Alice había terminado de arreglarse, nunca antes se había sentido tan hermosa, su última mirada al espejo le saco una sonrisa satisfactoria, se preguntaba qué cara pondría Hans cuando la viera, que diría al verla llegar con su vestido rojo, una vez que el mayordomo que la llevaría hasta su cena llamó a la puerta, se sorprendió gratamente al ver a Alice quien impaciente deseaba ver a Hans.
—Por aquí señora, su esposo la espera. —dijo el mayordomo con amabilidad.
—¿Mi esposo? —Hans había dicho que aquella sorpresa seria para su esposa por motivo de su luna de miel, Alice no podía creer que hubiera hecho eso y más contenta se puso.
Una vez que se acercaba a la reservación, un camino de flores la guiaría hasta su compañero de venganza.
—¿no ira conmigo? —le pregunto Alice al mayordomo y este negó con la cabeza sonriendo.
—Tengo ordenes de solo traerla hasta aquí, usted tendrá que llegar al otro lado por su cuenta.
—Le agradezco el detalle.
—Fue un placer.
Alice respiro profundamente, estaba nerviosa y al mismo tiempo impaciente, así que camino por aquella alfombra floreada y sus ojos se abrieron de golpe al escuchar la música de un violín que entonaba una hermosa canción.
—Hans… —Alice podía sentir su corazón palpitar y una vez que sus ojos divisaron a Hans se conmovió profundamente.
Él estaba tocando el violín como había prometido, tenía una camisa de manga larga aperlada y unos pantalones negros, su cabello oscuro y largo estaba suelto dejando ver su hermosa melena que le daba un toque varonil he irresistible.
—Pero… —Hans había reservado una mesa en medio de la playa para ellos solos, había velas y vino tinto de la mejor calidad, mientras tocaba el violín se movía con elegancia, tenía mucho talento y Alice se derretía por él y sus detalles que más la enamoraban.
—Ya no tiene sentido ignorarlo, de nada sirve fingir que no siento nada, mi corazón es todo suyo, mi alma le pertenece, me siento como una adolescente, como si estuviera viviendo un amor de verano, pero esto es más fuerte, todo en él me resulta fascinante, antes de conocerlo mi vida era un completo infierno, estaba sumergida en la depresión y en la soledad, pero me alegro de que llegara a mí vida, agradezco haberme subido a esa motocicleta, de que me haya tratado con tanta ternura y me haya llenado el corazón de amor, querido Hans fuiste mi salvador, me sacaste de una profunda tristeza, sin ti no habría podido cumplir con mi venganza, me has hecho la mujer más feliz del mundo, ni siquiera me conoces bien y me has dado todo de ti, lo único que quiero es entregarte lo mejor de mí y amarte aunque los dos sepamos que esto durará lo que una estrella fugaz cuando surca los cielos, aun así, quiero entregarme a ti. —se decía Alice en sus adentros mientras sus ojos se llenaban de Hans.
Una vez que Hans termino de tocar la canción, Alice se le colgó del cuello y lo beso con dulzura.
—¡Ay! Si me ibas a besar de esa forma debí tocarte una canción desde el primer día jaja. —le dijo Hans quien la tomo de la cintura y la vio de pies a cabeza cautivado.
—Gracias por hacer de esta noche la mejor de mi vida. —le dijo Alice con una hermosa sonrisa.
Hans la abrazo efusivamente, quería aferrarse a ella, recordar el aroma de su cabello, la textura de su piel y el tono de su voz, quería grabársela en la memoria, porque todo parecía un sueño, de esos que se terminan con una rapidez deprimente.
—¿Por qué estas tan cariñoso? Jaja, no me iré a ningún lado.
—Solo quiero quedarme así por un rato.
Alice lo abrazó de vuelta y disfruto de su compañía.
—Esto se siente como una despedida, sé que mañana será el último día que nos veremos, para serte sincera me pone un poco triste saber que no volveré a verte, creo que me termine encariñando contigo jaja…ojalá esta noche durara para siempre. —exclamó Alice con una profunda tristeza.
—Mi dulce señora, quien diría que nos encontraríamos en una ciudad tan grande, me alegro de haberte conocido.
Bueno, ya no hablemos de despedidas, mi maquillaje se arruinará jaja, me muero de hambre.
—Ordene varios platillos elige lo que más te guste.
La noche seguía con frialdad su curso, sin tentarse el corazón avanzaba acortándoles el tiempo que les quedaba juntos, Hans sentía que el corazón se le encogía, escuchaba a Alice planear su ultimo día juntos, lo que ella no sabía era que Hans la dejaría esa misma noche, la contemplaba atento, quería que su rostro se quedara grabado en su mente para nunca olvidarlo, él no provo bocado en toda la velada, quería sostenerle la mano, acariciarle los brazos y la cara, se sentía devastado.
—Me gustaría retomar nuestro juego de preguntas de la primera noche que pasamos juntos, dime ¿Ahora que piensas de mí? —le preguntó Hans mirándola fijamente.
—Veo a mí alma gemela, la persona que me ayudo a salir adelante en el peor momento de mi vida, veo a un amigo, aun hombre maravilloso con el que me siento plena y feliz, a un hombre en el que confió plenamente, a alguien que jamás me mentiría, te veo a ti, tal como eres y no puedes ser más perfecto.
Hans la miró con añoranza y anhelo y le sonrió con tristeza mientras le besaba la mano.
—¿Y tú que piensas de mí? —le pregunto Alice con una mirada llena de amor.
—Veo a mi flor más preciada, a una mujer hermosa que merece ser amada, veo un tesoro por el que valdría la pena luchar, veo a mi alma gemela y a mi amor de improvisto.
Alice no pudo evitar llorar con las palabras que Hans le dedico y el sintió una gran tristeza.
—No llores, no me gusta verte llorar.
—Es que me haces muy feliz, nunca me había sentido tan dichosa.
Alice y Hans se miraron fijamente, ya no podían más, sus cuerpos se estaban reclamando y comenzaron a besarse con desesperación, la pasión crecía más y más, las manos de Hans comenzaron a recorrer su cintura y después sus caderas hasta llegar a los muslos, la miraba lleno de deseo, con una mirada suplicante.