Mi venganza contra el amor

Si tan solo supieras

 

EL lecho de un amante estaba perfumado con una fragancia costosa y prestigiosa, tendido en la cama esperaba hambriento su cena, Borg estaba ansioso de ver a Thomas entrar por la puerta, tenía una ropa interior diminuta y escandalosa, su barba espesa y su pecho cubierto de bello dejarían en duda sus preferencias, pero era más una princesa caprichosa que un varón con clase, ni todo el dinero ni toda la educación que tenía podían compensar su repugnante corazón.

—Por fin te ven mis ojos, te he estado esperando ansiosamente cariño. —le dijo Borg ardiendo en deseo a Thomas quien empezaba a recorrerlo con la mirada.

—Lo siento, vine tan rápido como pude, no resisto más, ven aquí.  —Thomas se abalanzó contra Borg y descargaron sus sucios deseos el uno en el otro, varias veces sin descansar.

Fatigado y lleno de culpa Thomas se inundaba en pensamientos irracionales acerca de lo mucho que amaba a Alice, aunque no de la forma correcta.

—¿En qué estás pensando? —le preguntó Borg quien le recorría el pecho con su dedo una y otra vez.

—En nada, estoy cansado, eso es todo.

—¿Te dejo tan cansado? Jaja ¿verdad que te encanta? No puedo imaginar lo mal que debes pasártela cuando lo haces con la tonta de Alice, la pobre no ha de saber ni como moverse jaja, me da lástima.

—No quiero hablar de ella, me siento mal por mentirle de esta forma. —exclamó Thomas avergonzado.

—¿Y si la dejas y te casas conmigo?

—¿Qué? Vas a casarte en unos días. —le dijo Thomas sorprendido.

—Jajaja ¿y qué? puedo dejar a Jena plantada en la iglesia si tú le pides el divorcio a Alice.

—Creí que te gustaba el ritmo que llevamos hasta ahora.

—Si, me gusta, me excita saber que mientras tu esposa llora, tú me haces lo que ella desearía, todo tu amor y deseo es mío, estas en la palma de mi mano y eso me encanta, si te digo ven, vienes, si te digo corre, corres, es evidente que me amas y que te vuelvo loco.

—No es correcto lo que le hago a Alice…no puedo evitarlo, el deseo me trae hasta a ti cientos de veces, no me atrevería a romperle el corazón de esa manera.

—¿Qué? Jajaja, pero si ya la hiciste pedazos una y otra vez ¿enserio crees que no sospecha de nosotros? Aunque no me lo digas, sé que ella me odia, en el fondo del corazón sabe que somos amantes y que así será toda la vida.

—No digas eso, no es gracioso, no soporto verla sufrir, no sabría como decirle que le soy infiel contigo.

—Dejemos de pensar en esa insípida que no te valora, no sabe tratarte como un rey, en cambio yo, tengo todo lo que deseas, te satisfago en todos los sentidos y esa mujer jamás podrá competir conmigo.

Borg besa a Thomas y lo toma una vez más dejando sus sabanas regadas por doquier.

Borg odiaba profundamente a Alice, él siempre había estado enamorado de Thomas, pero nunca se atrevió a confesárselo, no hasta que se casó, fue ahí cuando no pudo contenerse más y un día las cosas se dieron por si solas, le bastó con masajearle los hombros y morderle una oreja para que supiera que era todo suyo, Thomas cayo más rápido de lo que se esperaba y se convirtieron en amantes y lo que fue un encuentro casual se convirtió en un secreto de casi todos los días.

Alice comenzaba a tener infecciones de transmisión sexual, y cada vez las uniones con su esposo eran menos, hasta convertirse en una vez al mes, ella se sentía sola, pues Thomas la dejaba en casa por muchas horas, salía temprano y regresaba ya noche, comenzó a salir a cenar o a comer con Borg y dejaba a su esposa sin ningún tipo de atención, cada que ella quería salir con él, se enojaba y le gritaba, diciéndole que no le importaba que lo viera cansado, todo el día estaba en el teléfono atendiendo a Borg, reía con el como si estuviera hablando con el amor de su vida, mientras aplastaba a su esposa como una simple cucaracha.

Dejó que se consumiera en deseo, pues no la tocaba, la despreciaba en todo el sentido de la palabra y eso hacia muy feliz a Borg, quien se alimentaba del sufrimiento de Alice, le metía todo tipo de ideas en la cabeza a Thomas, le prohibía besarla, abrazarla he intimar con ella.

Alice comenzó a desarrollar ansiedad, insomnio, depresión y enojo, solo dormía de tres a cuatro horas al día, comía mucho y luego lo vomitaba todo, se obsesionó con su físico y creía que era fea, iba regular mente al médico por su estado depresivo y lloraba amargamente día y noche.

Thomas la estaba matando en vida y no le importaba, porque en cuanto Borg le tronaba los dedos él corría como perro en celo.

—Lo lamento Alice… lamento ser así. —decía Thomas en su mente mientras besaba a Borg.

Estaba en la tela de una araña venenosa y no lo sabía.

—Te amo Thomas, más que a nadie en este mundo. —le susurro Borg al oído mientras se entregaba a él.

Aquel amor prohibido estaba más que condenado por el cielo, pues por ese falso amor, les habían destruido la vida a dos mujeres inocentes.

Y ahí estaba Jena, temblando, tenía las imágenes de las conversaciones y los audios asquerosos que Borg intercambiaba con Thomas, estaba llena de rabia e indignación, había leído la carta que Alice le había mandado, la carta decía lo siguiente.

—Lamento que te enteres de esta manera, sé que sufrirás grandemente, así como lo hice yo, a pesar de que solo nos hemos visto por videollamada y no te conozco mucho, me pareció correcto mandarte toda esta información, me atrevo hacerte una propuesta, pero estas en todo tu derecho de rechazarla, pues yo obtendré mi venganza cueste lo que cueste, pero si tú los odias tanto como yo…si quieres exponerlos y revelarle a todos los invitados quienes son estos dos en realidad, te sugiero que continues como si nada hubiese pasado, sé que te estoy pidiendo demasiado, pero sigue con la boda, y hagamos que paguen ese día y el resto de sus vidas…

—Malditos bastardos…grandísimos hijos de…—las lágrimas salían recorriendo sus mejillas, el matrimonio de Jena y Borg era al principio por conveniencia, debido a que ambas familias podían beneficiarse de su unión, especialmente Jena y Borg, quienes al unir sus fortunas se harían aún más millonarios, pero se había encariñado de él, tenía la ilusión de ser su esposa, de ese hombre aparentemente bueno.




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