Mi vecino infernal

21...

Capítulo 21: El Veredicto

POV Sienna

El aula se siente más pequeña cuando las decisiones importantes se toman dentro de ella.
Los profesores regresan de la sala de deliberación con papeles en la mano. Andrés mantiene la misma postura de antes: cruzado de brazos, sonrisa medida. Yo apoyo mis carpetas sobre la mesa y espero.

La profesora Bennett toma aire y empieza a hablar con la calma de quien lee algo que no admite equívoco.

—Tras revisar la documentación, comparar las versiones entregadas y evaluar las declaraciones presentadas, el comité ha llegado a una conclusión. —Su mirada recae en Andrés—. Se determina que el señor Andrés Collins incurrió en una falta grave de integridad académica al presentar como propio un trabajo elaborado por otra estudiante.

El murmullo que nace en el aula se apaga en cuanto ella continúa.

—Las sanciones que se aplican en este caso son proporcionales a la gravedad de la conducta y al mandato de integridad de esta universidad. En consecuencia: el trabajo presentado por el señor Andrés Collins queda anulado; se abre un expediente disciplinario que, tras la reunión del panel disciplinario, ha concluido en la expulsión del señor Collins de la Universidad de Londres. Además, se anotará formalmente la sanción en su expediente académico y en la transcripción oficial, lo cual podrá afectar su elegibilidad para futuros programas, becas y estudios de posgrado. Se le prohíbe la participación en actividades académicas de la facultad y su readmisión será considerada sólo tras un proceso extraordinario cuyo resultado no está garantizado.

El color se le va de la cara. Busca palabras, busca apoyos en las miradas de los profesores; no halla ninguno.

—También queremos dejar constancia —añade el profesor de ética— de que la Universidad actuará de oficio ante cualquier denuncia posterior derivada de esta conducta, y ofrecerá recursos de apoyo a los estudiantes afectados por cualquier consecuencia de estas actuaciones, incluidas medidas de protección si fuese necesario.

La profesora Bennett se vuelve hacia mí con una expresión que mezcla reconocimiento y una brújula institucional: firmeza.

—Señorita Blake: su segundo ensayo ha sido evaluado y aprobado con nota alta. Su autoría queda registrada y se le reconoce la integridad demostrada durante el proceso. Si desea pedir una anotación positiva en su expediente por su conducta académica íntegra, puede iniciar el trámite.

El nudo en mi pecho se afloja un poco. No es júbilo, es alivio: una reparación mínima, pero real.

Andrés ya no sostiene la mirada de nadie. Sus manos tiemblan, sus labios buscan orden en palabras que no aparecen. Se incorpora con torpeza. La rabia cruza su rostro como una sombra caliente.

—Esto es injusto —balbucea—. No van a dejarlo así.

Bennett recoge los papeles. Un asistente se aproxima para acompañar a Andrés. La sala se inclina hacia una quietud cansada.

Él se levanta con la rigidez de quien aún no asume la caída. Al pasar junto a mí me lanza una mirada afilada, llena de una furia que no disimula.

—Esto no va a quedarte bien, Sienna —susurra, con los dientes apretados—. Te arrepentirás, no tienes idea de quién soy, ya te sorprenderás.

La frase es una piedra que cae en un estanque: produce ondas. Nadie responde. Nadie lo detiene.

—Buen trabajo —dice el director, en voz baja—. Has actuado con integridad.

Salgo al pasillo con las carpetas pegadas al pecho. Afuera, el mundo mantiene su ritmo, pero para mí algo ha cambiado de verdad: recuperé mi voz. Recuperé mi trabajo. Recuperé, en parte, la dignidad que me intentaron arrebatar.

Mick está al final del pasillo, apoyado en la pared, la cara que hacía horas no sabía si tendría esperanza o no. Sus ojos se encuentran con los míos y se abren en un respiro.

—¿Y? —pregunta sin aliento.

—Expulsado —respondo—. Se le ha expulsado. Su expediente queda manchado.

Mick no dice nada por un momento. La realidad de aquello se instala: expulsión. Puertas cerradas, futuro en jaque.

—¿Qué dijo? —pregunta al fin.

—Me amenazó —confieso, con la voz más baja de lo que esperaba—. Dijo que no iba a dejarlo así. Que me arrepentiría.

Mick aprieta la mandíbula. No hay amenaza en su voz, solo una advertencia contenida:

—Si intenta algo, no lo dejes. —Me mira directo—. No te conviertas en su secreto.

Asiento. Por dentro, una inquietud fría se instala. La expulsión le quita la universidad, pero no borra la rabia. Una persona con lo que perderá y sin escrúpulos puede convertirse en una fuerza destructiva en otros frentes. La idea me atraviesa con claridad: esto no termina con una inscripción oficial; esto puede empezar a coger forma fuera de aquí.

Andrés ya no camina con la arrogancia segura de antes. Sus pasos suenan distintos al alejarse por el corredor. Pero en su mirada vi algo más que derrota: vi planificación, la promesa de hacer daño donde la universidad no puede tocarlo con facilidad. Esos ojos no olvidan; buscan dónde golpear fuera del registro académico.

Mick me rodea con el brazo y me acerca a su costado. Su calor es un puente.

—Hoy caminas —dice—. Yo te acompaño.

Salimos. La luz de la tarde cae sobre la fachada de la universidad y, en la distancia, la figura de Andrés desaparece entre la gente. Es un final institucional, duro y claro: la Universidad actuó con la severidad que prometía. Pero en el aire queda algo más: una amenaza insinuada, una deuda que él parece dispuesto a saldar con cualquier herramienta que tenga a mano.

Yo cierro los ojos un segundo y dejo que el alivio se instale.

—¿Celebramos? —pregunta Mick, intentando que su tono sea ligero.

Sonrío, por primera vez sin defensa.

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POV MICK

—¿Celebramos? —le digo, y no sé muy bien de qué estoy hablando, pero su sonrisa basta para convencerme de que sí, hay algo que celebrar.

Salimos de la universidad. La fachada gris se disuelve entre la neblina húmeda del atardecer. Londres huele a café derramado y a humo de coche. Ella se ajusta el abrigo, yo meto las manos en los bolsillos. El viento sopla desde el río, helado, y por alguna razón me rasco la cabeza, buscando una idea que no llega.




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