Mi vecino infernal

23....

Capitulo 23

POV Mick

El beso dura apenas un segundo, pero me deja completamente fuera de juego.
No es el primero, pero se siente distinto: más consciente, más real.
Sienna sonríe apenas, los labios todavía cerca de los míos.

—Este —dice— fue nuestro primer beso oficial.
—¿Oficial? —pregunto, con media sonrisa.
—Sí, dentro de nuestro experimento social: monogamia sin etiquetas.
—Y celibato —añado, tratando de sonar solemne.
—Muy importante —responde, divertida.

Nos quedamos ahí, sonriendo como dos idiotas que intentan fingir que no están enamorándose en un pub empapado por la lluvia.

—No me gusta el término experimento social —digo al fin.
Ella arquea una ceja.—¿Ah, no? ¿Y cuál te gusta entonces?
—Suerte.

Sienna se ríe con suavidad.—Odio la suerte. Nunca es buena conmigo.

—Entonces… —me inclino un poco hacia ella—, ¿soy tu sujeto de prueba?

Sus ojos se suavizan.
—Lo eres —responde, y me besa. Corto. Dulce. Preciso.

Y sonrío.
Sonrío como un idiota.
¿Por qué estoy sonriendo como idiota? ¿Qué me pasa?

El reloj suena y, por alguna razón, siento que me están robando algo.
No dinero, ni tiempo. Algo más irritante. Como cuando estás justo a punto de besar a alguien y el universo decide ponerle pausa.

Sienna mira su reloj y hace un pequeño gesto de horror.
—Dios… son casi las cinco. Tengo que irme ahora.

¿Cinco? Claro. Justo cuando empezaba a gustarme esto.

—¿Alguien te espera? —pregunto con un tono que intenta sonar casual, pero probablemente suene a celos.

Ella me mira con una sonrisa culpable.
—Sí. Burbuja y las chicas.
—Ah. Competencia dura.

Burbuja, su pomerania, esa bola de pelo vengativa que antes me odiaba. Bueno, todavía me gruñe, pero al menos ya no intenta asesinarme cada vez que entro en su territorio. Y las chicas… Mila, Kath e Isla: tres nombres que equivalen a caos garantizado.

—¿Y qué les vas a decir? —pregunto, moviendo la copa entre los dedos.
—La verdad, pero disfrazada —responde, mientras la miro con dudas—. Que nos estamos conociendo.

Nos estamos conociendo. No es nosotros. No es novio y novia. Solo… conociéndonos. Como si esto fuera un experimento social.

—Qué romántico —replico, sin mirarla.

Siento que mi propio sarcasmo suena más forzado de lo habitual. ¿En qué momento me volví tan serio? Siempre fui el tipo seguro, el que ríe primero, el que no se preocupa demasiado.
Y ahora estoy aquí, apretando la copa, intentando no parecer vulnerable.

—No seas dramático, Lennon.
—No me negarás, ¿verdad? Porque eso sería… trágico.
—No voy a decirles que nos besamos. Si lo hago, plantearían boda. No las conoces.
—Preséntamelas entonces.
—Voy a preparar el terreno primero —me lanza un guiño que debería ser ilegal.

Genial. Estoy oficialmente en la lista de espera para conocer a sus amigas. Como si no estuviera ansioso por algo más que eso…

Pido la cuenta. Ella guarda el móvil. En algún punto me doy cuenta de que ya no tengo hambre, pero tampoco quiero irme.
Mientras observo cómo su sonrisa ilumina la mesa, pienso: Está bien para ella. Va paso a paso.
Yo… estoy exagerando, como siempre.
Quiero algo serio, con todas las de la ley, por primera vez en mi vida.
Y ella no.
Todavía no.
Y eso me hace sentir insuficiente.

---

Afuera, Londres ha decidido volverse una acuarela en tonos grises.
La lluvia cae sin pausa, rebotando en los charcos que reflejan luces de neón.
Sienna corre hacia una tiendecita y sale con algo que me hace parpadear.

—Por favor, dime que no compraste eso.
—Era el último paraguas —dice, abriendo un paraguas amarillo cubierto de patitos sonrientes. Los mira con orgullo maternal.
—Perfecto. Ahora sí parecemos una comedia romántica.
—Lo dices como si fuera algo malo.
—Es algo bueno.

Digo mientras tiemblo. No sé si por el frío o por los nervios. Me siento idiota.

—Estás temblando otra vez, vas a enfermarte.
—Estoy bien. Soy inmune al resfriado, tengo puesta la vacuna de la gripe —murmuro, intentando sonar seguro, controlar los temblores y verme varonil.

Fracaso. Un estornudo me hunde en la vergüenza.
—Vacuna de la gripe, inmunidad al resfriado… necio.

Camina unos pasos más y se detiene frente a un puesto de souvenirs.
—¿Qué vas a comprar? No quiero otro paraguas, estoy bien.
—Solo espérame aquí, en silencio.
—Entendido, jefa.

Compra una sudadera gris con letras rojas: I ❤️ London. Me la tiende.
—Toma. Tu sudadera está empapada.
—¿Esto es una broma o un intento de humillación pública?
—Es tu nuevo look —responde, divertida—. Te hace ver menos… gruñón.

Me la pongo. No porque tenga frío, sino porque me gusta verla sonreír así.
—¿Me veo muy turista? —pregunto, bajándome la capucha.
—Te ves muy Lennon. —Me la sube otra vez, suave, y por un segundo se queda tan cerca que casi puedo contarle las pestañas.

Maldita sea… respiro demasiado rápido. Todo en ella me desarma.
Y justo cuando creo que va a pasar —ese beso que ya está escrito en el aire—, un imbécil nos tropieza.

—¡Ve por donde caminas, idiota! —grita Sienna.
—¡Vete a la mierda! —le contesta el tipo sin detenerse.
—¿Qué dijiste? —doy un paso adelante.
Ella me agarra del brazo.
—No empieces, superhéroe.
Y luego, al tipo:
—¡Vete tú a la mierda, capullo!

El chico se aleja, murmurando algo sobre “turistas idiotas”.
Sienna me mira.
—¿Turistas? —repito, mirando la sudadera.
—Claramente el paraguas no ayudó.

Ríe, y ese sonido me deja sin defensas.
Abre el paraguas de patitos y me mira de reojo.
—¿Nos vamos?
—Sí. Pero que conste, si alguien nos hace una foto, no la subas a TikTok.
—Demasiado tarde. Esto merece un reel.
—Dios… oficialmente estamos en una comedia romántica.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.