Aurora era una mujer tradicional, educada, decorosa, era alta, rubia y hermosa, con unos ojos verdes brillantes, se había comprometido con Hans porque sus familias así lo habían decidido, su matrimonio era meramente por intereses financieros y sociales, Aurora estaba perdidamente enamorada de Hans, al principio cuando sus padres les hablaron de un posible compromiso, ella no estaba de acuerdo porque no conocía a Hans físicamente, tenía miedo de casarse con un extraño, pero era tan sumisa que no decía nada, todos sus temores se los guardaba, una vez que lo vio en un evento social, quedo prensada con su apariencia, pensó que era el hombre más atractivo que había visto en su vida y desde ese momento se aferró a él, Miranda Walker, quería que sus hijos se casarán con mujeres bien posicionadas y decorosas, provenientes de buenas familias, mujeres devotas y fieles a su hijos que pudieran procrear a sus nietos y expandir la familia Walker.
Miranda, tenía dos hijos, el hijo mayor Carter y Hans que era el menor, el primero en la lista para casarse debía ser Carter, un hombre de treinta años, apuesto y de un carácter soberbio y duro, su prometida había sido asesinada de manera misteriosa hacia seis meses atrás, una noche desafortunada la había encontrado en su casa con un tiro en la cabeza, nunca se supo el porqué de su muerte y llegaron a la fría conclusión de que había sido un suicidio, todo lo llevaron debajo del agua para que la familia no se viera involucrada en ningún escándalo, pero Carter se había llenado de odio y amargura, pues no sabía quién había sido el culpable de la muerte de su prometida Luisa.
Tenía en la mente a los miembros de su familia, pero principalmente a su madre Miranda y a su esposo Héctor, uno de sus antiguos guardaespaldas que terminó seduciendo a su madre convirtiéndose en la cabecilla de muchas decisiones importantes de sus empresas.
Carter quería vengarse de ellos, desquitarse de alguna forma, su madre nunca quiso a Luisa, ella era modelo, tenía una mentalidad moderna y un carácter firme y autosuficiente, una vida ajetreada y llena de escándalos, de romances intensos y un pasado de drogas y anorexia que la hacían ser un objeto de rechazo para la señora Walker, por otro lado estaba Héctor, un hombre de no más de cuarenta años que se le notaban entre las cejas las ganas de quedarse con toda la fortuna de su madre, estaba seguro que alguno de ellos seria el culpable, pero no tenía pruebas así que se la vivía ideando un plan para matar a su madre de un infarto (metafóricamente hablando)
Por otro lado, Hans se había resignado a pasar toda su vida al lado de una mujer que no amaba, todo por un bien común, había llegado a España días antes porque Aurora se lo había pedido, pero debido a unas complicaciones en su trabajo ella había llegado después y ahora estaba en Madrid, demandando su atención y su afecto.
Hans la trataba con aspereza, era cortante y poco afectivo, aun así, ella cría firmemente que podía ganarse su corazón, recién había abandonado su trabajo como escritora y había tenido una gran carga de trabajo preparando a su remplazo, ella quería dedicarse en cuerpo y alma a que ese matrimonio funcionara, pues era consciente de que Hans no la amaba, estaban a un mes de casarse y Hans no podía estar más decepcionado y ahora que había conocido a Alice se sentía aún más deprimido.
Alice y Hans habían estado navegando en el yate, bebiendo y relajándose, riendo y disfrutándose el uno al otro, él no podía dejar de pensar en que pronto tendría que abandonarla y el corazón le dolía, le dolía verla sonreír, saber que nunca seria realmente suya, no podía romper su compromiso con Aurora, no ahora que estaban a un mes de casarse, no sabiendo lo que implicaría para su familia y las consecuencias negativas que esto traería, antes de Alice no había pensado en la posibilidad de renunciar a su compromiso, pero aquella mujer de ojos hermosos se había metido en su alma sin avisarle, después de aquella platica en la fuente de deseos, ellos dos habían quedado unidos por el destino.
La noche había llegado, el viaje en el yate había terminado, Hans le extendió la mano a Alice para ayudarla a bajar, el hotel que había reservado era hermoso, la habitación era para unos recién casados, la cama tenía pétalos de rosas y velas aromáticas.
—Hans… —¿Cuándo te dio tiempo de hacer todo esto? —le preguntó Alice conmovida.
—Soy un hombre hábil, puedo hacer varias cosas a la vez. —le dijo con una sonrisa llena de satisfacción al ver el rostro lleno de felicidad de su acompañante.
—Eso me queda claro. —exclamó Alice llena de alegría.
—Aún tengo una sorpresa más, pera esto te he comprado este detalle.
—¿A dónde vas? —le preguntó Alice al ver que se dirigía a la puerta de la habitación.
—Te vere a las ocho en punto en el lugar de nuestra cita, un mesero te llevara hasta ahí. —le dijo Hans guiñándole el ojo.
—¿Pero y tú a dónde vas? ¿Dónde te cambiaras?
—No te preocupes por eso, solo encárgate de arrancarme el corazón y los ojos con tu belleza.
—Ah…ok, te veo pronto.
Alice estaba realmente emocionada con los detalles que Hans tenía con ella, le parecía un chico muy romántico y decidió meterse a bañar y arreglarse como nunca en su vida, solo para sorprenderlo, Hans le había regalado un vestido rojo pegado al cuerpo con un escote pronunciado en la espalda y una abertura en la pierna, además de unos tacones dorados y una joyería de lujo.
—No puede ser…debió gastar mucho dinero en esto…no cabe duda que no escatima en nada, es muy generoso.
Hans se había ido a cambiar a una habitación diferente, quería tener privacidad para poder hablar con su madre, así que le llamo a su celular, miranda tenía un carácter horrible, era mandona, soberbia y no entendía razones, creía que ella sabía lo que era mejor para sus hijos aun si estos no eran del todo felices.