche apenas empezaba y que esta pequeña guerra de energía apenas iba a calentar.

Mick se agachó para atarse las zapatillas y entonces escuchamos el chasquido de otros cordones.
—¿Qué haces? —le gruñó Mick a Marlon, que se estaba poniendo sus tenis con toda la calma del mundo.

—Siguiendo tu clase, profesor —contestó él con una sonrisa que me arrancó una risa inmediata.

Mick lo miró como si quisiera fulminarlo ahí mismo.
—Esto es personal entre ella y yo.

—Auch, golpe bajo viniendo de mi mejor amigo —replicó Marlon, poniéndose de pie y estirando los brazos como si estuviera en un anuncio de ropa deportiva.

—Puede entrenar —dije yo con una sonrisa nerviosa—. No me molestas.

Mick rodó los ojos y soltó un bufido.
—El grabará y cuidará a Burbuja.

—Ajá… con que seguimos con la tontería de TikTok —respondió Marlon, arqueando las cejas.

—Sí, seguimos… —dije con firmeza, aunque por dentro sentía que apenas me sostenía en pie.

—¿No quieres grabar? —preguntó Mick, frunciendo el ceño.

—Nunca he querido —admití bajito, bajando la mirada.

Un silencio extraño se instaló. Mick me observó como si intentara descifrar algo en mi cara. Después suspiró.
—Bien… sin TikTok.

Me acerqué un paso y extendí la mano hacia su frente.
—¿Estás bien? —pregunté, como si buscara fiebre.




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