Mi verdadero primer amor

Mejoramiento esporádico

Ingresé a un colegio convencional de la ciudad. Todo el alrededor tenía una maya metálica que permitía ver a las afueras; al ingresar por la puerta principal, se encontraba el patio, que consistía en dos canchas, una al lado de la otra, al lateral de ellas, una tiendita y un conjunto de gradas. En el medio de la unión de las dos bandas de las canchas, se encontraba la entrada al segundo piso del edificio del colegio, el cual, se opacaba entre un verde viejo y un blanco amarillento. Los pasillos, que entre sí formaban una cruz, tenían valdozas blancas con puntos grises. Estos pasillos debían ser cruzados siempre para llegar al primer y tercer piso. Aunque para llegar al primero, también se podía rodear el edificio. 
Mi curso quedaba en el primer piso, esas aulas eran las más frías, pues no les llegaba el sol y estaban junto a toda la vegetación: un cesped que rodeaba todo el entorno y al fondo un tedioso parque que casi nunca se usaba. Conseguí relacionarme fácilmente y mis descansos me los pasaba con Merilyn, una compañera bastante extrovertida, de cabello corto, morena, con apenas 14 años pero que parecía de más edad. 
En la hora del descanso nos hacíamos en un lateral del colegio que daba vista a toda la ciudad. Justo al lado de la maya hacia afuera, habían unas gradas y una cancha externas al colegio. 
Un día, a más o menos dos semanas de mi ingreso al colegio, como de rutina en el descanso, Merilyn y yo fuimos a la tiendita, nos compramos el refrigerio y fuimos a nuestro lugar: el mirador lateral del colegio. Hablábamos banalidades que ni recuerdo y en un momento me di cuenta que había un chico en la cancha externa al colegio. Se lo veía muy concentrado en su práctica con el balón. Y no sé por qué razón llamaba mi atención de manera notoria. Era de poca estatura, más o menos la mía; un poco musculoso, de piel trigueña y cabello castaño; debido a la distancia y a que llevaba unas gafas de sol, no pude ver sus ojos. Terminó el descanso y yo terminé desconcertada por la atracción que me generaba aquél chico con sus gafas de sol.




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