Capítulo 30 — POV Sienna
Despierto antes que él.
Lo primero que siento es calor.
Después peso.
Después… un brazo.
Un brazo sobre mi cintura.
Un pecho pegado a mi espalda.
Una pierna enredada con la mía.
Estoy atrapada.
ANCLADA.
Sellada.
Mi corazón entra en modo alarma nuclear.
Mick duerme profundamente, la cara contra mi cuello, respirando como si yo fuera su almohada favorita en el mundo.
Intento moverme milímetro por milímetro.
Nada.
El hombre está hecho de músculos, trauma y cemento.
Y entonces pienso:
“Su madre va a creer que soy una pervertida.
Una fácil.
Una de esas que duermen con todos sus amigos—”
—¿Duermes con todos tus amigos? —murmura Mick, somnoliento, claramente despierto.
Me quedo de piedra.
—¡Te odio! —le siseo.
Él se ríe.
Se ríe suave, contra mi cuello.
Una vibración que me derrite y me enfurece al mismo tiempo.
—No —dice, voz ronca—. Me quieres. Admítelo.
—No te quiero. No te voy a querer jamás.
—Claro, claro.
Y entonces—
CRACK.
La puerta se abre.
—Mick, cariño, hice panque—oh.
OH.
La madre de Mick nos ve.
Así.
Pegados.
Enredados.
YO con cara de mujer atrapada en un ritual satánico emocional.
El alma se me va del cuerpo y regresa con una demanda.
—Ah… —dice ella—. Bueno. No sabía que ustedes… ustedes.
—¡NO SOMOS NADA! —grito, tratando de escapar.
Mick no ayuda.
Me suelto de golpe.
Ruedo.
Caigo.
PUM.
Al suelo.
Perfecto.
Estupendo.
Maravilloso.
Mick se sienta, despeinado, sonriendo como un maldito ángel del caos.
—Buenos días, mamá —dice, como si nada.
—Voy… voy a servir el desayuno —balbucea ella, cerrando la puerta con la gracilidad de quien acaba de presenciar un crimen.
Yo sigo en el suelo.
Quiero morir.
Quiero evaporarme.
Quiero retroceder en el tiempo.
—¿Estás bien, ladrona sonámbula? —ríe Mick.
—Ojalá me hubiera tirado por la ventana.
—Si quieres, te acompaño.
—¡NO ME TOQUES!
Él ríe más fuerte.
Un sonido cálido.
Honesto.
Vivo.
Y entiendo que para él…
esto fue alivio.
Una chispa en la oscuridad que cargaba anoche.
Y yo…
yo me derrito un poquito.
Solo un poquito.
—Sienna —dice, todavía sonriendo—. Yo no pienso que seas fácil.
Pienso que eres… tú.
Y que contigo duermo mejor.
Me arde la cara.
Me arde el alma.
—Eres insoportable —susurro, huyendo al pasillo.
Él se ríe detrás de mí.
Y eso—
esa risa—
me sigue hasta el final del corredor
---
POV MICK
Sienna sale corriendo como si yo fuera un incendio.
O como si ella lo fuera.
La escucho cerrar la puerta del baño y suelto una risa que se me escapa del pecho sin permiso.
Dios… había olvidado lo que se sentía reír así.
Ligero.
Vivo.
Humano.
Me paso una mano por el cabello, aún desordenado por haber dormido pegado a ella.
Dormido.
No solo acostado.
Dormido.
Y bien.
Ella no lo sabe, pero anoche dormí por primera vez en semanas sin despertarme con el corazón golpeando como un martillo.
Ella habla incluso dormida.
Murmura tonterías.
Respira contra mi clavícula como si funcionara mejor cuando está encima de mí.
No debería pensar en eso.
Pero lo hago.
Y sonrío porque es inevitable.
Me pongo unos pantalones y bajo a la cocina.
Mamá está ahí, revisando la sartén como si fuera un asunto de seguridad nacional.
Me mira de reojo.
—¿Dormiste bien, cariño?
—Súper bien —respondo, sincero.
Me siento a la mesa y agarro un panqueque directo del plato.
¡TAC!
Me da un golpe en el brazo con la espátula.
—¡No te comas los panqueques! —regaña—. ¡Son para Sienna!
—¿Y para mí qué? —me quejo, sobándome el brazo.
—Para ti hay agua —dice seria.
Luego sonríe, satisfecha.
—Te recuerdo que tu hijo soy yo —resoplo.
—Y Sienna es mi hija putativa —responde, como si fuera un hecho científico universal.
—Cariño, ¿viste cómo la mirabas esta mañana? Si hubieras tenido un foquito en la frente habría brillado.
—Solo somos amigos —murmuro.
Mamá gira hacia mí con una ceja levantada y la expresión de no te creo nada tatuada en la cara.
—Claro… y yo nací ayer.
—Es la verdad —insisto, aun sabiendo que estoy perdiendo—. Ella tiene miedo de formalizar. Ya se asustó una vez… y tengo cosas que no le he contado.
Mamá se gira completamente hacia mí.
Se apoya en la encimera.
Cruza los brazos.
Listo, ahí viene.
—¿Tiene que ver con Jane? —pregunta, directa como un bisturí.
—Sí —susurro.
La palabra sale pesada.
—No sé cómo contárselo sin que parezca que… no sé. Que fallé. Que soy un desastre. Que arrastro muertos conmigo.
Mamá niega con la cabeza.
—Mick… lo de Jhon no fue tú culpa, además tú y Jane nunca tuvieron nada romántico. Nunca. Tú cuidaste de ella. Eso es todo.
Da un paso hacia mí.
Me toca el antebrazo, cálida.
—Sienna lo va a entender. No solo es lista, también es sensible. Y valiente, aunque no lo admita. Me gusta esa chica. Has hecho una buena elección.
Eso me desarma.
Completamente.
—No puedo dejarla morir… —digo. hablo de Jane.
Lo sé.
Mamá lo sabe.
—Tu única responsabilidad —dice ella, despacio, mirándome como solo una madre puede hacerlo— es ser feliz, haz sido leal, bueno y has sacrificado tu vida durante muchos años. Además, puedes seguir acompañando a Jane, sin necesidad de entregarle tu riñón, ni tú felicidad. Buscaremos alternativas.
Y por un segundo…
Por un instante diminuto…
Me lo creo.
Siento que puedo serlo.
Con Sienna riéndose contra mi cuello.
Con ella desordenando mi cama.
#161 en Joven Adulto
#3262 en Novela romántica
#1016 en Chick lit
#romance#verano#dolor#vacaciones, #comedia romantica, #enemiestolovers
Editado: 30.11.2025