Mi venganza contra el amor

Un tatuaje en el alma

 

Fingiré que eres el amor de mi vida, que estamos profundamente enamorados, que nos conocemos de toda la vida y que estamos de luna de miel, no importa que después me rompas el corazón, que al pasar los días te olvides de mí, aun que llore por semanas te voy a recordar toda la vida como el desconocido que me hizo sentir la mujer más amada, mi príncipe Hans.

Hans estaba sonriente, había hecho que Alice lo esperara en la sala de estar, el tatuaje sería una sorpresa.

—¿Qué piensa tatuarse? Me da un poco de vergüenza imaginar una parte de mi cuerpo en su piel.

Por fin habían terminado de tatuarle el pecho a Hans, una vez que pudo, fue hacia donde estaba Alice y le mostró su tatuaje.

—¿Qué te parece? ¿te gusta? —Hans se había tatuado los labios de Alice en el pecho, había hecho que lo besara ahí para que pudiera tener el recuerdo de sus labios de por vida.

—Se te ve increíble… —los ojos de Alice se iluminaron como dos estrellas brillantes, estaba conmovida, pues nunca nadie había tenido tantos detalles con ella.

—Jajaja, realmente me sorprendiste con tu petición, pero estoy feliz con el resultado. —le dijo Hans con su hermosa sonrisa.

Ya era inevitable que no se la pasaran abrazados o tomados de la mano, en el restaurante se la pasó besándole la mano, Alice estaba completamente atrapada en sus encantos.

—¿Quieres bailar? —le preguntó Hans mirándola profundamente.

—¿Qué? ¿Aquí?

—Si, esa música queda perfecta para bailar.

—Pero… —Alice miró a todos lados, el lugar era sumamente elegante, nadie estaba bailando, pero como si se tratara del flautista de Hamelin, ella se dejó llevar por él y le tomó la palabra.

Hans le beso la mano y la llevo unos metros lejos de su mesa y con el sonido de la tranquila y armoniosa música la saco a bailar, la pego a su cuerpo y la agarró de la cintura con firmeza mientras le susurraba al oído…

—Tengo que confesarte que haberme encontrado contigo si fue un deseo que pedí, de esas peticiones que no puedes pronunciar porque crees que jamás pasarán, aun así, me acerqué a esa fuente, pensando que no tenia nada que perder y entonces te vi, fue entonces que pensé que los milagros si existen.

Las palabras de Hans penetraban mi corazón de la manera menos dolorosa, se iban anidando en mi alma como un tatuaje, estaba segura que había rompido la regla, sentía que me estaba enamorando de él irrevocablemente.

—Ojalá nos quedáramos así para siempre, como me gustaría quedarme a tu lado por siempre. — yo lo miraba con tanta añoranza que no pude evitar sentir mis ojos humedecerse, quería amar a este hombre y quería que el me amara, era mucho pedir para alguien a quien le han destrozado el corazón, pero tenia que decirlo…él me estaba dando esas alas.

Hans no dijo nada, solo me abrazo con fuerza, parecía que algo lo encadenaba para poder ser libre, mi intuición no estaba muy alejada de la realidad, él tenía un compromiso similar a tener un grillete en el cuello.

Una vez que terminaron de bailar, se fueron de aquel lugar, Hans había preparado todo un día a su lado, había reservado un bote para recorrer juntos el mar, irían a la playa de la Barceloneta y ahí pasarían el resto del día juntos.

—¿Dices que tienes otra sorpresa? ¿Qué más podrías hacer por mí? Hasta ahora todo ha sido maravilloso.

—Solo nos quedan dos días para estar juntos, así que se me ocurrió que los pasáramos en la playa.

—¿De verdad?

—Si, renté un bote para que pudiéramos disfrutar la vista, después podemos dormir en un hotel que vi por internet, tiene muy buenas referencias. —le dice Hans sonriéndole.

—¡Que emoción! ¡siempre quise hacer algo así! Muchas gracias.

—No agradezcas, es un placer para mí hacer feliz a una señora tan bonita como tú.  —le dijo Hans picándole las costillas para molestarla.

—Ya te dije que no me digas señora. —expresó Alice entre pucheros.

—Jajaja, lo siento, es que te vez tan tierna cuando te enojas.

Hans y Alice se dirigieron al lugar donde estaba el bote y al verlo Alice se quedo impresionada, pues no era un simple bote, si no un yate lujoso.

—Por Dios… Hans, esto es demasiado caro, debiste gastar mucho dinero, no puedo permitir que malgastes tu dinero en mí. —manifestó Alice apenada.

—¿Qué? Soy millonario pequeña, puedo comprarte una isla si me lo pidieras, además ¿por qué gastar mi dinero en ti es malo? Ya te dije que quiero que pasemos nuestros últimos dos días de la mejor manera, por un rato quiero que te olvides del estúpido de tu marido, ya mandamos las evidencias del engaño de esos asquerosos a la prometida de Borg, ella sabrá que hacer con esa información,  me sorprendió que decidieras confesarle que fuiste tu quien le envió las pruebas de la infidelidad, aun así, tú tendrás tu venganza, pero me parece que es justo que dejes de sufrir por eso y disfrutes conmigo.

—Pensé que sería lo correcto, al final, si ella acepta vengarse conmigo sería un golpe inesperado no solo para Thomas, si no que para Borg también, por otro lado, quiero que sepas que no tienes que gastar mucho dinero para hacerme feliz, tu sola presencia me enriquece. —le dijo Alice mirándolo tiernamente.

Hans sentía mariposas cada que ella lo veía de esa manera y no pudo evitar pellizcarle una mejilla.

—¡Auch!

—Oye, por cierto, me tome la libertad de comprarte esto. —Hans le dio una caja de regalo y ella se sorprendió mucho.

—¿Qué es?

—Ábrelo. —Hans estaba sonriendo de manera picara y eso hizo que Alice sospechara de sus intenciones y al abrirla vio varios trajes de baño que le parecían muy reveladores.

—Eres un pervertido… —dijo Alice con la cara roja como un tomate.

—Jajaja, te prometo que compre los más decentes.

—¡Claro que no! Esto no deja nada a la imaginación.

—Vamos subamos ya, ya veras que la pasaremos genial.




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