Mi vecino infernal

13.

Capitulo 13: el fin justifica los medios.

POV Sienna

Me juré que no iba a poner un pie fuera de casa hasta que mi resaca muriera del todo. Y sin embargo, ahí estaba: caminando detrás de Mick, con Burbuja bajo el brazo y Marlon silbando como si fuéramos rumbo a un picnic.

—Esto es un secuestro —gruñí, escondida detrás de mis gafas de sol.
—Los secuestros no llevan perritos —replicó Marlon, encantado de sí mismo.
—Tú cállate.

El aire helado de la calle me revolvía el estómago más que todo el alcohol de anoche. Cada paso hacia la casa de Andrés me hacía sentir como si tuviera cemento en los zapatos.

Cuando vi el edificio, me planté en seco.
—No voy a subir.
Mick se giró, los ojos encendidos.
—Vas a subir.
—No.
—Sí.
—No puedo, Lennon. ¿Qué voy a decirle?
Él apretó la mandíbula.
—No tienes que decir nada. Yo hablaré.

No sé cómo terminé frente a la puerta. Tal vez porque Marlon tocó el timbre antes de que pudiera escapar.

La cerradura se abrió con un clic metálico. Andrés apareció en el umbral, despeinado, en camiseta y con esa sonrisa que tanto me había confundido.
—Sienna —dijo, sorprendido—. Qué… inesperado.

Marlon sonrió como un presentador de reality show.
—Vinimos a hablar del ensayo que robaste. —Levantó las cejas—. Y también del beso.

—¡Marlon! —protesté, deseando desaparecer.

Andrés arqueó una ceja y se cruzó de brazos.
—No sé qué fue lo que ella les contó, pero lo que sea que les dijo, no es así.

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POV Mick

Troné los nudillos, conteniendo la rabia.
—Mira. He venido con la intención de usar la diplomacia. Que cite a Habermas, ¿qué le digo? Pero no estás colaborando ni un poco.

Andrés intentó sonreír, con altanería.
—Y ya que Habermas se queda corto contigo… —seguí, inclinándome hacia él—, déjame recurrir a Maquiavelo. Él decía que el fin justifica los medios. Y tu altanería justifica el puño que voy a estrellarte en la cara si sigues burlándote de nosotros.

Lo vi palidecer apenas un instante.

Detrás de mí, Marlon aplaudió.
—¡Bravo, Lennon! Tus lecturas de madrugada por fin sirven para algo.

Sienna me detuvo con las manos en el pecho.
—¡Mick! Déjame a mí. Lo resolveré yo.

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POV Sienna

Tragué saliva, temblando. Pero saqué la voz de donde ya no quedaban fuerzas.
—A ver, pedazo de mierda… —mis palabras salieron claras, firmes—. Sabes bien lo que hiciste y por qué lo hiciste.

Andrés frunció el ceño.
—No hice nada, tú estás loca.

Me ardieron los ojos, pero no me callé.
—Me usaste para llamar la atención de Clara. Porque sabes que nunca te hubiera volteado a mirar si no te hubieras robado mi ensayo. Porque, aparte de chico promedio, eres calculador, manipulador, despreciable… y demasiado patético.

Su máscara se quebró. Me devolvió una sonrisa venenosa.
—Aún así te emocionaste cuando te presté un poco de atención. Hasta me diste tu primer beso, que por cierto, fue patético.

Sentí que la sangre me bajaba de golpe, pero no retrocedí.
—Te voy a desenmascarar. Lo juro. Todos se darán cuenta de que robaste mi ensayo. Y cuando eso pase… ni Clara ni nadie va a seguir creyendo en tu circo.

POV Mick

El aire estaba tan cargado que sentí que iba a reventar. Iba a hacerlo, de hecho. El puño ya estaba listo.

Pero entonces…

POV Sienna

¡Paf!

El sonido me hizo saltar.

Andrés se tambaleó hacia atrás, con la mano enrojecida en la mejilla y los ojos abiertos como platos.

Y ahí estaba Marlon, sacudiéndose los nudillos con total calma.
—¿Qué? —dijo, encogiéndose de hombros—. No podíamos irnos sin darle un souvenir.

Andrés balbuceó algo ininteligible, la boca torcida.
Yo me llevé la mano a la cara y solté una risa entrecortada. Mick, a mi lado, sonrió por primera vez en toda la noche.

—Estás loco, Marlon.
—¡Loco no, práctico! —respondió él, orgulloso—. Lennon iba directo a la cárcel. Yo soy el héroe invisible de esta historia.

Burbuja ladró como si celebrara el golpe.

Andrés, humillado, cerró la puerta de golpe.

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POV Sienna

Salimos a la calle, los tres y Burbuja. El aire fresco me pegó en la cara como una promesa. Y aunque el corazón me temblaba, por primera vez en mucho tiempo no me sentí un pañuelo tirado a la basura.

Marlon levantó las manos como si hubiera acabado un partido.
—Bueno, eso fue terapéutico. ¿Vamos por tacos?

Me reí sin pensarlo.
—Se sintió bien. Gracias, chicos.

Mick me pasó la mano por el hombro, suave, como quitándome peso.
—Hazle caso a tu socio.

Lo miré de reojo, arqueando una ceja.
—No sabía que mi socio leía a Maquiavelo…

Él sonrió de lado.
—No lo leo. Te escucho recitar a todos esos muertos como si hicieras un exorcismo cada noche.

Me mordí el labio, indignada.
—¡Qué va! No hago tanto ruido.

Marlon chasqueó la lengua.
—Eres ruidosa. Sobre todo cuando cocinas y cantas.

Me giré hacia él con la boca abierta, fingiendo ofensa.
—¡Traidor!
—Socio leal —respondió, guiñando un ojo.




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