Hans se llevó a Alice hasta la habitación del hotel que habían reservado, la tenía en sus brazos, se estaba quemando en la pasión y la atracción que la piel de esa mujer le provocaba, la atmosfera que los rodeaba era más que erótica, había amor puro en el aire y unas ganas incontenibles de poseerse el uno al otro.
—Quiero ser tuyo… —exclamó Hans mirándola como un siervo mira a su ama, devoto y necesitado de todo su afecto.
Alice podía mirar el fuego en sus ojos suplicantes, ese chico no estaba mintiendo, sus sentidos gritaban ¡quiero ser tuyo! ¡quiero ser poseído por ti! Ella estaba temblando, Hans estaba postrado en la cama y Alice le quito la ropa, desabotonó su camisa y desabrochó su cinturón, estaba extasiada con la figura masculina y viril de Hans, era como tener al dios marte en su alcoba.
—Es mi turno de quitarte el vestido. —susurró agitado mientras ella lo besaba por doquier.
—Déjame hacerlo sola, quiero hacer algo que nunca me atreví antes, si esta será la penúltima vez que nos veamos quiero que me recuerdes toda tu vida.
Alice se alejó a una distancia mortífera, y comenzó a desvestirse, dejando a la vista su cuerpo desnudo, Hans no podía quitarle la mirada de encima, se estaba consumiendo en deseo, a la luz de las velas comenzó a bailar con delicadeza y a cada paso que daba más y más se acercaba a él, ella estaba lista para ser tomada, no recordaba la última vez que se sintió tan frenética, tan ardiente, tan sexy, los ojos de su amante lo decían todo, ella estaba haciendo bien su trabajo.
Hans estaba hipnotizado por las caderas de aquella sirena quien se montó en él llevándolo por su océano pacifico, lo adentro en las aguas de su cuerpo que como un manantial desbordándose mojaban sus caderas, era la primera vez que Hans sentía tanto placer, los besos de Alice eran adictivos para su boca, quería probar cada parte de ella, de esa piel rosada y fresca que lo invitaban a embriagarse.
—Alice…—exclamó Hans sin aliento, sus ojos cristalinos y brillantes se cerraban con las oleadas eléctricas del placer que su boca le impartía.
Esa noche, Alice poseyó a Hans, fue ella quien le hizo el amor, no solo le entrego su cuerpo, sino que también su corazón.
—Yo no me puedo quedar atrás, yo también quiero que me recuerdes toda la vida, solo por esta noche dime que me amas, yo pensare en ti como el amor de mi vida, como la única mujer en la que pienso, en la única persona a la que quiero entregarme.
—Te amo Hans, te amo con toda mi alma. —le dijo Alice mientras le acariciaba los labios.
—Yo también te amo bonita.
Hans la cargo en sus brazos y la montó sobre él, moviéndose tan rápido que no la dejaba ni respirar, la tomó de los cabellos y la besó apasionadamente, no supieron cuántas veces lo hicieron, pero terminaron tan fatigados, tan exhaustos que se vieron bañados en saliva y sal.
No sabían si habían cometido el peor error de sus vidas, solo eso les faltaba para terminar de unir sus almas, se habían hecho una sola carne, ahora se necesitarían más que nunca, sus cuerpos se extrañarían, después de esta noche ninguno de los dos podría vivir alejado del otro, eso de fingir que se amaban resulto ser una verdad, Alice se quedó dormida en el pecho de Hans, estaba tan relajada que se rindió al cansancio a la que su amante la había llevado, pero Hans, Hans no quería que amaneciera, pues en cuanto el sol apareciera él terminaría desapareciendo de su vida para siempre.
—¿Y ahora como se supone que me olvide de ti? Fingí que te amaba por tanto tiempo que me lo creí, ahora en verdad te necesito, mi corazón me odia por lo que estoy a punto de hacer…mi hermosa Alice, no te mentí cuando dije que no amaba a nadie, pero me veo obligado a cumplir con mi deber, voy a casarme con una mujer a la que desprecio, ojalá esa mujer fueras tú, después de esta noche no volveré a ver tu sonrisa, no volveré a escuchar tu voz ¿Cómo le explico eso a mi corazón? Que la mujer que tendrá que ver cada mañana al despertar no serás tú, si no ella, esa persona gris que tanto detesto…
Hans, acariciaba a Alice una y otra vez y pasó toda la noche observándola, suspirando, con el corazón roto y una frustración que lo sobrepasaba, se terminó enamorando de su compañera de venganza, no pudo ser profesional, no pudo resistirse a su ternura, a su fragilidad y lo que más le rompía el corazón era el miedo de romperla otra vez.
—No me odies por favor, todo lo que me importa eres tú, te llevaré grabada como un tatuaje, algún día te buscare y seré libre, solo dame un año, el tiempo suficiente para demostrarle a mi madre que puedo llevar la carga financiera que ella requiere, le demostrare que no necesito seguir casado para que nuestro futuro prevalezca, te juro que no la tocare, nunca la hare mi mujer, no la amare como te amo a ti.
Hans le había mentido en dos cosas importantes a Alice, la primera era que estaba comprometido, formaba parte de un matrimonio arreglado y la segunda en su verdadera edad, Hans había cumplido veintitrés años, era demasiado joven y tenía un rol que cumplir en su familia para mantener el poder y la influencia de los Walker.
—Espero que si algún día nos volvemos a ver…tú quieras amarme por segunda vez.
Hans le dio un beso y se fue, dejándole una carta y un regalo en el buró, se marchó con el corazón roto, con un nudo en la garganta que le apretaba el pecho.
Las horas habían avanzado, el sol brillaba con intensidad y su luz se escapó por la ventana besando el rostro de Alice, haciéndola despertar.
—¿Hans? —Alice se estiro tratando de abrazarlo y su corazón se encogió al sentir la cama basia, inmediatamente se puso de pie, con aquella sabana que le cubría el cuerpo, vio aquella carta que decía lo siguiente.
—Perdóname, lamento irme de esta forma, cuando me preguntaste si estaba enamorado te dije que no y era verdad, aunque ahora me voy con el corazón lleno de ti, estoy atado a un compromiso que me obliga a irme de esta forma, más mi alma se queda contigo para siempre, hermosa señora, estoy seguro de que tu venganza se llevará a cabo con éxito, me tome la libertad de asegurarme que después de esto estuvieras bien, dentro de este mueble encontraras un maletín lleno de dinero, será suficiente para que compres un departamento he inviertas el resto en lo que más te guste, probablemente Thomas se niegue a darte algo después del divorcio, por eso yo te dejo esa cantidad para que no te falte nada, fue un placer haber coincidido contigo, por favor no me odies, no podría vivir sabiendo que me detestas, Hans.