Mi verdadero primer amor

Entrega paupérrima




Mi verdadero primer amor 


Mi nombre es Laura, tengo 17 años. Y estas hojas que quiero poner en sus manos, más que una historia de amor, son una lección de vida.  


Tenía solo 12 años cuando perdí mi virginidad. Era una niña con aires de adolescente que salía con sus conocidos a beber, fumar y tener sexo. En ese entonces vivía en Bogotá, en un barrio bullicioso del sur. Las calles eran pavimentadas; las casas, multicolores que se compartían entre al menos 2 inquilinos; el sol que, solo al medio día tocaba el suelo, pero que no calentaba ni aunque se hiciesen en el tejado de las casas más altas. Allí vivía con mi madre, mi hermana mayor y mi hermano menor. Mi madre, quien nos daba mucha libertad, ni por enterada se dio en ese entonces, de aquella situación bochornosa que me marcaría de por vida. 

Se acababa el año lectivo y con ello -al menos eso se creía- algunas "amistades" se irían del colegio, de la ciudad o del país. "¡Hay que hacer la despedida!" Se acordó entre todos. Y así fue, que en los bajos de la casa del líder de "nuestro combo", se hizo la fiesta de despedida de año en la que mi vida cambiaría de vista. Todo empezó a las 4pm. Estaban todos, hasta quienes no conocíamos. Reggaetón a tope, aguardiente, el centro de la sala desierto y las paredes en hacinamiento.  

Él era de ojos azul claro, rubio, de complexión esquelética; su nombre, Julio. Aunque tenía una enorme verruga en el tabique, tenía una sonrisa magnética y un carisma que tenía atrapadas a muchas chicas -incluyéndome a mí-. Jamás se me pasó por la cabeza que aquél Adonis me prestaría atención. Pero esa tarde, luego de unos tragos, bailamos reggaetón. Y en una habitación con dos camas, cada una con su respectiva pareja, entregué lo que tan valioso era pero que en ese momento no apreciaba.  
Recuerdo haber pensado lo veloz que era la vida. Y en mi mente decía: "hasta hace unos segundos era virgen". No lo disfruté. Y el tan atractivo Julio, se volvió un mortal ante mi vista. A pesar de ello, sentía que debía darme mi lugar: ¡le había entregado mi primera vez! Así que le dije que debíamos ser novios. A lo que él accedió pero justo una semana después de lo sucedido, tuve que viajar a Manizales: era navidad. 
 




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