—Nací y mi mamá me dejó con mi abuela —Carter me cuenta—. Sí la veía, al menos eso dice mamá y mi abuela pero yo recuerdo más a mis abuelos y mis tíos, luego ella aparece más en mis memorias de cuatro y cinco años, a los seis ya fui a vivir con ella.
No tenía idea. —Ah, ya veo, pensé que tus papás eran pues, bueno…
Perfectos.
Hablo enserio, la familia de Carter son la representación de lo que una familia estable y saludable debería ser.
Él niega. —No somos perfectos y ellos no lo son, en realidad… pasaron por mucho, ¿sabes?
— ¿Sí? —tomo un poco más de café.
—Mamá… —hace una pausa—. Tuvo un embarazo antes que yo, a los trece.
Abro mis ojos sin poder evitarlo. — ¿Trece? Pero… vaya, eso es, demasiado joven.
Asiente. —Sí, su novio tenia quince y bueno, la obligó a… no tenerlo —explica—. Luego con otra persona, un chico de también quince años, fue pues… volvió a quedar embarazada, de mí.
Abro la boca a medias, no sé qué decir.
—Mamá… esta vez sí quería tener al bebé pero, mi abuela y ella peleaban mucho porque mamá fumaba, no solo cigarros sino ya sabes, hierba.
No hago más que parpadear.
—Eso fue antes y después de estar embarazada, mis abuelos realmente la amenazaban que si iba a tenerme, no debería fumar ni nada de eso y creo que lo logró —cuenta—. Pero una vez que nací, ella regresó a todo eso… drogas, alcohol… todo.
Levanto las manos. —Espera, ¿es enserio? Tu mamá no luce de ninguna forma así, digo, ella ni siquiera toma vino.
Sonríe. —Es porque mamá solía vagar por las calles y un día se encontró con una mujer que la invitó a un grupo de jóvenes de una iglesia, ella no creía en nada pero tenía hambre e iban a dar pizza y refrescos.
—Ah.
—Y bueno, era un grupo para chicos en problemas, mamá ahí conoció a mi papá —explica—. Él tenía problemas con substancias más pesadas pero la iglesia trabajaba en conjunto con terapeutas y profesiones, les ayudaron a terminar la escuela y había talleres para aprender oficios.
No puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas, es solo que no me imagino lo duro que fue para ella y para su padre toda esa vida.
—Entonces los ayudaron —digo.
Sonríe. —Sí, sin duda —recuesta un brazo sobre la mesa—. No fue fácil y creo que no es fácil todavía pero ellos se ayudan mutuamente y se han fortalecido por su fe.
—Ya veo —digo.
Sonríe. —Sí, por eso me gusta estar en la iglesia y ayudar y todo eso —se encoje de hombros—. Quizás yo sea quien ayude a alguien como ellos en algún momento.
Sonrío. —Eso es genial, en serio, me parece asombroso que pienses de esa forma.
Hace una mueca. — ¿Puedo mostrarte algo?
Asiento. Carter se levanta y sale de esta habitación, un momento después regresa sosteniendo un libro grande, se sienta a mi lado.
—Las personas dicen que los milagros no existen e incluso algunos creyentes afirman que Dios ya no hace milagros, que eso era antes pero… —abre el libro y noto por la forma en que está impresa la letra que es una Biblia—, mira esta parte.
Me inclino y leo: “Entonces me di cuenta de que mi corazón se llenó de amargura, y yo estaba destrozado por dentro. Fue tan necio e ignorante, debo haberte parecido un animal sin entendimiento. Sn embargo, todavía te pertenezco; me tomas de la mano derecha. Me guías con tu consejo y me conduces a un destino glorioso.
—Es uno de los versículos favoritos de mamá —afirma—. Y este de aquí, es de papá —mueve las páginas hasta encontrar otro.
Leo: Busco a alguien que venga a ayudarme, ¡pero a nadie se le ocurre hacerlo! Nadie me ayudará; a nadie le importa un bledo lo que me pasa. Entonces oro a ti, oh Señor, y digo: Tú eres mi lugar de refugio. En verdad, eres todo lo que quiero en la vida.
Mi corazón reacciona al leer esas palabras, yo me he sentido así, como si no le importo a nadie.
—Cuando alguien dice que los milagros no existen, veo a mis padres —susurra—. Ellos son la prueba que sí se puede salir de cualquier cosa, incluso si nadie cree en ti porque están vivos y han encontrado paz.
Sonrío aun leyendo las palabras impresas. —Tienes razón.
No puedo evitar que una lágrima se deslice por mi mejilla, rápidamente la limpio.
Carter cierra la Biblia y la deja a un lado. —Sí existen los milagros, Clarissa.
Subo la mirada hacia él. —Tal vez sí, pero, supongo que le pasan a las personas buenas, ¿no?
Se encoje de hombros. — ¿Sabes? Mis padres no eran “buenos” pero hay alguien que los ama demasiado.
Sonrío. —Ahora entiendo porque crees tan firmemente en todo eso.
Otra lágrima se desliza por mi mejilla y esta vez, Carter es quien la retira con su pulgar.
Bajo la mirada. —Si así le hablas a las chicas, entiendo porque te miran como lo hacen.
Bufa. —Nadie me mira.
Ruedo los ojos. —Ay por favor, ¿tu cita? ¿Crees que no noté como te estaba sonriendo?
Recuesta su codo sobre la mesa y sostiene su cabeza. — ¿Me estabas analizando?
—No —miento—. Estaba viéndote, solo te vi y ya.
Entorna sus ojos. —Pues yo te vi con Asher y vi cómo te besó, eso sí fue algo importante.
Resoplo. — ¿Entonces no la besaste? Estoy segura que lo hubieras hecho si Kyle no hubiera sentido la necesidad de vigilar que no me fuera con Asher después de encontrarnos.
Carter hace una mueca. —No la besé, no creo que ella hubiera querido que la besara.
Pongo los ojos en blanco. —No te auto ataques, por favor, no es como si fueras feo.
Levanta una ceja. — ¿No soy feo? Entonces, ¿Qué soy según tú?
Me encojo de hombros. —Eres Carter.
Sonríe. —Eso no me dice nada, ¿Qué significa?
Miro la tarta que dejé a la mitad, tomo el tenedor y arranco otro pedazo más grande. —Eres Carter, quien toca la guitarra y escribe canciones, que es una buena persona…
—Ajá —dice—. Pero eso no tiene nada que ver con mi físico.
Ruedo los ojos. —Pues está bien, digo, sí… tú estás bien, digo, tu cabello es bonito y tus ojos… también.