Capitulo 28
POV Sienna
No lo escucho porque recién estoy digiriendo que me trajo a la casa de sus padres.
¿QUÉ.
¿QUÉ.
¿QUÉ?
Mi cerebro empieza a lanzar alarmas como un edificio en llamas.
¿Por qué estoy aquí?
¿Por qué me besó?
¿Por qué me habla de pingüinos?
¿POR QUÉ SU CASA PARECE EL SET DE “ORGULLO Y PREJUICIO”?
—Sienna —dice Mick, moviendo una mano frente a mis ojos—. ¿Te estás hiperventilando?
—No —miento—. Solo estoy… procesando… el… el paisaje. Muy verde. Mucho árbol.
Perfecto. Estupendo. Lo clavo como actriz. Óscar YA.
Él se acerca, tranquilo, como si esto fuera la escena final de una comedia romántica y no el principio de mi entierro emocional.
—No tienes que quedarte si no quieres —dice suave.
¿Y si quiero?
¿Y si me muero?
¿Y si su madre es peor que la mía?
¿Y si me mira y piensa: “qué hace esta intrusa con mi hijo, y por qué viene en modo crisis hormonal”?
Trago saliva.
—Estoy… nerviosa —admito por fin.
Él lo acepta con esa sonrisa pequeña, íntima, que me derrite el sistema nervioso.
—Lo sé —dice—. Pero estás conmigo. Nada malo va a pasar.
Yo resoplo una carcajada sin humor.
—Mick, es TU MADRE. Las madres siempre detectan la debilidad. Son como tiburones entrenados para encontrar inseguridades.
Mick ríe.
—La mía es un tiburón vegetariano.
—¿Eso existe?
—La mía sí.
Me quedo quieta. Muy quieta.
Él extiende la mano, palma abierta.
—Ven —susurra—. Vamos adentro.
Mi alma abandona mi cuerpo un segundo.
—¿Ya… ya? —pregunto, con voz de niña que está pidiendo prórroga en el dentista.
—Ya —responde él, inclinando la cabeza—. A menos que quieras huir.
Silencio.
Mi orgullo ruge desde algún lugar muy profundo.
No huyas.
No después de lo que dijo tu madre.
No después de venir hasta aquí.
No después de ese beso.
Tomo su mano.
Su expresión cambia: algo tierno, algo… peligroso para mi autoestima.
Respira hondo.
—Bien —dice—. Primera fase del plan: presentarte como una amiga.
—Ajá —respondo apretando su mano demasiado fuerte—. Una amiga. Casual. Cero romanticismo. Cero implicación emocional. Casual. Muy casual. Casi científica.
—Bitters… estás temblando.
—ESTOY MUERTA, MICK.
Él ríe.
—Te prometo que no va a ser tan terrible.
No le creo. PERO ENTRO.
Y ahí, en el segundo exacto en que cruzamos el marco de la puerta…
La madre aparece en el pasillo, elegante, sonriente, ojos atentos, perfectamente posicionada como un jefe final de videojuego.
Sonríe al vernos.
—Oh… —dice, con una expresión entre “qué sorpresa tan encantadora” y “lo supe desde que naciste”—. Así que tú debes ser la amiga. Bienvenida.
La forma en que pronuncia “amiga” hace que mis rodillas se quieran jubilar.
—Sí… Sienna… la amiga —respondo con voz de pollo nervioso.
Ella me toma la mano con calidez real.
—Encantada, cariño. Qué alegría tenerte en casa.
Mick resopla.
—Mamá, por favor…
—Michael, no empieces —dice ella sin siquiera mirarlo—. Es la primera vez que traes a alguien que no sea Marlon, y Marlon no cuenta. Déjame ser Feliz y disfrutar que sales de tu aislamiento social.
Se gira hacia mí, confidencial:
—A Marlon lo quiero con el alma —dice con una ternura que me sorprende—. Ese niño podría prender fuego a esta alfombra por accidente y aun así le serviría galletas. Pero es parte de la familia. Tú eres nueva. Especial.
Mi corazón da un salto como idiota.
Mick se cruza de brazos.
—Traigo a gente…
Jeannette ladea la cabeza con una lentitud teatral deliciosa.
—¿Ah, sí? ¿Quién, exactamente? ¿El cartero? ¿El técnico del gas?
—¡Traigo a Marlon! —dice él, como si fuera una prueba irrefutable—. ¡Muchísimas veces!
Ella suspira con cariño.
—Hijo, Marlon entra a esta casa como si tuviera un abono anual. Tiene llave. Tiene almohada propia. Me llama “mamá J”. No cuenta como visita. Cuenta como residente no declarado.
Sienna: ríe en síndrome de alivio progresivo.
Mick pone cara de por favor, tierra, trágame.
—Bueno… —intenta argumentar—. Sienna vive en el piso de al lado en Londres. Así nos conocimos. No es algo formal…
Jeannette sonríe como quien ha contado esta historia en su cabeza desde que Mick tenía seis años.
—Claro. Muy casual. Uno no trae “algo formal” a la casa familiar en el campo —dice con ironía suave—. Para una simple vecina.
Yo me atraganto.
Mick también.
Por primera vez estamos igual de desquiciados.
—No es… —balbucea él—. Mamá, estás sacando conclusiones.
—Ay, Michael —dice Jeannette, acariciándole la mejilla con un gesto humillante y precioso—. Si yo sacara conclusiones, ya estaría el banquete servido y el sacerdote esperándoos en el jardín.
Yo CHOKEO el té.
Literalmente.
Jeannette me mira con una dulzura tan profunda que me desarma.
—Cariño, me alegra muchísimo que estés aquí. De verdad. Este niño pasó una época… complicada —dice con suavidad, sin tocar nada concreto—, y Marlon y yo hicimos lo que pudimos. Pero tú…
Me observa como si yo fuera una obra de arte recién descubierta.
—…tú haces que vuelva a estar vivo. Se nota. Hasta respira mejor.
Mick se ahoga con su propio orgullo.
—¡Respiraba antes, mamá!
—No tan bien —responde ella, tomando un sorbo de su té—. Antes sonabas como una tetera estresada.
Yo dejo escapar una carcajada tan fuerte que me sorprendo a mí misma.
Estoy cómoda.
Riendo.
Y ya no tengo miedo.
Jeannette me guiña un ojo.
—En fin, cariño. Estás entre amigos. Aquí se te va a tratar bien.
Mick, rendido a su destino, suspira.
—Vamos por los fish & chips. Antes de que siga hablando.
—Claro, cielo —dice Jeannette, victoriosa—. Y no tardéis. No quiero que Sienna pase hambre. Hay que cuidar a quienes importan.
#161 en Joven Adulto
#3262 en Novela romántica
#1016 en Chick lit
#romance#verano#dolor#vacaciones, #comedia romantica, #enemiestolovers
Editado: 30.11.2025