CAPÍTULO 27
POV SIENNA
Me despierto con la cara tirante y los ojos como dos pelotas de ping-pong usadas. Genial. Muy acorde a mi vida actual: hinchada, dramática y con olor a pescado frío porque los fish & chips siguen en la mesa, intactos. Una obra de arte de la desesperación culinaria.
Burbuja está sentada encima de mi pecho, mirándome como si fuera un desastre humano.
—Sí, ya lo sé —murmuro, acariciándole la cabecita—. Hice el ridículo… otra vez.
El móvil vibra. Un mensaje. De Mick.
El corazón se me sube a la garganta.
Lo abro con la velocidad de alguien que está a un paso de perder la dignidad.
> MICK (02:14 a. m.):
Se ven muy buenos. Pero no podré ir hoy. No sobrepienses las cosas. Está todo bien, hablamos luego, bitters.
“No sobrepienses las cosas.”
Exacto. Que no sobrepiense después de que desapareciste y me ignoraste mientras yo me moría emocionalmente.
Claro. Facilísimo.
Me siento en la cama, respirando hondo, pero la rabia y el dolor me hacen escribir sin filtro:
> SIENNA:
¿Que no sobrepiense? Desapareciste ayer. Ni siquiera me dejaste hablar. ¿Te has divertido entrenando a Ellen en la cama?
El mensaje vuela. Burbuja hace un sonido de protesta, como si dijera: “Wow, mamá, calma.”
La respuesta llega casi al instante:
> MICK:
Qué va, no ha pasado nada de eso.
Lo leo dos veces. No sé si creerlo. La inseguridad me perfora el pecho.
> SIENNA:
Monogamia sin etiquetas… sabes lo que monogamia significa, Lennon?
Casi escucho su exhalación desde aquí.
> MICK:
¿Quieres venir?
Lo leo. Lo releo. Me arde la cara.
> SIENNA:
No. Sigue disfrutando.
Me muerdo el labio, pero no pienso borrar nada. No hoy.
Pasan treinta largos segundos.
Luego aparece:
> MICK:
Ubicación.
Y me llega. Un punto azul en el mapa.
Su localización exacta.
Clara. Directa. Como si dijera: “Ven. Te lo explico. Te calmo. No voy a huir.”
Lo miro con el corazón en la mano.
—¿Qué hago, Burbuja? —pregunto, acariciándola, mientras el mapa brilla en mi pantalla.
Burbuja me lame la nariz.
Y no sé si eso significa “ve” o “eres una idiota”, pero igual duele menos que el mensaje de las dos de la mañana.
Estoy todavía mirando la ubicación de Mick, intentando convencerme de que no voy a ir, que tengo dignidad, que puedo ser una mujer moderna, fría, indiferente…
Cuando vibra el teléfono.
Mi madre.
No. Por favor, no ahora.
Abro el mensaje.
> MAMÁ:
Es imposible que hayas conseguido un novio decente con esa gordura.
No quiero que traigas a un hippie a la boda de tu hermana, somos gente decente.
El aire se me queda atrapado en la garganta.
Me quedo quieta. Muy quieta.
Burbuja levanta la cabeza, preocupada, como si detectara una explosión emocional en camino.
Vuelvo a leer las palabras.
Una.
Otra.
Y otra vez.
Mi pecho arde. Mi cara también. Mis ojos se llenan de lágrimas calientes que no sé si son de rabia, vergüenza o las dos.
Agarro el móvil con tanta fuerza que siento que lo voy a partir por la mitad.
—¿Un novio decente con esta “gordura”? —escupo en voz baja—. ¿Hippie? ¿Gente decente? ¡De verdad…!
Me levanto de un salto.
—¡ODIO MI VIDA! —grito, y Burbuja pega un brinco y sale corriendo debajo de la manta.
Camino por la habitación como una leona enjaulada.
Mi reflejo en el espejo: ojos hinchados, pelos alborotados, camiseta de Snoopy, orgullo hecho trizas.
Y entonces lo digo en voz alta, sin pensar, sin filtro:
—Voy a verlo. Voy a verlo.
Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano.
—Le rogaré si es necesario —murmuro entre dientes—. Que me acompañe.
Que me salve de esa boda.
Que todos SE TRAGUEN SUS PALABRAS.
Me acerco al espejo, abro el cajón y saco lo mejor que tengo.
Me peino.
Me echo perfume.
Me arreglo como si fuera a declarar ante la ONU o a vengar a mis ancestros.
Me pongo la chaqueta.
Agarro el móvil.
Abro la ubicación.
El punto azul me espera.
Burbuja asoma la cabeza y ladra una vez, como si dijera: “Sí, ve. Haz lo que tengas que hacer.”
—Deséame suerte, bolita —susurro.
Cierro la puerta de casa con un golpe que vibra hasta en mis huesos.
Y empiezo a caminar hacia Mick Lennon,
hacia su dirección,
hacia su cama,
hacia su cara,
hacia lo que sea que esto sea…
Pero con un objetivo claro:
No pienso ir sola a esa boda.
Y definitivamente no voy a dejar que mi madre gane.
---
POV MICK
La cocina huele a hogar. A fish & chips casero, al tipo exacto que mi madre prepara cuando quiere que respire hondo.
Aun así, mi pecho sigue en guerra.
Mamá me sirve un plato como si nada acabara de romperse en mí hace unas horas.
—Hijo… —empieza con ese tono que anuncia tormenta—. Dime que no vas a hacerlo. No vas a donar un riñón por Jane.
Suspiro.
Otra vez.
—Mamá…
—No —insiste, firme, dejando la cuchara en la mesa—. No vas a destruir tu vida por un error que NO fue tuyo. No vas a pagar por lo que le pasó a John. Ni por lo que ella está viviendo ahora.
Me paso la mano por la nuca.
He tenido esta conversación mil veces. Y aun así duele como la primera.
—No es por culpa —miento.
Mamá resopla.
—Mick, por favor. —Sus ojos brillan—. Durante años te he visto castigarte, ahogarte en ruido, perderte en fiestas, en gente que no significaba nada. Vivías… pero como si no te importara vivir.
Silencio.
—Hasta que Marlon te sacó de ese agujero, y poco a poco regresaste.
Me rodea con su mirada suave—. Regresaste a mí.
Me trago las palabras que me queman.
—Estoy bien —digo, automático.
—No —responde ella—. Pero estás mejor que antes. Y no arriesgarás todo lo que recuperaste por algo que NO debes reparar tú.
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Editado: 22.11.2025