Mi venganza contra el amor

El mal nunca triunfa

El mal nunca triunfa

La policía había arrestado a Héctor y Amelia, quienes se resistían a ser llevados ante la justicia, Una vez que los interrogaron y Carter dio su declaración junto a Alice y sus trabajadores como testigos de los crímenes de Amelia, al ver que efectivamente los resultados de las huellas dactilares coincidían con las de ella, era más que seguro que pasaría muchos años en prisión, en cuanto a Héctor, lo tuvieron detenido y con las acusaciones de Amelia, abrieron una investigación para corroborar sus palabras.

Gracias a las influencias de Carter, se descubrió que Héctor había sobornado al forense que había examinado el cuerpo de Luisa, afirmando que se trataba de un suicidio, cuando en realidad las huellas de Héctor se encontraban en el arma de fuego con la que le había disparado, la suma de dinero que utilizó para pagar su corrupción fue muy grande por eso compró su silenció.

Carter sufrió mucho al enterarse de todo lo que Lucia había tenido que pasar para por fin descansar en paz, era un peso muy grande para él, vivir con el deseo de encontrar a su asesino, fue un odio que lo consumía y lo desgastaba, pero ahora que Héctor tendría su merecido, se sentía más aliviado.

Alice estaba esperando a Carter en unas bancas que se encontraban a unos cuantos metros de ahí, el sol apenas estaba saliendo, Carter le estaba entregando sus ultimas rosas a Lucia, habían ido a visitarla al cementerio, hacia mucho frio y aunque el ambiente se sentía nostálgico, también era liberador.

—Hola preciosa, tenía bastante que no te visitaba, estaba concentrado en encontrar al culpable y ahora que por fin lo encontré, no puedo evitar preguntarme si estas descansando en paz, te traje tus flores amarillas, las que tanto te gustan, he estado pensando en que decirte, porque creo que nunca me despedí de ti, tenía miedo de aceptar que habías partido de mi lado, aunque solo en esta vida, porque estoy seguro de que te veré en algún momento, pero seguirte reteniendo no es lo queme hará encontrarme contigo, hoy te dejo en libertad, te recordaré como un gran amor y aun que nos separaron de la manera más cruel posible, siempre pensaré en ti como la mujer que me amó con todo su corazón, ahora entiendo que no querías venganza, al menos no como yo pensaba, gracias a Alice pude darme cuenta de que había otros caminos, espero que puedas sonreír desde el cielo y vivas una eternidad pacifica, te llevaré siempre en mi corazón mi amada Luisa, gracias por todos los momentos buenos que me regalaste, te prometo que intentaré seguir mi camino y me aferraré a la posibilidad de ser feliz otra vez, ahora se que puedo volver a enamorarme, hasta pronto querida mía.

Estas fueron las últimas palabras de Carter para su difunto amor, estaba decidido a continuar con su vida y sanar aquellas heridas que por tanto tiempo había ignorado, una vez que dejó las flores, se dio la media vuelta y al ver a Alice que le pegaba la luz del sol iluminándola por completo sonrió, estaba agradecido por haberla conocido.

Después de que Miranda recibiera la noticia de que Héctor estaba detenido y acusado de asesinato en primer grado, intento de homicidio y abuso sexual y psicológico, dejó caer el celular al suelo, estaba temblando de rabia, estaba enardecida, furiosa por todo lo que ese infeliz había hecho, no solo había causado división y desconfianza entre su familia, si no que había asesinado a la mujer que Carter amaba, apretó los dientes y la culpa le llegó.

—Maldito bastardo…te burlaste de mi…hiciste todo esto en mis narices…—Miranda se sentía asqueada y muy enfadada, se recargaba en la pared pues sentía que todo le daba vueltas de la impresión.

Su mente ya maquineaba las cosas que le haría a Héctor, no le importaba que estuviera tras las rejas, ella encontraría la manera de verlo cara a cara sin el hierro de por medio y entonces encontraría la manera de herirlo para siempre.

—Te juro que muy pronto sabrás de mí…te cumpliré la promesa que te hice aquel día “si me traicionas lloraras sangre”

Miranda seguía apretando los puños, tanto, que se había enterrado las uñas sacándose la sangre, pero el medico venía muy apurado, casi corriendo, Hans por fin había despertado, después de tres días dormido, por fin había abierto los ojos.

—¡Señora Miranda! Su hijo acaba de despertar, ya esta consciente y el dolor es tolerable por lo que ya no necesita sedantes, puede verlo y su familia también.

—¿Mi hijo despertó? —Miranda se apresuró y al momento de ver a Hans sus ojos se le llenaron de lágrimas, él se quedó sorprendido, nunca la había visto tan vulnerable.

—¡Hans! ¿Cómo te sientes? ¿te duele algo? ¿necesitas otra almohada? ¿esa que tienes es cómoda?

Miranda se moría de ganas de abrazar a su hijo, pero con todos los problemas que habían tenido pensaba que tal vez Hans la rechazaría, sus ojos reflejaban añoranza y mucho arrepentimiento, sentía que todas las desgracias que habían sucedido en su familia, habían ocurrido por su descuido, por su deseo de estar con un hombre en el que desconfiaba y solo por costumbre mantenía a su lado.

Hans al verla envuelta en lágrimas se compadeció de ella y le agarró la mano, le sonrió dulcemente, dedicándole esa sonrisa encantadora que poseía, la misma que había heredado de su padre.

—¿Quieres abrazarme mamá? A mi me gustaría que lo hicieras.

—¿De verdad? No quiero incomodarte o lastimarte…

—De verdad quiero que me abraces…—exclamó con los ojos llorosos.

 Miranda se acercó a él y con delicadeza lo abrazó, lo besó muchas beses y disfruto de ese momento juntos, hacia muchos años que no se demostraban afecto y eso fue sanador y liberador para los dos.

—¿Cómo esta mi hermano? ¿Dónde esta Alice? ¿esta bien? —preguntó Hans débil y preocupado.

—Ellos están bien, han estado muy pendientes de ti, han pasado muchas cosas, pero cuando te sientas mejor te lo contaremos todo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.