Mi vecino infernal

15.

Capítulo 15 – Fake o no...

POV Mick

El ascensor todavía no había terminado de cerrarse cuando escuché la puerta del sofá:
Sienna, brazos cruzados, Burbuja en su regazo. Ni un saludo.

—Ya despediste a tu nueva conquista? —disparó sin levantar la mirada.

—Clienta —respondí con calma, apoyándome en el marco.

Ella chasqueó la lengua, teatral. Se puso de pie y, con una mueca exagerada, me imitó, colocándome las manos en la cintura como si me acomodara.
—Así está mejor… levanta un poco más el culo para poder mirarlo —canturreó.

—¡Yo no le dije eso! —solté, riendo.

—Ajá. —Sus ojos brillaron de picardía—. Dios, eres muy creativo.

Marlon, que había estado fingiendo mirar el móvil, estalló en carcajadas.
—Y muy celosa.

—Tú cállate. —Sienna le lanzó una mirada fulminante.

—Tranquila —dijo él, levantando las manos en señal de paz—. Bébete la manzanilla y cuéntanos qué te dijo Andrés.

—No. Ya no quiero contar nada. —Agarró la correa de Burbuja—. Es más, me voy a mi casa. Vamos, Burbuja.

Se giró hacia la puerta. Me moví antes de pensarlo, bloqueando el paso.
—¿A dónde vas tan enojada? Quédate.

—Burbuja, muérdelo —ordenó, con una dulzura venenosa.

La perrita gruñó, bajita pero clara.

—No, tú no te metas en esto, no es tu asunto —le dije a la bola de pelo, retrocediendo medio paso.

—Muerdelo —repitió Sienna.

Burbuja obedeció: un mordisquito directo a mi zapatilla.

—¡Perra endemoniada, traidora! —protesté, intentando soltarla—. Después de que te dejé comerte mi cojín preferido.

Sienna sonrió apenas, victoriosa, y se escabulló por el hueco que dejé.
—Buenas noches, nene.

La puerta se cerró detrás de ellas.
Me quedé con el zapato mordido y una sonrisa tonta que no quería admitir

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POV Sienna

Hiperventilo.
El corazón no se me baja ni a tiros.

—¿Qué me pasa? —susurro, apretando las manos contra las sienes—. Estoy loca. Ya perdí la cabeza.

Burbuja me mira desde el respaldo del sofá como si pudiera diagnosticarme.

—No me importa —insisto, aunque mi voz suena patética hasta para mí—. Él puede estar con la chica que quiera. No tenemos nada. Es fake.

Silencio. Solo mi respiración acelerada.

—Además, nunca se fijaría en mí de esa forma. Dios. Qué patética. Andrés tiene razón: soy una idiota.

Me dejo caer en el sofá, el cuerpo todavía en modo terremoto. El botón rojo brilla. “Iniciar transmisión”.
—Hola, ciudadanos… —sonrío forzada—. Hace un tiempito que no hago live, ya saben, han pasado muchas cosas estos últimos días.

En segundos, el chat explota:
¿Y MICK LENNON?
¡¡LA GUERRA DE BALCONES!!
¿Ya están saliendo?
Cuando hacen otro video juntos???
#Siennick trending, gente
Los corazones suben como fuego artificial.

—A ver, tranquilos —respondo, levantando las manos—. Justo de eso quería hablarles. Mick y yo ya no somos rivales, no hay más guerra de balcones. Somos amigos, ¿ok? Solo amigos.

El chat se llena de emojis de payasos y caritas incrédulas.
JAJAJA no te creemos.
Mick ya te tiene fichada 😏
AMIGOS = ETAPA 1 DE NOVIAZGO.
Cállate y bésalo en cámara.

—En serio —insisto, aunque mi voz tiembla un poco—. No tenemos nada. Es fake.

Y entonces aparece la notificación que me parte el estómago en dos:
@MickLennon se ha unido al Live.

—Una canción para que me perdones —su voz, limpia y burlona, entra directo al micro.

—Deja la estupidez, Lennon.

—Va en serio. Serenata privada o hago el ridículo en público. Tú decides.

El chat explota:
¡¡PÚBLICO, PÚBLICO, PÚBLICO!!
QUE CANTE AHORA.
Sienna no seas mala, danos contenido.

Yo resoplo, sintiéndome atrapada en una jaula digital.
—En privado, Lennon. Serenata privada.

—Trato hecho —responde él, y puedo casi ver su sonrisa de idiota a través de la pantalla.

Cuelgo antes de que suelte otra palabra. El silencio me aplasta, pero mi corazón late como si hubiera corrido un maratón.

Cinco minutos después, el timbre suena.
No. No puede ser.

Burbuja ladra, confirmando lo que temo.
Abro la puerta.
Ahí está. Guitarra en mano, pijama gris, el pelo húmedo cayéndole en la frente y esa sonrisa que debería ser ilegal.

—Hola —dice, como si no acabara de incendiar mi Live y mi cordura.

—Hola.

—Elige la canción.

Fruncí el ceño.
—¿Qué?

—Que elijas.

Rodé los ojos, pensando que bromeaba.
—Sorpréndeme.

Y lo hizo. Ni un segundo de duda: sus dedos se deslizaron por las cuerdas

Mick no dudó ni un segundo: sus dedos se deslizaron por las cuerdas y reconocí la melodía de inmediato.

—¿Bruno Mars? —murmuré, con un hilo de voz.

Él sonrió, y su voz llenó la sala con aquel “just the way you are”. El calor me subió por la piel, porque cada verso parecía arrancado de mis inseguridades. Antes de que llegara al estribillo completo, levanté la mano.

—Para...

Mick arqueó una ceja, divertido, pero no soltó la guitarra. Cambió de acorde y sonó otro clásico.

—¿Elvis Presley? —pregunté, incrédula, cuando reconocí “Can’t Help Falling in Love”.

El aire se me cortó. Esa voz grave, lenta, acariciando cada palabra, era demasiado. Cuando llegó al “I can’t help falling in love with you”, mi corazón latía tan fuerte que juraba que se escuchaba más que la guitarra.

—Mick, en serio, para. —Me tapé la cara con las manos, sintiendo que iba a colapsar.

Él dejó que las cuerdas se apagaran, pero no se movió de mi sofá. Una sonrisa peligrosa se dibujó en su boca.
—Ah, ya entendí… tu estilo es más Whitney Houston.

—¿Qué? ¡No! —protesté, casi gritando.

Demasiado tarde. Se inclinó hacia el micro invisible que imaginaba y, con una exageración deliciosa, empezó a cantar “I Have Nothing”. No llegaba a las notas imposibles de Whitney, pero la intención estaba ahí: la entrega total, la risa fácil...




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