Capitulo 18: acto performativo.
POV Sienna
El timbre sonó y mi corazón dio un vuelco.
—Holaa —dije demasiado rápido, con una sonrisa que no lograba controlar.
Mick estaba en el umbral, con esa mirada intensa que parecía verlo todo.
—Hola —contestó él, pausado, dejando que Burbuja saltara a sus piernas como guardián peludo.
—Bienvenido al campo de batalla académico —dije, señalando la mesa despejada, la cafetera humeando y la tarta de chocolate lista en la nevera.
Mick colocó las manos sobre la mesa, las mangas arremangadas, y me miró fijo. Esa concentración suya me desarmaba.
—Entonces, dos ensayos —resumió—. Uno para demostrar que el primero era tuyo, y otro completamente nuevo para callarles la boca.
—Exacto —asentí, mordiéndome el labio.
—Vale. Para el primero solo necesitas reescribir con tu estilo, con tus mismas referencias. Eso es casi mecánico —se inclinó, señalando mis subrayados—. Ya tienes la mitad hecha.
—¿Y el segundo? —pregunté.
—Ahí está la parte divertida —sonrió de lado—. Podemos elegir un tema que sea imposible de robar.
—¿Como cuál? —me atreví a preguntar.
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POV Mick
—Vale, no entiendo ni papa de sociología política —admití, rascándome la nuca—, pero dime otro de esos autores tuyos.
Sienna levantó una ceja.
—¿Seguro? Son densos.
—Tú dame un nombre, yo pongo ejemplos.
Ella sonrió apenas, como si aceptara un reto.
—Está bien. Gramsci.
—¿Ese no es el de los memes? —pregunté, y ella casi se atraganta de la risa.
—¡No eran memes! —repitió, divertida.
—Pues… ¿qué decía Gramsci?
—Que la hegemonía cultural mantiene el poder sin necesidad de violencia. Que la gente termina aceptando como “normal” lo que en realidad es una imposición.
Me quedé pensando.
—Como cuando en el colegio todos repetíamos que la pizza con piña era un crimen… aunque ni la habíamos probado.
Sienna me miró sorprendida.
—Exacto —lo apuntó en su libreta—. ¡Eso es hegemonía cultural! El rechazo impuesto se vuelve parte de la norma social.
—O como los filtros de Instagram —añadí—. Todos diciendo que es belleza natural, cuando en realidad es un estándar prefabricado.
Ella alzó la cabeza despacio, los ojos brillando.
—Mick… acabas de darme el tema.
—¿Sí?
—Sí. Gramsci aplicado a los filtros digitales y la estética en redes sociales. Cómo se reproduce la hegemonía cultural en la autoimagen —hablaba rápido, emocionada—. ¡Es perfecto! Nadie va a tener algo parecido.
Yo sonreí, disfrutando verla así, apasionada, como si el mundo por fin estuviera en sus manos.
—Entonces ya está —dije—. Yo pongo los ejemplos, tú pones las palabrotas.
Sienna rió, bajando la mirada y sonrojándose.
—No son palabrotas, son conceptos.
—Lo que digas —le guiñé un ojo.
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POV Sienna
El teclado ya no respondía. Mis manos estaban quietas, pero mi corazón no. Lo sentía demasiado cerca, tan presente que el aire parecía más espeso.
—¿Qué pasa? —su voz grave me sacudió—. ¿Te gustó no?
Tragué saliva, incapaz de sostenerle la mirada.
—Si—susurré, y en ese instante lo supe, no se refería al ensayó, me preguntó si me gustaba él y yo lo había admitido.
Él sonrió apenas, como si disfrutara la confesión.
—Entonces, ¿qué?
Forcé la compostura, acercando el computador y fingiendo concentración.
—Entonces escribiré.
Las teclas repiquetearon un par de segundos, pero lo único que lograba escuchar era mi propia respiración mezclada con la suya. Lo miré de reojo, y su mirada me desarmó.
—Dime, Lennon… —murmuré—. ¿Qué sigue ahora?
Él arqueó una ceja.
—En donde nos quedamos. Tú dime.
Sonreí de lado, dispuesta a probarlo.
—Según Bourdieu, todo capital simbólico se legitima a través de un acto performativo… que reduzca la distancia entre lo dicho y lo hecho.
—¿No hablábamos de Gramsci y los filtros de Instagram, la pizza con piña?
—¿No hablábamos del ensayo?
—Por supuesto. El tema nunca cambió.
—Cambio, ahora hablamos de Bourdieu y los actos performativos.
Por un momento pensé que no me entendería. Pero entonces Mick soltó una risa baja, grave, peligrosa.
—Perfecto… —sus ojos brillaron—. Acto performativo suena a algo que no se limita a palabras, sino que se hace tangible. Como un gesto, una decisión, un movimiento… una fusión… ¿un beso?
Mi pecho se relajó y me escapó una risa suave, de alivio y vértigo a la vez. Lo había entendido. Claro que lo había entendido.
—Correcto.
—No me subestimes, Bitters —susurró él, inclinándose apenas—. Yo realmente aprendo muy rápido.
Con un movimiento lento, aparté el computador que quedaba entre los dos. Mis manos encontraron su cabello, enredándose con firmeza mientras lo acercaba más.
Me acerqué a él, cada paso un temblor contenido, cada inhalación un esfuerzo por no dejar que mi corazón se escapara del pecho. Estábamos tan cerca que podía sentir el calor de su respiración, su perfume envolviéndome como una bruma que me mareaba.
—Háblame de tus sueños —dijo Mick, su voz grave, un murmullo que vibraba contra mi piel— incluso con los ojos cerrados.
Cerré los ojos un instante, dejándome perder en ese sonido, en la cercanía de su frente con la mía, en el roce casi imperceptible de sus labios contra mi piel. Una risa suave escapó de mí, temblorosa, vulnerable.
—¿Qué importan mis sueños ahora? —susurré, apenas audible.
—Tengo curiosidad —respondió, y su aliento me rozó la frente—. Además… necesitas hablar para dejar de temblar.
Inspiré, dejando que el aire llenara mis pulmones y mi corazón se calmara lo justo para poder hablar.
—Quiero ser una delegada de la ONU —murmuré, sintiendo cómo mis palabras flotaban entre nosotros, cargadas de todo lo que no me había atrevido a decir antes.
Él arqueó una ceja, los ojos brillando con una mezcla de diversión y admiración.
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Editado: 29.10.2025